Raúl Mendoza Cánepa

A donde el viento te lleve

Con destreza y visión todo es posible

A donde el viento te lleve
Raúl Mendoza Cánepa
01 de noviembre del 2020


“Ve a donde el viento te lleve”, decía mi padre, con la certeza de que el destino es quien toma la partida, “lo que importa es que persigas lo que amas”.
Virtú e fortuna, decía Maquiavelo. 

Estudié Derecho porque un amigo de la familia, un viejo congresista, inyectó mis oídos con esos incesantes debates que podía atisbar escondido desde una galería parlamentaria cuando recién terminaba el colegio. Cada escaño era una trinchera y la palabra del orador una metralla. No en vano elegí Derecho en la PUCP, y no en vano tomé todos los cursos electivos de Constitucional y de “politología”; y no en vano oficié mi entrada en la política como el primer cachimbo con carnet partidario. Desde luego, el tiempo remueve las cosechas y como en la virtú e fortuna (la perpetua lucha entre la voluntad y el azar) años después y tras dura brega conocí a unas personas que habían formado un partido liberal y por este llegué a una organización que me abrió la puerta y seis años después la oportunidad de candidatear al Congreso. 

No se logró. “No se hace política sin plata”, decía un amigo que me vio clavando paneles con la ayuda de familiares y amigos, mi único capital era la gente. Varios partidos llegaron lejos con ayuda “extraña”, el mío no se movió por falta de dinero. Una palanca (decía Arquimedes para la física, el dinero para la política) mueve al mundo.

“Ve a donde el viento te lleve”, la frase siempre volvía y volvió cuando perdimos la elección y volvió con más fuerza cuando la segunda vuelta fue de Ollanta Humala, a quien entonces creía una amenaza para la democracia. Trabajaba en una institución que casi ya no tenía cómo pagarnos en el futuro inmediato, solo vi el abismo. El día de la victoria nacionalista caminé varios kilómetros con la frase del viejo retumbando, pero ¿hacia dónde soplaba el viento? De hecho, la política dio a su fin y, además, pronto tendría que buscar empleo. Durante meses cada día era un eco del anterior. Caminaba tanteando las posibilidades del futuro con más crispación que respuestas. “Tanto hacer durante tanto tiempo para tan poco”. 

El viento no tiene orientación matemática. Me llevó, sin proponérmelo, a cargos que no sabía que habría de tener y situaciones donde no sabía que habría de llegar. Aquel 2011, Humala asumió el mando mientras el viento seguía haciendo de las suyas. Una mañana de diciembre de ese año, recibí un mensaje inesperado, me invitaban a integrar el staff de Opinión del diario El Comercio. Virtú e fortuna. “Vas donde el viento te lleva, con la perplejidad de quien no conoce los rumbos”. Cinco años después, así, tan imprevisto como entré, salí. Nunca hay causas cuando el viento aparta el rumbo y perdemos el faro. Nada hay de ilegítimo cuando te planteas, ya en el barco, llegar algún día ser su capitán o director, como me lo planteé con la ingenuidad legítima de quien empieza a odiar al viento inestable. Con destreza y visión todo es posible; pero vuelve el viejo con su pronunciación infinita: “ve allí donde el viento te lleve”.

 

P.S Mi pesar por la partida de un gran actor, Ricardo Blume, de quien sorbí el intimismo y la filosofía de sus columnas en el decano (que hoy releo en un libro), columnas allá lejos los jueves, como la bruma y el viento.

Raúl Mendoza Cánepa
01 de noviembre del 2020

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