Eduardo Zapata

Ministerio de la Soledad

En Japón, para evitar que los jóvenes se suiciden

Ministerio de la Soledad
Eduardo Zapata
03 de marzo del 2021


Evidentemente resultaba muy duro llamarlo Ministerio del Suicidio, pero su detonante ha sido ese. En Japón la pandemia ha multiplicado el número de suicidios –particularmente entre jóvenes– y tratándose de una práctica triste pero cotidiana en ese país, había que focalizarse en el asunto. Claro está, restándole dramatismo y reemplazando conceptos. Mejor –se habrá pensado– aludir a la causa que al efecto.

Y en justicia, atender a la relación –en apariencia causal– entre soledad y suicidio tiene sentido. De lo que se trata es de desarrollar programas para contrarrestar el impulso autotanático de los jóvenes; de la población toda, en verdad. Pues Japón ostenta porcentajes muy por encima de otros países en lo que se refiere a la tasa de suicidios: entre los jóvenes se trata de la principal causa de mortalidad.

En el llamado primer mundo, solo un país había creado en el 2018 un ente con alguna similaridad: el Reino Unido. Pero allí el problema de los suicidios, por cierto al ser menor, posibilita al Ministerio el tránsito genérico por todos los ámbitos de la salud mental de los habitantes.

Mirado el asunto con alguna objetividad, la muerte se ha institucionalizado y burocratizado en Japón; se ha tenido que institucionalizar y burocratizar. Porque las instituciones y burocracia orientadas a la vida se habían desentendido de este ´daño colateral´.

No es este el espacio para abordar el tema de los suicidios. Pero sí para subrayar que la muerte está siendo para muchos –allí y allá y aun acá– una opción más gratificante que la propia vida. Y ciertamente cuando por diversas razones las sociedades obliga a sus ciudadanos a abdicar de la vida en su plenitud, la opción para el ciudadano resulta clara: la muerte.

De modo que más que institucionalizar y burocratizar la muerte, urge que las sociedades ofrezcan a sus gentes una vida que valga la pena. Y no se trata solo de ingresos económicos. Se trata de crear una arquitectura política y social que constantemente aliente la cooperación y no la confrontación y donde, entonces, los lazos entre los seres vuelvan a ser humanos. Consumismo, superficialidad, poses, trivialidad, competitividad a cualquier costo, constituyen insumos demasiado desmotivadores para vivir esa vida humana. Pensemos en ello tanto en nuestras vidas privadas como en el trazo de políticas públicas.

Recuperemos el afecto. Recuperemos la confianza. Recuperemos la empatía. Recuperemos valores. Aprovechemos la tecnología como aliado estratégico de la solidaridad y no del clic del nuevo espectáculo. De lo contrario, la vida no valdrá nada y tendremos que aceptar pasivamente la institucionalización y burocratización de la muerte.

La pandemia del coronavirus por la que transitamos –mirada desde la vida– ¿no nos está diciendo de cuánta superficialidad y vida artificial nos estamos alimentando?

Eduardo Zapata
03 de marzo del 2021

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