Guillermo Vidalón

Estatismo y corrupción, ¡nunca más!

Los peligrosos lobos con piel de cordero

Estatismo y corrupción, ¡nunca más!
Guillermo Vidalón
14 de noviembre del 2018

 

Si el estatismo hubiese satisfecho las expectativas económicas y sociales de la población, Cuba sería un ejemplo a seguir para Latinoamérica. Lo cierto es que, tras más de sesenta años de su experiencia, la involución es ratificada por quienes se animan a visitar la isla. Pero la involución es más trascendente aún, porque ha quebrado la moral de la clase política cubana y de muchos países de la región.

No obstante el fracaso cubano, el discurso estatista ha sido un gran movilizador social y ha permitido que diversos caudillos arriben al poder haciendo uso del sistema democrático, ya sea a través del establecimiento de un partido único —que dice representar los intereses de todos— o mediante la “compra” de diversas organizaciones políticas para que, una vez en el poder, beneficien con ventajosos contratos a quienes los adquirieron. ¿Acaso esto no representa el mismo esquema del partido único? Una única fuente de decisión.

El caso brasileño resulta ejemplar para nunca más dejarse cautivar por propuestas de marketing político que terminan por encandilar a la ciudadanía, más allá de que se presenten enarbolando posiciones de un lado u otro del espectro político. El estatismo ha evolucionado en sus formas, pero sigue siendo el mismo lobo con piel de cordero.

El Partido de los Trabadores brasileño, bajo la batuta de Luiz Inácio Lula da Silva, devino en una organización que terminó por corromper a gran parte de la clase política latinoamericana, incluyendo a la peruana. Otra vez, en términos conceptuales el esquema es una única fuente de decisión que emplea diferentes rostros para encandilar a la ciudadanía y estafarla.

El gran riesgo que representan los esquemas de corrupción va más allá de soslayar las conductas éticas y morales. Terminan por arrasar con la confianza, dificultando el normal desenvolvimiento de las relaciones interpersonales, así como de los agentes económicos. En una sociedad donde la confianza es vulnerada de manera reiterada, su sistema financiero exige muchas más garantías a sus personas naturales y jurídicas; por lo tanto, sus emprendimientos, así como la generación de riqueza (para iniciar el ciclo positivo de inversión y empleo) se restringe, la dinámica de intercambios se frena y el empobrecimiento alcanza mayores dimensiones.

Ciertamente, la clase política peruana está muy comprometida en casos de corrupción, pero resulta indispensable para el funcionamiento de un país que no puede prescindir de la sociedad. Quizás sea necesario promover otros liderazgos, definir que el ejercicio de la política requiere también la acumulación de experiencias en el ejercicio de la función pública, y que debería empezar desde una regiduría en alguna municipalidad distrital para culminar en la primera magistratura del país; pero el hecho de que la legislación permita a algún improvisado dar el salto de garrocha hacia la presidencia ha resultado un riesgo enorme para los intereses del país.

En la trayectoria de un político se conoce su capacidad de gestión, su honestidad y su facilidad para transmitir y explicar decisiones de gobierno. Sin ello, el vínculo y la responsabilidad de la ciudadanía con la política se deteriora y el resultado es lo que tenemos en la actualidad.

 

Guillermo Vidalón
14 de noviembre del 2018

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