Hugo Neira
Georges Dumézil (1898-1986)
El gran historiador francés de las religiones

A la gran mayoría de lenguas europeas se les llama indoeuropeas debido a su origen común. La lingüística a Dumézil no esperó para saber ese hecho: las similitudes fonéticas y estructurales. En cambio Dumézil demuestra que lenguas de Europa y del Asia —Antiguo Irán, la India— tienen el mismo origen. Y además de la lengua, el panteón de sus respectivos dioses. En la India, Mitra-Varuna, Indra y Aśvin. En lengua itálica y en la Roma antigua, Júpiter, Marte, Quirino. Los dioses de la mitología nórdica son Odín, Thor y Freyr. Y en los iraníes zoroástricos, Asa, XsaOra, Armati. Siempre tres funciones. El sacerdote, el guerrero (el Rey) y los productores. La contribución principal de Dumézil es La ideología tripartita de los indoeuropeos, 1958. Dumézil ya era Profesor en el Collège de France. El sistema de tripartición —soberanía, guerra y prosperidad— da la vuelta al mundo.
Antes de Dumézil, se daba por sentado que esas civilizaciones, Roma, los escandinavos y la India no tenían nada en común. Pero el estudio comparativo de cada mitología hizo evidente una estructura común. La tripartición resultaba un asunto de historia religiosa, de organización social y de distribución de tareas. Los documentos que Dumézil examina eran de lenguas extintas. El tema de los dioses antiguos y diversas mitologías, Frazer lo había abordado con anterioridad. Pero la hermenéutica de Dumézil es distinta. “Ideología” no quiere decir en Dumézil una corriente política sino una ideación, una concepción global. No se proponía estudiar por completo esas sociedades indoiraníes (ni las sociedades que surgen tras la invasión de los arios en el Asia), ni Roma ni el mundo de germanos nórdicos, pero eso fue la consecuencia. Siempre se consideró lingüista y especialista de la historia de la religión. Sin embargo, con la tripartición de funciones, había encontrado lo que Marcel Mauss llamaba “el hecho total”.
La tripartición es un hecho religioso, social y político. Por ello, el debate que provoca. A la vez, “historia y estructura” (Eric Letonturier). Lo que es visible y lo que permanece. Y se entiende el lado político que posee, a despecho del lingüista Dumézil. Obsérvese bien los indoiraníes, romanos y nórdicos: ellos no tienen reyes-sacerdotes como los mayas y aztecas y pueblos del Viejo Mundo, egipcios, sumerios, fenicios, bíblicos, taoístas y confucianos. En otra de sus obras (Mito y epopeya), insiste en que las tres funciones tienen una jerarquía, a saber, “soberanía mágica y jurídica; fuerza física y guerrera; y abundancia tranquila y fecunda”. Que este esquema se aplique tanto a los dioses escandinavos y a los de la India, como se comprenderá, fue una innovación considerable en los estudios en Ciencias del Hombre. Antes de Dumézil se estudiaba el Mahābhārata, el origen mítico de Roma y las leyendas del norte, por separado. Sus trabajos, fundamentalmente de lingüística, ganaron la atención en otros campos de las ciencias humanas. ¿La superestructura —lengua y religión— influía sobre la totalidad de la sociedad?
Pero a este historiador francés de las religiones no siempre se le entendió cabalmente. La cuestión indoeuropea despertaba en el mundo académico ciertos fantasmas del pasado nazi, con la sola mención de “pueblos arios”. Durante un buen rato, en la posguerra, fue de muy mal gusto, y casi prohibido, hablar de indoeuropeos. Ese tiempo de prejuicios ha pasado. Dumézil fue reconocido en vida. Pero quedó algo de esa incomodidad, la cuestión indoeuropea. Por eso, es un reconocimiento que en la muy voluminosa y académica Encyclopédie Philosophique Universelle (EPU), en la sección “Dumézil”, se arranque con una entrevista. Le preguntan: “¿Cómo se representa usted hoy a los indoeuropeos que viene estudiando desde hace cincuenta años?” O sea, qué aspecto, prácticamente, a qué raza (aunque desde Lévi-Strauss, el término raza no es de uso científico). La respuesta de Dumézil fue la siguiente: “No me ‘represento’ a los indoeuropeos, no los veo, no intento saber de qué tipo físico eran, ni sus vestidos, ni sus trajes, ni armas, ni su realidad social incluso. Sería eso un juego. Ellos son, para mí, una realidad lógica: un pueblo que hablaba un dialecto de donde han salido las lenguas llamadas tradicionalmente indoeuropeas, desde migraciones divergentes y de lo cual nosotros conocemos los terminales de llegada: el griego, el latín, el islandés, el sánscrito, el armenio, la lengua de los hititas, las lenguas bálticas” (EPU, vol. IV, p.1575). Por si algún lector se pierde, esto incluye el griego, el latín y por el fondo germánico, nuestras lenguas actuales.
