Eduardo Zapata
Sobre grados y títulos
Doctorados y maestrías no son simples licencias operativas
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Tomando prestada una expresión de un más que expectante candidato presidencial: ¡Hay maestros como cancha!
Desde que la Sunedu planteó que los profesores universitarios debían tener un grado académico, efectivamente se disparó el número de personas que se pusieron a estudiar una maestría. De no importa qué en la mayoría de los casos, simplemente para cumplir con la ley. El asunto motivacional era ´rápido´ y ´fácil´.
Ya desde hace un buen tiempo nos habíamos olvidado de que doctorados y maestrías son grados académicos, y no simples licencias operativas, como lo son los títulos. Y este olvido era más que grave. Porque los grados son un compromiso de la universidad y de los estudiantes con la producción de conocimiento. Pero esta vez –ante la exigencia perentoria– muchas universidades abdicaron de ese compromiso y sus maestrías supieron del reemplazo de su sentido –producir conocimiento– para optar por una propuesta curricular orientada a la metodología para producir informes de investigación y hacerlos sinónimo de tesis. Un insumo del conocimiento se hizo conocimiento. Siempre que cumpliese con la “receta” metodológica que vertebraba la propuesta curricular.
De hecho, en esa propuesta, los cursos no apuntaban a formar investigadores. Simplemente a ´recetearlos´ en metodologías aplicables a la formulación de ´soluciones´ a un problema dado.
Revisaba estructuras curriculares y me encontré hasta ¡con cursos de redacción en un doctorado!; por lo demás, en el último ciclo. Lo que revelaba que en la admisión no se había exigido ya a los postulantes esa competencia y –algo peor, si cabe– los estudiantes de ese doctorado habían transitado sus cursos sin saber redactar. Quienes cursaban ese doctorado ya habían hecho una maestría.
Evidentemente lo relatado plantea subrayar algunas observaciones. Una primera es ¿en qué lenguaje escribieron estos alumnos durante el doctorado, dado que el curso de redacción está al final de su propuesta curricular?
Una segunda observación nos lleva también a preguntarnos: los productos académicos que hicieron durante su maestría: ¿cómo los redactaron sin ese curso de redacción que solo se ofrece en el doctorado?
Todo esto explica en gran medida que las ´tesis´ de maestría sean solo una especie de documento Frankenstein. Las tesis consisten en un informe de investigación envuelto en supuesto academicismo solo por incrustar una metodología forzada.
Carmen McEvoy y Cecilia Bákula nos han pedido que la conmemoración del Bicentenario constituya un sinceramiento de nuestros pasos históricos para constituir una República, y han insistido en rescatar el carácter didáctico de dichos pasos para las nuevas generaciones.
Ad portas de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, creo que la apuesta por una política de Estado que propicie la investigación en ciencia, tecnología y otros campos del conocimiento debe ser un compromiso de las universidades. De ello depende nuestro futuro en el mundo nuevo que ya está entre nosotros.
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