Pregunta para la oposición: ¿qué viene después de la anarquía?

A estas alturas es incuestionable que todos los activos institucionales, económicos y sociales que el Perú construyó en las últimas tres décadas comienzan a implosionar bajo el escenario general del frenazo económico. Si tuviésemos que desarrollar un análisis reduccionista del modelo peruano de los últimos años, habría que señalar que se caracterizó por una perpetua crisis política e institucional y el fracaso de todos los proyectos intelectuales, políticos y partidarios. Por el contrario, la economía, el crecimiento y la reducción de pobreza se convirtieron en el fierro y el cemento de la estabilidad política -institucional.

En otras palabras, la política fracasó en todos los sentidos y la economía se convirtió en la base de la estabilidad de dos décadas y cuatro elecciones democráticas sucesivas. Y los resultados económicos y sociales construyeron el mejor momento de nuestra historia republicana: el PBI se triplicó y la pobreza se redujo del 60% de la población a solo 20%, y las clases medias se expandieron como nunca en la historia. 

El motor del mayor acontecimiento económico y social de nuestra historia republicana fue la inversión privada: la extranjera, la nacional, la formal, la informal y la micro inversión. Del total invertido en el Perú el 80% fue aporte privado, y del total de la gigantesca reducción de pobreza el 75% fue aporte privado. Por cada punto del PBI se creaban 90,000 empleos y el Perú parecía encaminarse hacia adelante.

Sin embargo, todo eso ha cambiado radicalmente desde la llegada al Gobierno de Pedro Castillo y los anuncios de la asamblea constituyente y la nacionalización de los recursos naturales. El crecimiento de la inversión privada se ha desplomado y, como todos sabemos, para seguir reduciendo la pobreza el emprendimiento privado necesita crecer. No hay otra manera.

El gobierno de Perú Libre entonces ha herido de gravedad el modelo; es decir, al único pilar que sostenía la estabilidad institucional, considerando el fracaso general de la política y las instituciones. Y si a este factor definitorio le agregamos la colonización del Estado por centenares de activistas de Perú Libre –sin ninguna formación profesional ni técnica– es incuestionable que el frenazo económico avanza paralelamente al colapso de los servicios públicos en el país.

Sin embargo, el desplome de las instituciones, la política, la economía y los servicios públicos se desarrolla en medio de la caída libre de la popularidad del Gobierno de Pedro Castillo. 

Por estas consideraciones, es necesario señalar que la destrucción del Perú no avanza hacia la soñada asamblea constituyente de los comunistas, sino a la anarquía en general. Semejante situación se grafica en el colapso de los servicios públicos, en el desborde de la criminalidad en las ciudades y en el imperio de las minorías radicales y violentistas en las zonas mineras.

En este contexto vale preguntarse, ¿hacia dónde avanza el Perú? Como es casi imposible explicarle a la gente por qué tres décadas de crecimiento se frenan apenas a meses de gestión, el Ejecutivo comienza a desmoronarse. Sin embargo, la crisis política se empantana en un equilibrio destructivo porque la oposición y el Congreso no han sido capaces de construir una alternativa frente a la crisis general de gobernabilidad.

Si bien es cierto el Perú carece de líderes y partidos políticos, es hora de que la oposición, dentro y fuera del Legislativo, organice una salida a través de una propuesta unificada de nueva mesa directiva del Congreso, un cronograma de transición política electoral y un paquete de reformas constitucionales y legales que nos permitan superar la tragedia institucional que enfrentamos. 

De lo contrario, el Perú no solo implosionará, sino que comenzará a desmembrarse territorialmente.