Dante Olivera
De los espíritus totalitarios en la universidad
Las polémicas elecciones para la Federación Universitaria en San Marcos

Voltaire, hace casi 300 años, decía que debíamos defender el derecho de otros a decir lo que piensan, incluso si es totalmente contrario a nosotros. Hoy la consigna podría reformularse en “no estaré de acuerdo con tu voto, pero defenderé tu derecho a elegir”. Lamentablemente esto no es algo que se pueda practicar en muchos espacios universitarios.
El pasado viernes 6 de junio se dieron las elecciones para la Federación Universitaria de San Marcos, en las que se presentaron dos listas diametralmente opuestas: una que era gremialista y seguía, a grandes rasgos, lineamientos de izquierda; mientras que la otra tenía más simpatía con, digamos, posiciones más moderadas o de derecha. La expectativa era alta, pues se daban unas elecciones cruciales en el contexto de crisis para el autodenominado movimiento estudiantil que podían definir el rumbo de esta de manera contundente.
Posteriormente al día de las votaciones se comenzó el escrutinio por parte de un muy cuestionado Comité Electoral. La expectativa general es que la lista 2 podía ganar a la lista 1. Nuevamente una lista de “izquierda” podía perder la FUSM.
Pasando las horas, como es harto conocido, se hacía notar la diferencia y superioridad de votos de la lista 2, lo cual, en parte, reflejaba las preferencias del estudiantado que acudió a las urnas. Es en este contexto de superioridad de votos, que el Comité Electoral tiene algunas cuestionables actuaciones, todas ellas con la intención evidente de favorecer a la lista 1.
Así, la acción más significativa y arbitraria que se cometió fue anular de manera total una mesa, la mesa de Contabilidad, donde la lista 2 tiene una mayoría casi absoluta de votantes. Según el propio Comité, la razón fue que “ellos mismos no habían podido garantizar la integridad de las elecciones en esa mesa, razón por la cual pedían perdón, pero se debía proceder a anular toda esa mesa”. Semejante razonamiento es el siguiente: yo cometí un error, así que producto de este error mío, procedo a anular una mesa en favor tuyo, para beneficiar a la lista por la que tengo afinidad.
Ante estas actuaciones parciales y carentes de toda racionalidad y razonabilidad, uno esperaría que no haya apatía estudiantil: se debe denunciar todo acto irregular, sin importar el color del partido. Sin embargo, esa no fue la reacción de muchos estudiantes.
Hubo entonces una tensión entre los propios estudiantes, ¿se debería defender el voto de toda una mesa (caso 300 votos) a pesar de que esto “no beneficie al movimiento estudiantil”? Grande fue la sorpresa mía y de varios cuando salieron a la luz los espíritus totalitarios y propios de una sociedad cerrada de muchos compañeros gremialistas: solo se debe defender el voto de los que piensan como yo, de los de mi tribu, incluso si estos votos son parte de la autonomía gremial y desean escoger una posición distinta en el gremio.
Esta posición totalitaria (del Comité y de muchos estudiantes) no se queda solo en la universidad, sino que puede extenderse más allá. ¿Qué pasa si esas personas salen al mundo profesional, ocupan una posición de poder o copan los órganos del Estado? ¿No harían, acaso, lo mismo? Sin duda, repetirían la mítica frase de “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley” que tanto daño ha hecho a nuestro país desde los inicios de la república.
¿Qué hacer? A mi juicio, solo queda librar, día a día, una batalla intelectual frente a estos pensamientos totalitarios. Aquella que puede dar pie a una genuina revolución cultural en el arquetipo de los estudiantes. No digo que estas ideas se extingan (lo cual es imposible), pero sí que sean tan ínfimas que no puedan, a futuro, causar un daño a los individuos ni a la sociedad.
Como decían, lo importante no es saber hacia dónde se dirige la historia (la universidad), sino hacia dónde nosotros (los estudiantes) la dirigimos.
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