Editorial Economía

Cajamarca: minería con sentido de futuro

La explotación del cinturón de cobre puede abrir una nueva etapa para la región

Cajamarca: minería con sentido de futuro
  • 25 de noviembre del 2025

 

Cajamarca carga con una contradicción difícil de ignorar. Posee una de las mayores reservas minerales del país, pero sigue atrapada en los niveles de pobreza más altos del Perú. Tras años de proyectos detenidos, tensiones sociales y poca articulación institucional, la región vuelve a mirar a su subsuelo en busca de una salida real. Esta vez, el impulso proviene del cinturón de cobre del norte, donde Michiquillay ocupa un lugar central.

El panorama social no puede quedar fuera del análisis. En 2024, casi la mitad de la población de la región vivía en pobreza, una señal de que las oportunidades no han logrado volverse bienestar. Cajamarca necesita inversión, empleo formal, infraestructura útil y un horizonte productivo creíble. La minería puede ofrecerlo si consigue funcionar con reglas claras y confianza ciudadana.

Michiquillay aparece como un punto de inflexión. Adjudicado a Southern Perú hace algunos años, el proyecto combina reservas importantes con un avance sostenido en su fase preparatoria. Se prevé una producción relevante de cobre, además de minerales complementarios capaces de ampliar el valor económico total. La inversión estimada y la proyección de empleos sugieren un impacto significativo. Lo determinante será transformar esos números en beneficios estables que alcancen a los distritos más rezagados de la región.

El potencial real, sin embargo, no depende únicamente del rendimiento de una mina. Cajamarca puede integrarse a una cadena productiva más amplia al articular Michiquillay con proyectos como Galeno, La Granja y el paralizado Conga, que conforman el llamado “cinturón de cobre del norte”. Esa escala permitiría construir un ecosistema competitivo donde proveedores, servicios especializados y capacitación técnica generen una economía más compleja. Un entorno así reduciría la  dependencia, mejoraría ingresos y prepararía a la región para aprovechar el ciclo global del cobre.

La infraestructura es otro eslabón decisivo. Conectar los yacimientos con el puerto de Bayóvar mediante una vía ferroviaria reduciría costos y daría eficiencia al transporte. Además, abriría corredores económicos que impulsarían comercio, logística y nuevas inversiones. Una infraestructura bien planificada serviría tanto a la minería como a la agricultura, las industrias locales y los proyectos nuevos que requieren mejores accesos. Cajamarca ganaría movilidad, integración territorial y capacidad para atraer empresas que busquen estabilidad y oportunidades.

Las experiencias de otras regiones enseñan caminos posibles. Antofagasta, en Chile, logró convertirse en un polo de innovación y servicios gracias a una articulación firme entre minería, formación técnica y estrategia pública. Cajamarca puede seguir un rumbo similar si apuesta por educación especializada, programas de innovación y participación activa de universidades e institutos. Formar talento local no es un complemento. Es la pieza que permite que la economía crezca con raíces más profundas y beneficios más amplios.

La aceptación social es fundamental. Cajamarca aún recuerda conflictos pasados y no está dispuesta a repetirlos. Construir confianza exige transparencia, cumplimiento ambiental y participación comunitaria en decisiones relevantes. El Fondo Social Michiquillay es un paso, pero el reto está en convertirlo en proyectos visibles, sostenibles y evaluables. Las comunidades deben sentir que no solo reciben recursos, sino que influyen en el desarrollo regional. Sin esa legitimidad, cualquier avance será frágil y vulnerable.

El manejo ambiental define la solidez del proyecto. Por ello, la vigilancia técnica, la tecnología de bajo impacto y el monitoreo compartido son condiciones que deben cumplirse con rigor. La minería actual no puede permitirse descuidos. El estándar ambiental es parte del contrato social. Si se respeta, abre un camino de convivencia. 

El contexto global brinda una ventana única. La transición energética incrementa la demanda de cobre, y el Perú puede posicionarse como proveedor confiable. Cajamarca, con gran parte de la cartera minera nacional, podría liderar ese impulso si consolida estabilidad, coordinación y objetivos comunes. No se trata solo de exportar mineral. Se trata de usar ese impulso para reconstruir la economía regional con visión de largo plazo, empleo formal y una red de oportunidades más diversa.

Cajamarca se encuentra ante una verdadera oportunidad histórica. La minería puede convertirse en motor de transformación si logra integrar tecnología, diálogo y planificación. Acaso no se resuelvan todos los problemas de la región, pero puede ser la base para romper un ciclo de postergación que ya dura décadas. Cajamarca necesita liderazgo, coherencia y decisión para que el cinturón de cobre del norte sea más que una riqueza geológica. Puede ser la plataforma que marque el inicio de una etapa distinta y más justa.

  • 25 de noviembre del 2025

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