Eduardo Zapata
¿Tan difícil es entenderlo?
La inacción opositora desgasta la moral y aun la protesta pública

Sea por su grosera incapacidad personal y de gestión o por el cumplimiento de los mandatos de su catecismo –ora luminoso, ora bolivariano, ora aprovechadamente chotano– lo claro es que el gobierno del señor Castillo inexorablemente transita a la creación de condiciones ´objetivas´ para la urgencia de un poder constituyente y la negación, por tanto, de lo constituido.
Fue Charles Morris –seguidor de la semiótica pragmática peirciana– quien nos describió las fuentes de instrucción social que una sociedad ofrecía a sus individuos. Así, llamó él textualidad a aquellas instrucciones que brotaban del Estado formal y que buscaban trazar una finalidad común, orientar a la gente en un espacio y tiempo dados y otorgarles las herramientas legales para operar en ellos.
Asimismo, nos habló de sistemas parasitarios. Aludiendo a las comunicaciones establecidas por diferentes grupos al interior de una sociedad. Los empresarios, las iglesias, los sindicatos, los medios de comunicación…Parasitarios no en sentido peyorativo, sino simplemente porque sus instrucciones estaban referenciadas por la textualidad.
Nos habló así de sistemas parasitarios cooperativos, si coincidían con la textualidad; competitivos, si discrepaban con ella; o simbióticos, o sea aquellos cuyo fin en principio no es colaborar ni competir: el arte, por ejemplo.
Resulta claro que, además, las personas reciben una fuerte carga instructiva de la pretextualidad: de la realidad tal como ocurre y deviene. En sociedades sanas, la textualidad metaboliza aun lo competitivo. En las patológicas, las que se resisten tercamente al cambio, lo competitivo puede devenir fácilmente en contratextual: el camino constituyente que reemplazará al orden constituido.
Mientras uno ve el comportamiento de los discursos parasitarios supuestamente cooperativos ´esperanzados´ en una milagrosa Hoja de Ruta o actos de contrición gubernamental, desde lo alto se avanza –lo adelantamos ya– hacia lo constituyente. De donde resulta ingenuo hacer llamados a ´la unidad´, ´la inversión´ o el retorno al ´buen camino´.
Y esto, desde el mismo Morris es previsible: cuando la textualidad es incierta para la gente (crédula o ingenua) lo cooperativo –al perder referente– pierde teleología propia. Y termina por ser irrelevante frente a los discursos competitivos, más si estos son alimentados desde las alturas.
Sigamos discutiendo si Cerrón o Castillo. Si Dina o Guido. ¡Hasta el propio Congreso de la República ha olvidado que puede dar leyes que contrapesen el catecismo! Es en ese contexto que no se entiende que mientras unos creen obrar ´en democracia´ –boba y tonta– los otros la usan impunemente para demolerla con todas sus instituciones.
Entre tanto, el desgobierno y la inacción opositora desgastan la moral y aun la protesta pública, anulando la propia capacidad de indignarse. Con lo cual, psicológicamente, se fortalecen las condiciones constituyentes ´objetivas´.
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