Luis Enrique Cam

Irene McCormack, mártir de la paz

Murió ejecutada por Sendero Luminoso el 21 de mayo de 1991

Irene McCormack, mártir de la paz
Luis Enrique Cam
04 de agosto del 2025


La presencia de Cristo convierte cualquier espacio en un lugar de paz, de acogida, donde se disuelven barreras sociales, lingüísticas y culturales. Todos se sienten en casa, en familia, entre hermanos. La hermana Irene McCormack creaba estos espacios allí donde iba. Puedo dar fe de ello tras conversar con más de diez personas que la conocieron entre 1987 y 1991, tanto en la urbanización El Pacífico, en el distrito de San Martín de Porres, como en Huasahuasi, Tarma.

Irene McCormack fue una religiosa australiana que se enamoró del Perú y de su gente, por propia voluntad se hizo peruana. A pesar de las amenazas de Sendero Luminoso, decidió permanecer en Huasahuasi ayudando a los más pobres, en su mayoría campesinos. Fue ejecutada en la plaza del pueblo el 21 de mayo de 1991, acusada de traer ayuda e “ideas extranjeras”. La asesinó una joven senderista de unos 26 años con un disparo en la cabeza.

Una vida al otro lado del mundo
Irene Therese McCormack nació el 21 de agosto de 1938 en Kunonopping, en el estado de Australia Occidental. Creció en Trayning, un pequeño pueblo donde sus padres tenían una granja. Alegre, decidida y vibrante, era fanática del fútbol australiano y de la música popular.
Estudió en el colegio de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón en primaria y parte de la secundaria. Luego fue interna en el colegio Santa María de Perth, donde afianzó sus dos grandes vocaciones: servir a Dios y educar a los jóvenes.
A los 17 años de edad ingresó a la congregación de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, y tomó sus primeros votos en 1959. Celebró los votos perpetuos el 6 de enero de 1965.
Durante sus años de votos temporales enseñó en escuelas rurales de Australia Occidental. Más tarde se formó como profesora de secundaria, enseñando en colegios de Perth y del interior del país. Entre 1981 y 1985 fue directora de una escuela primaria y secundaria.

Misionera en el Perú
Sentía el llamado de servir fuera de su país, y se ofreció como misionera en el Perú, donde ya trabajaban cinco hermanas de su congregación. En 1986 se preparó para la misión en el Pacific Mission Institute, dirigido por los padres Columbanos en Sídney.
Fue enviada a Sudamérica en enero de 1987 y pasó cinco meses en Cochabamba, Bolivia, aprendiendo castellano.
En julio de ese año llegó al pueblo joven El Pacífico, en San Martín de Porres, Lima, donde trabajó intensamente en la catequesis familiar en la parroquia “Señor de la Paz”. Formaba a parejas en cursos de matrimonio, y luego ellas formaban a otras. El efecto multiplicador era claro: disminuía la violencia doméstica y los embarazos adolescentes.
En junio de 1989 fue destinada a Huasahuasi, cerca de Tarma, en Junín. Allí vivió con la hermana Dorothea Stevenson. Se dedicó a los niños a través de estudios, juegos educativos, catequesis, coro y biblioteca. Mirtha Bazán recuerda que los animaba a “no perder el tiempo” y que les conseguía juguetes del extranjero. Además, la hermana Irene participaba en la liturgia y colaboraba con Dorothea en la distribución de alimentos de Cáritas, que llegaban a más de treinta comunidades.
Acompañaba al padre columbano Leo Donnelly, también australiano, a los caseríos de Tarma, impartiendo catequesis de bautismo, primera comunión y matrimonio.
Los jóvenes del coro como Edgard Capcha, recuerdan que le encantaba la canción andina “Ojos azules” y les pedía que la cantaran. La señora Agustina La Torre recuerda que cocinaba deliciosos postres y compartía con ella las recetas.

