Guillermo Vidalón

Gobernar sin ser elegido

Gobernar sin ser elegido
Guillermo Vidalón
01 de noviembre del 2017

Una izquierda que desea cambiar todo para empeorarlo

 

Las izquierdas en el Perú han tenido la virtud de gobernar sin ser elegidos, de auparse a quien se encuentre más cerca del poder, de generar intrigas, de motivar temores, de asustar a quien se encuentra en la cúspide del poder para persuadirlo de dejar las cosas como están para —otra vez— no cambiar nada.

 

Gobernar es hacer frente a los desafíos que se presentan en el ejercicio del poder. Gobernar es enfrentar a las bandas organizadas, principalmente terroristas y narcotraficantes, porque ellos son quienes pueden poner en riesgo la precaria institucionalidad de Estado, inclusive cuando la calle clama por medidas más drásticas contra la inseguridad ciudadana. Gobernar es decidir, priorizar, ejecutar y asumir el riesgo de la impopularidad si se tiene convicción en lo que se lleva a cabo.

 

Que un gobernante deje de ejecutar en función a la presión política lo que le plantea un grupo minoritario es cerrar los ojos frente a una realidad social que demanda pronta reactivación económica, mayor inversión y generación de empleo productivo.

 

El tiempo está quedando cada vez más corto. Las indecisiones del primer tramo del Gobierno quedarán exhaustas tras el proceso electoral municipal y regional del 2018 que, sin reactivación a un ritmo acelerado —como se esperaba— y sin reconstrucción tras el fenómeno de El Niño costero, debilitarán todavía más a las fuerzas renovadoras del Gobierno. Peor aún será el resultado si el periodo de lluvias que se avecina es más intenso.

 

Si como dicen los sectores de izquierda, sus propuestas buscan mejorar las condiciones de vida de los más pobres, ¿por qué son mezquinos en reconocer que el periodo de mayor bonanza en la historia de la república fue posible gracias a las reformas económicas de los años noventa, así como a la credibilidad que transmitió el Gobierno de entonces?

 

Luego, durante su segundo gobierno, Alan García decía de sí mismo ser un agitador de las inversiones. Desde la cúspide del poder transmitió convencimiento en que las inversiones son la clave para que el Estado cuente con mayores recursos y, por consiguiente, la acción redistributiva de esos recursos podría tener un mayor alcance en beneficio de la población. Esto no es óbice para dejar de censurar las acciones que se cuestionan de su segundo debut.

 

De un Gobierno nuevo se puede esperar que haya encontrado un país en peores condiciones de las que esperaba, que reorganice sus prioridades; pero no se puede esperar que termine por arriar las banderas del cambio, de profundización de las reformas que llevaron a millones de peruanos a un estadio superior al que se vivió antes de los años noventa.

 

Dejarse maniatar por un compromiso electoral que inclinó la balanza a su favor es olvidar a los millones de ciudadanos que lo respaldaron como la mejor opción frente a dos propuestas económicas similares. Ninguno de los electores del pepekausismo o del fujimorismo optaron por una izquierda que desea cambiar todo para empeorar todo.



Guillermo Vidalón del Pino

 

Guillermo Vidalón
01 de noviembre del 2017

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