Luis Hernández Patiño
Socialismo y poder: la amenaza que no podemos ignorar
En el próximo proceso electoral debemos estar atentos para no repetir los errores del pasado
El próximo año vamos a tener un nuevo proceso electoral. Pero pongamos atención desde ahora; sí, desde ahora y desde ayer, porque ya los socialistas andan tratando de revolver el río político en una forma muy sutil y avezada. Nuestra sociedad no puede caer en la ingenuidad. Nuestras clases medias no pueden ni deben rifar su destino como lo hicieron en el año 2021, por puro capricho y antojo emocional, porque sí, porque sí y tan solo porque sí.
Frente a lo que viene, yo considero que no podemos ignorar ni dejar de lado las lecciones que los mismos socialistas nos ofrecen, acerca de su forma y estilo de proceder. Al respecto, observemos la magnitud de sus obras, porque estas mismas los delatan y los muestran tal como son. Al igual que en muchos otros casos, aquí los hechos también hablan por sí mismos, sin tamices ni tapujos.
Fijémonos que no es por gusto que los socialistas pretenden cubrir y ocultar el infernal carácter de las relaciones de producción que bajo sus regímenes dictatoriales imperan. ¿Cómo lo hacen? Para eso, además de su narrativa ideológica, de sus cuentos, sus novelas, sus películas, recurren a un velo que me recuerda al mencionado por Marx en “El Capital”. Sin embargo, tal pretensión de los socialistas es imposible. Estos no consiguen tapar sus andanzas, pese a contar con el hábito encubridor y la supuestamente válida “bendición” de más de un “cura” rojo, pese a los esfuerzos artísticos de más de un poeta, cantante o literato, y pese al arduo trabajo promocional de publicistas y periodistas, que buscan presentar a la revolución socialista cual todo un fetiche de la mercancía.
Hoy, gracias a los avances de la tecnología, resulta inocultable la evidencia de que, bajo ese velo, con el que los socialistas cubren sus relaciones de producción, cualquiera que hable en contra del sistema pueda ser y sea tranquilamente eliminado, a menos que se trate de los miembros de la “opofixión”.
En el campo político los socialistas no actúan de buena onda. No dan ni un solo paso que no sea por su conveniencia y para su propio beneficio. En simples palabras, no dan puntada sin nudo. Ellos operan para capturar el poder y así lograr que sus propias arcas rebalsen de dinero. Al final, y en todo caso, su “amor preferencial” por los pobres es solo de la boca para afuera. En el fondo, y de acuerdo con la experiencia, la consigna es: “no más socialistas pobres en un país rico”.
Su enriquecimiento se basa y se sostiene sobre el empobrecimiento de las grandes mayorías. Véase la situación de los miembros de las sociedades que históricamente ellos han sojuzgado. Ahí están: Cuba, Corea del Norte y Venezuela. En cada uno de esos casos, lo más que ha ocurrido es que una nueva dinastía explotadora se ha entronizado en el poder para gozar de los mismos privilegios de la dinastía que alguna vez fue derrocada en nombre de la justicia social y el bien común.
Hay quienes piensan que el empobrecimiento de aquellas sociedades es resultado de la falta de experiencia o de la “brutalidad” de los socialistas, pero yo entiendo que eso es un craso error. Los socialistas no son ni brutos, ni cándidos, así que no debemos subestimarlos. No en vano han logrado agarrarse del poder, haciendo gala de un impresionante uso de herramientas y recursos jurídicos e institucionales, que pertenecen a sistemas en los que ellos no creen, como en el caso del sistema democrático.
Los socialistas son astutos. Saben muy bien que el crecimiento de las fuerzas productivas, así como el desarrollo económico de la clase obrera, empujarían hacia arriba a las clases medias. También saben que, como consecuencia de ello, ya no tendrían justificación alguna para la existencia de sus deplorables movimientos y partidos “políticos”. Dichas organizaciones terminarían en condición de sectas anacrónicas e impopulares, y sus dueños ya no podrían enriquecerse en la forma en la que están acostumbrados, haciendo cualquier cosa antes que trabajar.
Por eso, y en lo que al Perú se refiere, los socialistas se proponen impedir como sea que se logre la formación de una base económica que promueva el establecimiento de relaciones de producción de un carácter definido. Su actitud de permanente ataque y sabotaje a nuestra esfera social como a la económica no es nada casual; es una condición para la instauración de su nefasto proyecto revolucionario.
El anhelo real que las mayorías tienen de lograr que nuestro país deje de vivir cabizbajo, hundido en el subdesarrollo, atormentado por la violencia, abrumado por la magnitud de la situación que hoy enfrentamos, es para los socialistas algo así como un inaceptable atrevimiento. La posibilidad de que el Perú consiga salir adelante es un obstáculo para sus intereses; se opone a la malsana naturaleza de sus endemoniados negocios.
¿Vamos entonces a quedarnos tranquilos frente a las ansias de poder de los socialistas? Tengamos mucho cuidado. En el próximo proceso electoral, no podemos actuar como votantes indiferentes o ajenos a los riesgos que se le presentan a nuestro país. Tenemos que elegir bien. ¡Es hora de aprender la lección!
Algunos me dirán que los socialistas han cambiado. Sin embargo, en los hechos se puede ver que no hay nada más reaccionario que ellos. A través de su conducta, ponen de manifiesto las limitaciones reales de la dialéctica. ¿Cómo así? Es que la evolución y la posterior transformación del lobo en un auténtico cordero manso y bueno no existen.
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