¡Ola de indignación desencadena renuncia de Béjar!

Una ola de repudio nacional se levantó en el país frente a las declaraciones de Héctor Béjar acerca de que la Marina de Guerra del Perú inició el terrorismo en el Perú. Las calles de Lima y los alrededores de Torre Tagle se llenaron de ciudadanos que protestaban, mientras en el Congreso se presentaba un pedido de interpelación a Béjar y se daba por descontado una inevitable censura del Canciller, quien había dejado entrever que el país dejaba el Grupo de Lima para sumarse al eje chavista en la región. 

La sangre no llegó al río, Béjar presentó su renuncia y el presidente Castillo se la aceptó. De esta manera el Gabinete Bellido tuvo su primera baja antes de presentarse ante el Congreso, en medio de protestas que siguen aumentando.

La administración Castillo en 15 días de gestión ha sumido al país al borde de un enfrentamiento político y social sin precedentes. Cada día y hora que se suceden parecen acumular una tensión que puede explotar en cualquier momento. Semejante escalada de enfrentamientos se originó con el discurso de Fiestas Patrias de Castillo, en el que anunció la convocatoria de una constituyente y la designación del Gabinete Bellido, en que el propio presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, y otros ministros son cuestionados por sus polémicas declaraciones frente al terrorismo. Es decir, por las mismas razones que levantaron la ola de protestas contra Béjar y siguen desatando enormes movilizaciones populares.

A nuestro entender, la única manera de recuperar la paz social en el Perú pasa por retirar la propuesta de la asamblea constituyente y designar un gabinete de ancha base, que exprese la voluntad de reconciliar a los peruanos, hoy extremadamente polarizados luego de las elecciones nacionales. Si no se enmienda este rumbo, cualquier decisión que se tome en aras de la gobernabilidad solo postergará la crisis y los enfrentamientos.

El Gabinete Bellido podría, por ejemplo, conseguir la confianza de parte del Congreso. Sin embargo, este resultado solo formaría parte de una estrategia de la mayoría legislativa que busca aplazar la disyuntiva entre la vacancia presidencial y la disolución del Congreso, que parece buscar el nombramiento del actual equipo ministerial. En otras palabras, se buscaría aplazar la batalla final en busca de los votos necesarios. 

Por estas consideraciones, afirmamos que si se pretende recuperar la paz social y un clima a favor de la gobernabilidad, la administración Castillo debe retirar la propuesta de la asamblea constituyente, debe convocar un gabinete de unidad nacional e, igualmente, debe abandonar el proyecto de extender las rondas campesinas en todo el territorio nacional. Asimismo, la bancada de Perú Libre debe abandonar la idea de que se pueden presentar proyectos de reforma constitucional para derribar todo el régimen económico consagrado en la Constitución Política como si estuviésemos en época revolucionaria.

Lo que está sucediendo en el país luego de la proclamación de Castillo es un fenómeno sumamente extraño. De pronto, han emergido las movilizaciones ciudadanas, democráticas y pacíficas, más grandes de las últimas décadas, que exigen el respeto a la Constitución, la defensa de las libertades políticas y económicas, el respeto a la propiedad privada, los contratos y una legalidad que Perú Libre y la administración Castillo parecen ignorar.

De súbito el Perú se asemeja a uno de esos países que despertaban de una larga noche totalitaria y de pobreza en la vieja Europa del Este. De repente las familias, los abuelos, los padres, los hijos y los nietos, se ponen la camiseta nacional y deciden hacer política activa en defensa de las libertades, mientras las discusiones contra los progresismos, los comunismos y los colectivismos se multiplican de aquí para allá.

Todo indica, entonces, que la gran batalla por la democracia de Sudamérica se definirá en el Perú. Y estamos seguros de que ganará la libertad.