A Dumézil no le interesaba ni buscaba una “raza”, sino lo que mis colegas franceses llaman un champ. Un terreno específico de conocimiento, en este caso lingüístico. Algo que tiene que ver con la glotis, el paladar, los vocablos y sonidos, que sobre el color de la piel de quienes la hablan. Lo indoeuropeo desde Dumézil, es una gramática, una fonética, una morfología, reglas de composición. Justamente Dumézil orientaba sus estudios a las grandes épicas de Roma y de la India. Algo que para la gente de la extrema derecha les parecería inadmisible. Los cobrizos poetas hindúes a la par que los caucásicos que cantaron La Ilíada, antes de ser escrita.
Estamos diciendo, pues, que pese a los iniciales prejuicios y confusiones, el principio de tripartición de Dumézil tuvo repercusiones de orden metodológico. Establece un sistema de significaciones, las religiosas, vinculadas al sistema social de jerarquías. ¿Reflejo de ellas, o consecuencia social de un sistema de pensamiento? La segunda lección que se desprende es que las sociedades se organizan de modo autónomo, por interacciones. Habría entonces, una lógica de las sociedades. La tercera es que hay interrelación de estructuras subyacentes en las sociedades. Por ejemplo, la oposición de Mitra-Varuna, dioses indios, encarna la función de soberanía en su doble aspecto jurídico, el dios Mitra mágico y terrible Varuna, y el dios Indra la función guerrera; y los dioses gemelos, los Aśvin o Nāsatyā, la función de la prosperidad material. Esta tríada se repite en casi todos los pueblos indoeuropeos. Júpiter, Marte, Quirino, con los latinos, etc.
Saber qué invasiones hubo, qué contagios entre pueblos, será obra de la arqueología. El problema es que los pueblos indoeuropeos eran guerreros-pastores, y no precisamente fundadores de ciudades, se desplazaron dejando pocas huellas… Entraron a la India por el lado de la meseta que los liga geográficamente al actual Irán, llevando consigo carros de combate, ganado y los libros sagrados Vedas. Algún día sabremos de qué lugar exactamente, o fueron olas sucesivas, como las que llegaron a la Grecia antigua o al centro de Europa con galos, godos, y cien pueblos.
Mito y epopeya, nos permite estudiar sociedades vivas. En la India (uno de los temas mayores del presente libro), desde el fondo de los tiempos, desde las Leyes de Manu, y los textos del Mānava-Dharmaśāstra, los brahmanes son los sacerdotes que se ocupan de la administración de lo sacro, los ksatriya son los guerreros (de donde salían los reyes de la India antigua) y los vaiśya, o comerciantes (los aldeanos campesinos que producen y venden alimentos) servidores de las dos castas mencionadas, que a su vez los protegen. En fin, distantes en el espacio y diferentes en su evolución, India y Europa tienen similitud en el plano espiritual y religioso: la separación del poder sagrado del poder político, entre otras reglas, no siempre visibles. Y después de Dumézil, sabemos que en el plano intelectual, la conceptualización india tan profunda —religión y filosofía a la vez— tiene una evolución paralela a la de los europeos, de los griegos a nuestros días.
Con Dumézil no sale victoriosa una u otra tesis (todavía se discute las causas de esa similitud en las lenguas europeas) sino un método. El comparatismo. Dumézil fue un inmenso investigador, manejaba cerca de unas doce lenguas antiguas, lo que le permitía hurgar en la documentación existente. Y un espíritu libre, su aporte, por novedoso, fue resistido y hasta soslayado por la comunidad universitaria.
Thomas Kuhn ha explicado cómo la ciencia progresa a saltos, tras revoluciones en el paradigma mismo, y esas profundas modificaciones no son en principio celebradas por la comunidad que las recibe, al contrario, son resistidas. Hay una sociología de la ciencia, hay comunidades que la producen, pero por ser humanas, se resisten a cambios que alteran sus ideas, principios y a veces, la rutina misma del trabajo, los protocolos que determinan qué es científico y qué no lo es. Los paradigmas son convenciones necesarias, hasta que llega un gran innovador. Dumézil fue tan combatido como Darwin y Freud.
Hoy en día, resulta normal la aplicación a otros casos, de estructuras funcionales, puesto que habitan en la lengua mitos, creencias, rituales y el mundo social y político. Y lo contrario también es probable. Ahora bien, ¿los pueblos no indoeuropeos tienen otras estructuras internas? ¿Cuáles? Eso es Dumézil. Una cuestión y una encuesta. Cuesta admitir que una lengua nos hace, nos estructura, nos habita. Pero eso es lo que Dumézil dice y prueba. (HN)
Extracto de Civilizaciones comparadas, Cauces Editores / Fundación BBVA Continental, Lima, 2015, pp. 350-353.