Ella solo quería ayudar
El 17 de diciembre de 1989, los sacerdotes columbanos fueron advertidos de un inminente ataque senderista y salieron de Huasahuasi, junto con las dos religiosas.
Sin embargo, Irene sintió que la Iglesia no debía abandonar a su gente, por lo que ella y Stevenson regresaron el 14 de enero de 1990. Durante un año no hubo sacerdote residente. En ese tiempo, ambas hermanas ofrecieron ayuda espiritual mediante catequesis y visita a personas enfermas, ya que no era posible celebrar sacramentos con regularidad. También montaron una botica parroquial para proveer medicinas a las personas necesitadas.
Pese a los riesgos, decidieron quedarse. Conocían el peligro, pero también sabían que su presencia era un consuelo para muchos.

Terror en los Andes
El martes 21 de mayo de 1991, mientras la hermana Dorothea estaba en Lima por problemas de salud, una columna de unos 60 senderistas, en su mayoría jóvenes, ingresó a Huasahuasi. Después de incendiar el generador de electricidad del pueblo, uno de ellos fue a la casa de las religiosas y obligó a Irene a ir a la plaza del pueblo, donde unas 300 personas habían sido reunidas a la fuerza.
Ya antes, Sendero Luminoso había saqueado casas y sembrado el terror.
Los senderistas hicieron un “juicio popular” contra Irene y otros cuatro varones dirigentes del pueblo. La hermana Irene, con el rosario en la mano, rezaba en silencio. En esa farsa, la acusaron de “traer lo que les sobraba a los yanquis” (refiriéndose a la ayuda de Cáritas) y de “difundir ideas extranjeras” (por los libros escolares).
Los pobladores gritaban para defenderla: “¡Ella es australiana, no yanqui!” y “¡No maten a personas inocentes!”.
Los acusados estaban sentados en una banca. El jefe terrorista ordenó que se tumbaran boca abajo, a seis metros de la entrada de la iglesia del pueblo. Una joven senderista los ejecutó uno por uno. La primera víctima fue la hermana Irene.

Cuando se unieron la sangre peruana y la australiana
Luego que los senderistas se fueron del pueblo dejando pintas en las paredes, el cuerpo de Irene fue llevado a la sacristía de la iglesia para ser velado. Al día siguiente, en la misa funeral, el padre Donnelly dijo: “La sangre australiana y peruana se han unido en la plaza de Huasahuasi”. Literalmente fue así: la sangre de las víctimas corrió por el desnivel de la plaza hasta el río.
Presagiando lo que se venía, la hermana Irene había expresado su deseo de ser sepultada en el Perú. Fue enterrada en el cementerio del pueblo, en una tumba donada por una feligresa. El camposanto está rodeado de eucaliptos, el árbol nacional de Australia que llegó al valle del Mantaro en el siglo XIX.
Sus restos permanecen en Huasahuasi como testimonio de su entrega total. Las Hermanas de San José llevaron a Australia las cenizas de su ropa, que hoy reposan en el jardín de la memoria de su casa provincial en Perth.

Huasahuasi tiene una mártir
El pueblo de Huasahuasi, conocido como la capital semillera de la papa, no olvida el legado de la hermana Irene. El colegio primario lleva su nombre. Cada 21 de mayo, en la iglesia del pueblo, se celebra una misa en memoria de los cinco asesinados por la demencia comunista en 1991.
Quienes la conocieron la recuerdan como una mujer llena de vida y alegría, que irradiaba paz y estaba siempre dispuesta a servir, especialmente a los niños y jóvenes. En la parroquia la evocan como la hermana catequista que amaba las fiestas patronales y sabía estar entre la gente. En el templo se puede encontrar una foto de la hermana Irene sonriendo con esos bellos ojos azules que invitan a ver el futuro con la esperanza del cielo.

PD: No se equivocó el Papa Francisco al decir que el Perú es “tierra ensantada”, la hermana Irene es prueba de ello. Tal vez con León XIV, el Papa peruano, se pueda iniciar pronto su proceso de canonización.

Luis Enrique Cam
04 de agosto del 2025

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