Jorge Varela
Rerum Novarum
Concordia y deberes de justicia

Después de la elección del Papa León XIV (Gioacchino Pecci), la atención de creyentes y no creyentes se ha volcado hacia León XIII y su famosa encíclica “Rerum Novarum”, dada en Roma el 15 de mayo de 1891. En ella se abarca a través de 78 párrafos la denominada cuestión obrera, cuando el siglo XIX estaba llegando a su término y en el horizonte mundial había grandes nubarrones de discordia. Este documento histórico contiene el haz de luces evangélicas que con el tiempo se ha convertido en el núcleo germinal de la doctrina social y económica del catolicismo, actualizada y puesta al día por los sucesores de Pedro.
La cuestión obrera
En un lenguaje directo y contundente Gioacchino Pecci expone los motivos para tratar el problema obrero, su naturaleza y causas, el remedio de los socialistas de raíz marxista para dirimir la cuestión y la solución propuesta por la Iglesia a través de su doctrina extraída del evangelio cristiano.
León XIII sostiene que los obreros “poco a poco han ido quedando solos e indefensos”; junto a ello “los contratos de las obras y el comercio de todas las cosas están casi del todo en manos de pocos”. Y aquí viene el juicio categórico y fuerte, suscrito y aplaudido hasta hoy, por los hijos, sobrinos y nietos ideológicos de Karl Marx: “unos cuantos hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud innumerable de proletarios un yugo que difiere poco del de los esclavos”.
El remedio socialista marxista
Lo anterior no es óbice para denunciar que “los socialistas después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla con la colectiva”. “El remedio que proponen pugna abiertamente con la justicia; porque poseer algo como propio y con exclusión de los demás es un derecho que dio la naturaleza a todo hombre”. La postura de León XIII es que este remedio es injusto, perjudicial para el obrero y además subversivo. “Debe el hombre tener dominio, no solo de los frutos de la tierra, sino además de la tierra misma. Ni hay para qué se entrometa en esto el cuidado y providencia del Estado, porque más antiguo que el Estado es el hombre”.
Remedios que la Iglesia proporciona
Más adelante la encíclica señala que la naturaleza ha puesto en los hombres, muchas desigualdades. “No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud, ni las fuerzas; y a la necesaria desigualdad de estas cosas síguese espontáneamente la desigualdad en la fortuna. En la sociedad civil no pueden ser todos iguales, los altos y los bajos”.
A partir de esta precisión esclarecedora, lo que plantea es la concordia de clases y el tema central de las relaciones entre el capital y el trabajo. “Lo que verdaderamente es vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres, como si no fuesen más que cosas, para sacar provecho de ellos”.
Enseguida expresa que la naturaleza ha ordenado en la sociedad civil “que aquellas dos clases (patrones y asalariados) se junten concordes entre sí, y se adapten la una a la otra de modo que se equilibren. Porque sin trabajo no puede haber capital, ni sin capital trabajo”.
Deberes de justicia
León XIII, quien firmó 85 encíclicas durante sus 25 años de pontificado, no fue un Papa ambiguo en tiempos difíciles para el mundo. Su pensamiento lúcido no suscita dudas cuando advierte a los ricos que “ha de llegar un día en que darán… severísima cuenta del uso que hicieron de sus riquezas”. O cuando afirma que “el principio fundamental” de la doctrina de la Iglesia, es que “se debe distinguir entre la justa posesión del dinero y el uso justo del mismo”. Luego agrega citando parte de la “Suma Teológica”: “lícito es que el hombre posea algo como propio. Es, además, necesario para la vida humana”. Más si se pregunta qué uso se debe hacer de esos bienes, la Iglesia, sin titubear, responde: en cuanto a esto “no debe tener el hombre las cosas externas como propias, sino como comunes; es decir, de tal suerte, que las comunique con otros, cuando éstos las necesiten. Por lo cual dice el apóstol manda a los ricos de este siglo que den y que repartan francamente”.
Un nuevo orden social
León XIII estaba muy consciente de su responsabilidad al momento de difundir su encíclica social. Tanto es así, que hace 134 años dio a conocer los errores y peligros del socialismo colectivista materialista y las consecuencias de un liberalismo económico ignorante de los deberes sociales. Hoy cuando “el estado turbio de las cosas” nos está conduciendo por caminos quizás más duros y abruptos que los de fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX y el fuego intenso de otra gran conflagración se siente ya en el aire, ha arribado el momento de actualizar el mensaje contenido en dicho documento y proponer la arquitectura de un nuevo orden social. Aunque -digámoslo sin temor-, no habrá restauración social ni paz, sin orden moral y buena voluntad, cualquiera fuere la fuerza de los vientos en contra.
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