Raúl Mendoza Cánepa
Bolognesi, símbolo de la plaza
La vieja polémica en torno a su monumento

Es interesante seguir la serie de audios del documentalista Luis Enrique Cam. No solo presenta las grandes gestas nacionales, sino que les da voces, emoción, nervio. La más reciente nadie se la puede perder porque nos exhibe al héroe, al coronel Francisco Bolognesi, en todo su coraje, poniendo a la patria por encima de todo y defendiendo con su vida la bandera que amó. Escúchenlo aquí (*).
Dada la enorme superioridad militar del invasor chileno, Bolognesi y su tropa sabían que sin los refuerzos pedidos iban a morir, y que confrontar a sabiendas de lo que se venía era la honra de un militar patriota. En la última carta que dirige a su esposa allí mismo desde la casa azul junto al morro, el 22 de mayo de 1880, le solicita: “Nunca reclames nada, para que no crean que mi deber tuvo precio”. En la gratuidad está el héroe, en la defensa de su pueblo, su tierra y sus símbolos, en lo que deja, como el teniente coronel Juan Valer en la operación Chavín de Huántar (lean la carta que dejó).
Mil doscientos militares peruanos contra seis mil chilenos bien armados. No había retroceso porque el héroe es aquel que deja la vida por algo más grande que él. No espera nada porque lo suyo es el deber. Así, tras consultar con sus oficiales, Bolognesi le responde al emisario chileno en la plaza, que le hace ver que su batalla es inútil y suicida: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”. El chileno enmudeció porque no esperaba tal grandeza.
Esa es la imagen de Bolognesi, la que está hoy como desde el gobierno de Odría en la plaza que lleva su nombre. Combativo, enhiesto, con el símbolo de su causa en alto, con el pecho al cielo, avanzando. Hace algunas semanas a algunas autoridades se les pasó por la mente que esa figura heroica que inspira a la plaza debía reemplazarse por la estatua que le antecedió, la de 1905, esa que más allá de su valor artístico nos muestra a un militar desvaneciéndose, con esa “mansedumbre pasiva” que refería González Prada y que no se correspondía con la verdadera gesta. El héroe nunca es derrotado, solo lo es cuando traiciona su causa fundamental. Hace un par de años, en el Real Felipe, contemplé la estatua de Querol, la antigua, y no correspondía a la imagen por la que los héroes de Arica quisieran que los recordemos.
Vale poco lo que digan los funcionarios ediles o cualquiera que se valga de expresiones como esta: “La restauración de un bien integrante del patrimonio cultural implica la restitución de sus valores artísticos, empleando una metodología de intervención que se enmarca en la legislación peruana y las recomendaciones de la UNESCO”. Importan un carajo las recomendaciones de la UNESCO, importa poco lo que diga un historiador que ve el metal trabajado y no el significado: “Agustín Querol ganó un concurso donde se presentaron cientos de candidatos y la estatua de Francisco Bolognesi forma parte de un conjunto escultórico” ¿Y? Querol creyó que esculpía para un mausoleo.
“¿Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad? ¿Qué será de nuestra hija y de su marido, que no me podrán ver ni sentir en el hogar común?” escribe Bolognesi sabiendo que no había retorno. Lo imagino avanzando sobre las líneas enemigas con las balas silbándole cerca mientras empuña el revólver con el rostro en alto, febril y a tiro de bala. Los héroes no mueren ni se desvanecen en la memoria de su pueblo. Felizmente la ministra de Defensa “no comparte” la idea de cambiar la actual estatua de nuestro héroe”, ese que nos inspira y nos hace sentir acompañados cada vez que pasamos por allí.
(*) https://open.spotify.com/episode/4IR7whV9x0qpfmYvMMptT7?si=uCXeI4QRS2aO6nc6e4V3WQ)
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