Raúl Mendoza Cánepa

Clamor popular

¿Es necesaria la reforma política?

Clamor popular
Raúl Mendoza Cánepa
04 de agosto del 2019

 

Juan es taxista o más precisamente uno de esos miles de profesionales que se dedican a “taxear” porque no tienen empleo. Trabaja doce horas y entre ansiedades y sedentarismo fue sumando triglicéridos y azúcar. Pero Juan no puede enfermarse porque lo suyo es el día y tiene dos hijos, tampoco tiene seguro ni tiempo que “perder”. Dice que ha llegado a una edad en la que es considerado “obsoleto” por las empresas. Es maduro, pero no viejo, y conoce más de máquinas que cualquier graduado con sesera. Juan ha sido destinado a concluir su existencia entre cachuelos y cortes de luz.

No entiende de política, lee las portadas en los quioscos y todo lo lleva a un solo punto: que el gran problema del Perú es la reforma política, esa que “medio mundo reclama”. Me interroga sobre el conflicto entre el Congreso y el Ejecutivo, le explico. Juan se lleva a la boca un genérico para la presión arterial. Comenta que ya no le hace efecto, pero que carece de dinero para una receta mejor. Sus hijos abandonaron la Universidad hace meses aguardando un viento mejor. 

“¿Y para qué me sirve esa reforma?”, pregunta bostezando y soltando una humareda de calor en la neblina. “democracia interna de los partidos, paridad, inmunidad… y ahora se trata de adelantar las elecciones para que tú…”. Juan cavila, no tiene idea de qué utilidad le reportan los cambios, pues seguirá siendo pobre y su infortunio seguirá siendo el mismo; y el Congreso seguirá siendo el mismo y el gobierno el mismo y el Perú el mismo. “Dicen que es el clamor popular”, prosigo. Me interpela, “cuál ‘clamor popular’”. Frena en seco. Lee el editorial de un tabloide: “Si las reformas no se realizan, las instituciones van camino a su destrucción y en ese clima podría aparecer ese antisistema que debemos evitar”. Acelera y pregunta: “¿Y si ese “clamor popular” se aplica también a la elección de ese antisistema? ¿Y si él sí se preocupa como yo por mis bolsillos? ¿Y por qué ese clamor popular no sería válido?”.

Juan murió hace semanas sin atención, tenía una pierna hinchada y amoratada, los ojos inyectados de una cólera antigua. Dicen que no dejó de taxear. Su indignación no tenía vínculo con la estructura política del Perú, sino con la falta de oportunidades para crecer. Abro el diccionario de la Real Academia y leo. “Clamor popular”: “1. m. Grito o voz que se profiere con vigor y esfuerzo. 2. m. Grito vehemente de una multitud”. Juan era multitud, solo que no tenía voz, tampoco tenía importancia.

Mientras observo al taxista que me lleva hoy, me pregunto por su vida, por su indignación y si es que su clamor es el mismo que callaba Juan, si no es acaso suya “la palabra del mudo” ribeyriana, la voz de los que no tienen voz; y si nuestra tragedia colectiva no es ser sino solo eso que fuimos en el XIX y el XX: “un país de desconcertadas gentes”. 

“Hace cinco años perdí mi trabajo”, musita Manuel. “Tengo tres hijos, dos de ellos sin trabajo”. “¿Cuál es el debate actual en el país?”, interroga mientras desliza los ojos por una portada cuyo contenido no comprende ni llegará nunca a comprender.

 

Raúl Mendoza Cánepa
04 de agosto del 2019

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