Editorial Economía

El ajuste del modelo económico peruano en el 2026

Reflexiones para un debate crucial en la próxima campaña electoral

El ajuste del modelo económico peruano en el 2026
  • 24 de noviembre del 2025


En la Argentina –luego de los éxitos económicos de Javier Milei en la reducción del déficit, crear superávit fiscal y contener la inflación– la izquierda ha comenzado a sostener que “se pretende peruanizar la economía gaucha, en el sentido de crear un banco central al estilo del Perú” que, con autonomía constitucional, conduce la política monetaria y controla con la inflación. Se arguye que en Perú “se cambian presidentes cada semana”, pero la economía prosigue igual. Sin embargo, añaden que si uno compara Lima con las provincias, cualquiera percibirá que no hay clases medias. Los argentinos de izquierda señalan que una fórmula de ese tipo es imposible para la Argentina, una sociedad de “mayoría de clases medias”.

Más allá de la falacia de la izquierda argentina de considerar que las clases medias son sostenibles al margen de la producción de la riqueza del sector privado –en base al gasto estatal– es interesante analizar qué se comienza a entender por modelo peruano dentro y fuera del país. Las fortalezas de la economía peruana no solo están en la autonomía de su Banco Central de Reserva por mandato constitucional, sino en todo el régimen económico de la Constitución: el papel subsidiario del Estado frente al sector privado, la desregulación de precios y mercados, el libre comercio, el respeto irrestricto a la propiedad privada y los contratos. 

He allí las bases del llamado modelo económico que ha permitido mantener algunas columnas centrales del modelo al margen de los estropicios de la izquierda, sobre todo en la última década.

Sin embargo, la izquierda argentina tiene algo de razón cuando sostiene que cuando se sale de Lima no existen las mismas clases medias que en la capital. Algo de razón porque clases medias hay en el sur y en el norte e, incluso, en los Andes y la selva. Sin embargo, hay una diferencia con la sociedad de la capital. ¿Cómo se explican estos resultados contradictorios y encontrados del modelo?

La respuesta está en el fracaso de la política. Es evidente que el régimen constitucional no puede establecer todos los candados en contra de los yerros de los políticos. Por ejemplo, en el sistema constitucional no se han establecido seguros para evitar la feroz burocratización del Estado que comenzó a materializarse desde el gobierno de Ollanta Humala y que ha convertido al sistema estatal en el principal enemigo del sistema desregulado de economía. Con sus ministerios, oficinas y sobrerregulaciones, el Estado bloquea inversiones y fomenta la informalidad de la economía.

Igualmente, el régimen económico constitucional tampoco podía establecer controles a la posibilidad del descontrol fiscal que empezó desde el gobierno de Pedro Castillo hasta la actualidad. El Perú avanza a incumplir la regla fiscal por tercer año consecutivo no obstante que antes de la pandemia y el gobierno de Castillo, el país era un ejemplo y modelo mundial en el manejo de esta variable de la macroeconomía.

Por otro lado, con las intervenciones del Tribunal Constitucional y los decretos promulgados durante el gobierno de Castillo, el sistema laboral se ha sobrerregulado de tal manera que, en la práctica, se ha establecido un modelo de estabilidad laboral absoluta. Una situación que ha quedado a merced de la interpretación de los jueces laborales. En otras palabras, el régimen laboral peruano es uno que corresponde a un modelo estatista, a un modelo en que las empresas estatales crean los puestos de trabajo al margen de la productividad y la rentabilidad de las empresas (como sucede en el sector privado).

Si uno contempla las contradicciones casi esquizofrénicas del modelo peruano es posible entender por qué, a pesar de ser una de las economías más estables de la región, en el Perú hay más de un 60% de informalidad en la economía y la sociedad, y tres de cada cuatro trabajadores padecen informalidad, sin derechos de ningún tipo.

El modelo peruano, pues, es una apuesta inconclusa. Si los peruanos eligen bien el 2026 será posible desmontar todos los errores que los políticos y las izquierdas han organizado en uno de los más impresionantes estados burocráticos de la región. En realidad el modelo peruano será relanzado cuando recuperemos la buena política.

  • 24 de noviembre del 2025

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