Cecilia Bákula
El perro del hortelano, una triste conducta habitual
La crítica barata y sin sustento a los proyectos de la Municipalidad de Lima

Convertido ya en un dicho popular, la expresión “perro del hortelano” refiere a la conducta de quienes, incapaces de hacer las cosas, no permiten que otros la realicen y menos que las disfruten. Y, lamentablemente, en nuestro medio la mediocridad de muchos los lleva a hacer una crítica, a veces sutil y otras descarada, a todo aquello que, o les supera por envidia o les sugiere una razón barata hacia aquello que ellos mismos no logran.
El origen de esa expresión aparece en una fábula, y luego fue incorporada por Lope de Vega para tipificar la conducta celosa y cargada de envidia de uno de sus personajes. Hoy en día, en nuestro medio, ese tipo de crítica maliciosa y cargada de la propia pequeñez e inferioridad de quien la expresa, busca minar cualquier iniciativa que no provenga de las propias canteras, por inacción, incapacidad y falta de voluntad de imaginativo servicio.
En los últimos días, la figura del alcalde de Lima ha sido objeto de severas opiniones tipo “el perro del hortelano” porque no llegan a ser críticas sustanciosas y concienzudas, sino, cual deporte urbano, opiniones ligeras lanzadas al aire, para que vayan calando y haciendo mella. Yo no pretendo avalar ni quitar mérito a todas las obras que emprende el actual burgomaestre, pero no puedo dejar de comprender que se han emprendido acciones que, en un futuro cercano, deberían mejorar, cuando menos, la caótica situación del sistema de transporte urbano, en el que la informalidad llega a niveles de alto peligro y descontrol.
Lo cierto es que con imaginación y buena voluntad (aunque no exento de posibles errores y consecuencias) el alcalde de Lima ha tomado, como se dice, el toro por las astas, para poder avanzar en iniciar y llevar a cabo soluciones a problemas que Lima padece desde hace muchos años, como por ejemplo la extensión de la Vía Expresa Luis Bedoya, un trabajo postergado por 50 años; es decir, medio siglo. Lima, nuestra querida capital es caótica, desordenada y carece de un plan coherente de expansión, urbanismo y desarrollo con servicios esenciales que, a mi criterio, se agrava no solo por la informalidad sino por el hecho de que muchos alcaldes distritales se creen reyezuelos en su jurisdicción y porque otros, son del todo incapaces. Lima carga con una mochila de rémora y desatención de muchos años que, en la medida de lo posible, está tratando de dar pasos eficientes.
Ante todo ello, la crítica barata y sin sustento y la oposición como ejercicio de libertinaje y destrucción de lo que pueda proponerse, va calando, querramos o no y nos acostumbramos a ver lo malo, por grande o pequeño que eso sea, sin ser capaces de tener una visión respetuosa al esfuerzo y a lo positivo que de todo esto hay.
Y por más que la Municipalidad Metropolitana ha lanzado comunicaciones para desbaratar las críticas inconsistentes a todo el empeño del tren hasta Chosica, nada quita la envicia que, al final, no tiene en cuenta las necesidades de quienes día a día se someten, por necesidad y porque no hay otra alternativa, a un transporte lento, peligroso, informal y descontrolado en calidad y seguridad, porque la autoridad, no ha sido capaz de proponer alternativas. El tren que deberá iniciar sus operaciones en breve, será de inmenso alivio para quienes viven en todo el inmenso sector del Este de la ciudad, en el que habita una inmensa población y fuerza laboral que requiere ser atendida con transporte digno y seguro. Es evidente que quienes elevan esa crítica barata no son usuarios de las combis que van por la Ramiro Prialé o por la mal denominada Carretera Central; ellos son hábiles para encontrar la sin razón porque no resisten que se les enrostre soluciones que, sin ser las mejores ni ideales, son una respuesta necesaria.
Y, a ello se suma la lentitud y lenidad, incompetencia y falta de empatía del sector transporte que, valgan verdades es una de las áreas de gobierno más deficiente y con mayores muestras de incapacidad y aun así, se permite mostrar dejadez y poca atención a los urgentes temas que, puntualmente requieren de su atención, respecto a los trenes Caltrain que darán servicio en la ruta Callao – Lima – Chosica. Quizá no es la mejor solución, pero los responsables de la infraestructura en transportes y vialidad no dan luces y el atraso que tenemos como país en esa materia, es clamoroso.
Y en todo vemos cómo la actitud del “perro del hortelano” se presenta como una forma de ser que solo muestra la pequeñez de quienes la exhiben y su plena desatención y despreocupación a los problemas que se pretende atender. No digo que sea la mejor solución; digo que este país necesita más hacedores y menos criticones; más honrados y menos amigos de lo ajeno, más honestos y menos adictos al mero “cumpli-miento”.
Pensando en los futuros usuarios de ese medio de transporte pienso que se da un paso gigante hacia la conectividad y el dar servicios dignos a muchos ciudadanos porque el respeto al otro, al que es tan ciudadano como yo, parte de que se le dote de los servicios básicos como agua, luz y transporte. Lima requiere de un plan de ordenamiento para enfrentar el futuro con soluciones y, en cualquier caso, no se trata solo de la voluntad de un burgomaestre, sino de la obligación del Estado en todos sus niveles, de dar atención a aquello que puede marcar la diferencia entre condiciones de vida aceptables y dignas y el estado de postergación y pobreza ante la mirada, muchas veces ciega e indiferente, de quienes tienen la responsabilidad de dar atención.
La crítica sana y propositiva ha de ser bienvenida; la postura de tanto perro del hortelano, no puede ser aceptada.
COMENTARIOS