Jorge Varela

San Agustín de Hipona

Un gran pensador contemporáneo

San Agustín de Hipona
Jorge Varela
09 de agosto del 2022

¿Qué mérito tiene hoy san Agustín, obispo de Hipona, del que otros pensadores carecen? El académico y ensayista chileno Carlos Peña ha declarado que durante el período de pandemia volvió a leerlo y repasó su obra. “Me impresionó muchísimo”, relata. “Me parece que es el gran contemporáneo”, “el que tiene una conciencia más plena y más aguda de la problematicidad de la existencia” El citado filósofo cristiano “comprende que la pregunta central es la vida humana como un problema para sí misma”. Un enfoque que posteriormente aparecerá en Heidegger y en Ortega y Gasset (entrevista en “Artes y Letras”. El Mercurio, 31 de julio de 2022).

Una de las razones que hace de san Agustín un pensador moderno mucho antes de la modernidad, gira en torno a ‘la idea de autonomía’ expuesta por el monje británico Pelagio, a quien contradijera discrepando de su rigurosidad moral. En los temas de autodeterminación humana, libre albedrío y predestinación, su postura profundizó en la centralidad de la gracia, como instancia externa, un concepto de indudable raigambre cristiana que los ‘herejes pelagianos’ habían reducido a la irrelevancia. 


El misterio de lo humano
 

Carlos Peña sostiene que para san Agustín “somos un misterio indiscernible de gracia y libertad”. En la reciente edición revisada y aumentada de su libro “Ideas de perfil”, afirma que san Agustín y Kant, -cada uno a su modo-, son autores que “percibieron de manera más aguda la índole ambivalente de la condición humana”. 

Al adentrarnos en el pensamiento agustiniano –que para algunos comentaristas destila ambigüedad– surge el mismo cuestionamiento al que él se enfrentó: ¿somos solo el fruto de la voluntad propia y del ejercicio de nuestra libertad? Aquí es cuando enfatiza el influjo de la gracia dada al hombre por Dios, concepción que constituye su tesis central de eso que se ha llamado el misterio de la existencia humana.


El yo de san Agustín
 

San Agustín parte desde la intensidad de su singular experiencia de vida. Al penetrar en su subjetividad, en ‘su yo interior’, lo hace para encontrarse consigo mismo y de esta forma hallar a Dios. Esta preocupación por reflexionar acerca de la propia existencia es también, ciertamente, una inquietud característica de la modernidad. El teólogo suizo Hans Küng expresaba que “entre Pablo y Lutero no se dio en la historia de la cristiandad una figura que ejerciera, sobre la teología y sobre la iglesia, una influencia mayor que la de san Agustín” (Küng, El cristianismo. Esencia e historia). 


La Ciudad de Dios
 

Entre numerosos escritos de su paternidad, La Ciudad de Dios es –a no dudarlo– una de esas obras de gran trascendencia para la filosofía política cristiana. Si ello no es así, qué lo señalen santo Tomás de Aquino, el filósofo Jacques Maritain y varios más.

El mismo santo Tomás de Aquino, siguiendo a san Agustín, sostuvo que "para una buena organización del Estado, es necesario que todos participen del gobierno”; y que "por las imperfecciones humanas existe una autoridad coactiva del orden social". Se trata de ideas contenidas en dicha obra (Osvaldo Walker Trujillo, “La Orden de san Agustín y la Independencia de Chile”, Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº 146, año 1978).

“La Ciudad de Dios” es pues, su concepción de la historia como realización de un plan divino preordinado, como un todo orgánico integrado que dota a los acontecimientos de sentido y significación, como un patrón que permite su comprensión, como continuidad de una sucesión de hechos que se materializan gradualmente en dicho plan. A partir de ella formula algunas leyes universales de la evolución. 

Para E. A. Dal Maschio, “La Ciudad de Dios” representa una pieza contundente en el proyecto existencial al que san Agustín consagró toda su vida: “el de la razón de la presencia del mal” (San Agustín. El Doctor de la Gracia contra el Mal).

Carlos Peña concluye que para san Agustín “la historia no se desenvuelve en ciclos, sino en una línea que tiene principio y fin. Cada una de las cosas individuales que ocurren en la historia tienen, pues, un significado que les es propio”.(Ideas de perfil). 


El fundamento de su cosmovisión
 

Esta cosmovisión agustiniana de la historia y toda su obra pareciera que están conectadas íntimamente a su vida personal, a su conversión religiosa, a su cercanía con la de Paulo de Tarso. Dos pecadores que cayeron de bruces cegados por la luz. Como es sabido san Agustín sintió en su carne la tentación del mal, que le provocó tal angustia existencial que sintió necesidad de certezas. Todas sus meditaciones se concentraron en hallar respuestas a la presencia aterradora del mal en la historia. En las “Confesiones” que son su verdadera autobiografía, hace referencia “al vagar errático de su pasión insensata” para contar que tuvo una mujer por una vía distinta a la del matrimonio legítimo. La pregunta que lo persiguió siempre fue: ¿cuál es el origen de nuestras malas acciones? Y es la misma que todavía nos persigue a los contemporáneos.

Jorge Varela
09 de agosto del 2022

NOTICIAS RELACIONADAS >

La vida que da vida: renace

Columnas

La vida que da vida: renace

  El año que está próximo a golpear las pue...

17 de diciembre
Así se ve el ocaso democrático

Columnas

Así se ve el ocaso democrático

  Muchos ciudadanos latinoamericanos sienten que viven en democr...

10 de diciembre
La democracia liberal aún no ha muerto

Columnas

La democracia liberal aún no ha muerto

“¿Democracia muerta?”: es el título del &uac...

03 de diciembre

COMENTARIOS