Castillo y Bellido pretenden copiar el fracaso boliviano del gas

El ensayo bolivariano sobre la nacionalización y expropiación de los yacimientos del Gas de Camisea –que acaban de protagonizar el presidente Pedro Castillo y el presidente de Consejo de Ministros, Guido Bellido– es una copia fiel de la política petrolera que aplicó Evo Morales en Bolivia. Si la política gasífera de Morales no se cambia radicalmente, todos los especialistas señalan que, en menos de diez años, el país altiplánico tendrá que importar gas. Es decir, el mismo fracaso de Venezuela que ya no se puede abastecer de petróleo.

Pero no solo se trata de que el gobierno de Castillo pretende asumir una estrategia fracasada en Bolivia, sino que existe una irresponsabilidad gigantesca: el nuevo ensayo expropiador del gas, simplemente, ha eliminado la posibilidad de nuevas inversiones en el 2022. Todo indica entonces que la inversión privada no crecerá el próximo año, que el PBI tampoco se expandirá y, por consiguiente, la pobreza volverá a aumentar.

Sin embargo, ¿por qué Bolivia –al igual que Venezuela– puede tornarse en país importador de gas en unos años si es que no se cambia la política de Morales por otra a favor de la inversión privada? Porque desde la llamada nacionalización de los campos gasíferos en el 2006 no se ha descubierto un solo nuevo pozo de hidrocarburos.

Con la llamada nacionalización del gas, las corporaciones gasíferas en Bolivia fueron obligadas a renegociar los contratos –tal como lo pretende hacer el gobierno de Castillo– y se convirtieron en empresas de servicios que exploraban y explotaban los campos de gas. El único dueño del commodity era Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Desde el 2006 al 2014, los altos precios del gas crearon la ilusión de que la política petrolera boliviana funcionaba. Sin embargo, las empresas privadas se convirtieron en simples prestadoras de servicios, redujeron costos y renunciaron a la exploración. YPFB, ya sea por falta de capacidad técnica o por falta de recursos fiscales, no exploró exitosamente ningún nuevo yacimiento de gas. El resultado: Bolivia avanza a convertirse en importador neto de gas.

El llamado modelo boliviano es una quimera de las corrientes comunistas y bolivarianas en la región. Hasta el 2014 Bolivia crecía en 5% anual por los altos precios de los minerales y el gas, y representaba la tercera economía en expansión luego de Uruguay y Perú (que crecían sobre el 6%). Sin embargo, después de los precios altos de los minerales a los bolivianos les llegó la llamada “maldición de los recursos naturales”.

Sin inversión privada significativa y con altos niveles de gasto, Bolivia se quedó sin recursos. El déficit fiscal se disparó a cerca del 8% del PBI y la deuda pública sobrepasó el 50% del PBI antes de la pandemia. Hoy, el país altiplánico sigue en apuros por la falta de inversión privada.

El cuento del éxito del modelo boliviano es un relato más de las corrientes comunistas en la región. Perú y Bolivia casi tienen la misma extensión territorial. Sin embargo, el PBI del país altiplánico apenas es de US$ 40,000 millones; es decir, algo menos de una quinta parte del PBI del Perú, que suma US$ 220,000 millones. En cuanto a la pobreza, Bolivia tenía cerca del 40% de su población en pobreza antes de la pandemia y el Perú había logrado reducir este flagelo a cerca del 20%.

Planteada las cosas así, ¿cuál es el objetivo del gambito nacionalizador de Castillo y Bellido? La respuesta es una sola: ganar popularidad para quebrar el sistema constitucional e iniciar una ola de expropiaciones en el Perú.

De alguna manera, el Ejecutivo ha hablado con claridad. El Perú entonces tendrá que defender su Constitución y las libertades. O de lo contrario, tendrá que renunciar a la libertad y la prosperidad por varias décadas.