El sistema político en el Perú padece un grave v...
El Congreso de la República aprobó por amplia mayoría el proyecto de ley del congresista Jorge Montoya que deroga el Decreto Supremo 013-23 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) que establecía el “Oficial de la Igualdad” en todas las dependencias del Estado con el objeto de evaluar cómo se aplica las teorías de género en el aparato estatal. Asimismo, la señalada norma deroga también el Decreto Supremo 010-2022 MIMP que obligaba a los funcionarios y servidores públicos a recibir talleres de adoctrinamiento en los temas de género.
Felicitaciones al Congreso, entonces, por esta decisión que cancela esta clara intención de organizar una policía política que fiscalice qué entidades no aplican el espinoso tema del género. El asunto parece inocuo, pero tiene una enorme connotación considerando las revoluciones culturales que desarrolla el wokismo en las sociedades occidentales en general.
Sin embargo, ¿cómo es posible que desde el gobierno de Dina Boluarte, un gobierno vilipendiado por el progresismo, se apliquen estas recetas? Una vez más la respuesta está en los triunfos culturales de la izquierda, que ha impuesto el sentido común acerca de que nuestra sociedad es patriarcal y excluyente de las mujeres en la política y la economía. Una sociedad excluyente que las izquierdas identifican como capitalista y opresiva de las minorías en general, entre ellas las mujeres.
Bajo este prisma, la ideología de género o el enfoque de género se convierte en la propuesta de la cuota de género en el Estado, en la empresa y en la sociedad. De esta manera no se trata de elegir o designar a los mejores en base a criterios meritocráticos, sino que se busca avanzar más allá de la igualdad y la libertad con la llamada “equidad”, que repara injusticias y exclusiones estructurales. Si no hay equilibrio entre hombres y mujeres, entonces no hay equidad.
Una de las cosas más paradójicas de las oenegés que promueven la ideología de género y desarrollan “criterios de equidad” en base a cuotas es que casi todas ellas son anticapitalistas, porque identifican el capitalismo con la hegemonía patriarcal del hombre blanco. Decimos que es una de las cosas más curiosas porque el capitalismo es el único modelo económico que ha ampliado hasta el límite las posibilidades de independencia económica de las mujeres y de su inserción en el sistema económico. Con el desarrollo de la revolución industrial sobrevino la producción en serie, que necesitó del trabajo mecanizado sin emplear la enorme fuerza que se requería para la agricultura y la ganadería. De esta manera las mujeres encontraron la oportunidad de trabajar fuera del hogar con la demanda masiva de la producción industrial de entonces.
Detrás de la propuesta de los oficiales de la igualdad y de la ideología de género también está el proyecto de ir construyendo un sistema de representación identitario que reemplace a la tradicional democracia representativa basada en un ciudadano un voto. Si se impusiera el oficial de la igualdad en el Estado, tarde o temprano, se reforzarían los criterios compulsivos de los temas de género sobre las empresas privadas y el sistema político y los partidos –que ya implementan parte de estos criterios– se teñirían de estos absurdos criterios que destruyen la meritocracia y la reemplazan por la cuota.
Las mujeres en el Perú no necesitan de la tutela de las oenegés de izquierda para seguir avanzando en la política, en la economía y en la sociedad. En nuestro país las féminas han disputado varias segundas vueltas presidenciales, han llegado a la alcaldía y la propia presidente Boluarte es la primera mujer en ocupar la jefatura de Estado. Por otro lado, en los miles de mercados populares y emergentes de Lima y las demás ciudades del país más del 70% de los negocios están dirigidos por mujeres.
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