La comisión de Constitución del Congreso de la R...
En el Perú y el mundo el mal uso de las encuestas (herramientas valiosas en el mundo moderno) para dirimir entrampamientos del sistema republicano comienza a ser recurrente, sin reparar que se podría abrir las compuertas de un despotismo sin precedentes. Por ejemplo, planteamos una pregunta: si se desarrollara una encuesta sobre quiénes están a favor de un sueldo mínimo vital de US$ 1,000, ¿acaso alguien dudaría que el 90% de los encuestados respaldaría semejante propuesta? Sin embargo, todos sabemos que la economía se destruiría en el acto y la ilusión pasajera desataría la pobreza más extendida.
En ese sentido, vale interrogarse si cuando señalamos porcentajes de los encuestados a favor de adelantar elecciones, cerrar el Congreso o instalar una constituyente, ¿acaso no estamos poniendo por delante una mayoría circunstancial decidiendo el futuro de una república que para ser tal debe perdurar en el tiempo?
¿Por qué planteamos semejantes preguntas? Porque el uso de las encuestas para registrar humores pasajeros o mayorías circunstanciales en la sociedad, de una u otra manera, acabaría con la libertad, el sistema republicano y la continuidad de las instituciones. Se instalaría un despotismo desconocido, no imaginado.
Al respecto vale recordar que, desde los clásicos griegos, la idea de una república giró alrededor del concepto de una comunidad política que buscaba el bien común. Sin embargo, para llegar al bien común una república –como la comunidad política de todos los estamentos de la sociedad– tenía que proponerse controlar el despotismo de uno (tiranía), de pocos (oligarquía) y de muchos (democracia). De allí que los clásicos del sistema republicano establecieran que solo la continuidad de las instituciones expresaba directamente el control de todas las formas de despotismo.
Mirando las cosas a la distancia, la República de Roma fue la república más longeva de la humanidad porque el sistema representaba a patricios y plebeyos a través de instituciones que perduraron durante más de cuatro siglos y medio. Sin embargo, un general victorioso en Las Galias atravesó el Rubicón aplastando a las instituciones romanas. Julio César utilizó “la encuesta de su tiempo”: el apoyo circunstancial de los plebeyos. Otra de las repúblicas más longevas es la república de Inglaterra, con más de tres siglos de continuidad institucional; y después está la república de Estados Unidos, con más de dos siglos de continuidad.
La característica principal de cualquier sistema republicano, entonces, es el control del despotismo de uno, de pocos y de muchos. No obstante, la historia de la humanidad nos ha demostrado que un despotismo siempre va acompañado de varios despotismos. La revolución francesa arrasó con todas las instituciones de la época e instauró el despotismo de muchos, convirtiendo a Europa en un gigantesco cementerio rodeado de océanos de sangre. La revolución bolchevique inauguró un despotismo de pocos (el partido comunista) apoyado por el despotismo de muchos (la insurrección de las masas en Petrogrado y Moscú). Y, finalmente, el nazismo consolidó el despotismo moderno de uno (Hitler) con el respaldo del despotismo de muchos (el incondicional apoyo de la población de entonces).
Todas estas tiranías, todos estos despotismos, todos estos totalitarismos, utilizaron “las encuestas de sus respectivos tiempos” (en sentido figurado) para registrar mayorías circunstanciales y entronizar una tiranía y acabar con las instituciones. Salvando las distancias con los tremebundos procesos mencionados, el golpe de Fujimori del 5 de abril de 1992 y el golpe de Vizcarra de septiembre de 2019, igualmente se hicieron invocando encuestas modernas a favor de esos quiebres institucionales. Lo mismo pasó en Venezuela y en todos los regímenes chavistas.
Hoy todos los pueblos que fueron “encuestados” para respaldar tiranías o arbitrariedades llevan el arrepentimiento en el alma nacional y nunca más aceptarían una nueva encuesta para validar una salida que interrumpa los cursos institucionales.
Argumentar entonces a favor del cierre del Congreso o de respaldar la instalación de una asamblea constituyente en base a encuestas, tiene un linaje que recuerda la magia de los bolchevismos y los fascismos. De allí que ningún demócrata, ningún defensor del sistema republicano, debe aceptar el argumento de las encuestas que solo registran mayorías circunstanciales para justificar una salida al margen de la Constitución.
La república sobrevivirá si sobrevive a las mayorías circunstanciales. No hay otra.
COMENTARIOS