Raúl Mendoza Cánepa
Los que ganan, los que pierden
¿Qué pasaría si todos dijeran la verdad?

¿Existe la verdad? ¿Hay varias verdades o ellas son el reflejo del espíritu de cada cual? Imagine que a todos se les inyectara pentotal sódico. Vamos al hipotético experimento. Muchos, en introspección se dirían: “Soy político, mi interés es ganar y para ese fin debo ocultar lo que creo, el monstruo que soy, disfrazar mis convicciones para competir y ganar, mi deseo de poder, de estatus y de dinero es todo”. Ellos quizás ganen. Solo pocos, los perdedores, musitarán: “Hice de la política mi apostolado trunco, no se me dio, pudo más el sectarismo, el dinero o las cercanías amicales de los que sí llegaron. Me formé toda la vida para que el escaño sea mi cuartel de lucha por los pobres, por los desheredados. El ideal, la corrección”.
Nos movemos. “Soy un hombre de Derecho. Como abogado tuerzo la norma con una interpretación en la que no creo, porque de lo que se trata es de que prevalezca mi interés sobre la justicia, mi pasión sobre la lógica, mi objetivo sobre el objeto profesional; la inocencia, la culpa, la verdad, son nimiedades”. Pocos dirán: “Perdí, desistí, me inhibí, porque preferí la justicia al interés, a la ideología, a la presión y al poder”.
“Soy médico. Prescribí lo que el laboratorio me sugirió, aunque no me convenza, tan bueno él de pagarme ese curso. Si te enfermas te diré que estás más enfermo de lo que estás para no perderte, como los abogados que la hacen larga, como los que encontramos problemas donde no los hay porque de los problemas vivimos”. Unos pocos dirán: “Estudié Medicina para sanar a los enfermos y pongo por encima de todo a la salud, aunque el enfermo tenga dos reales lo seguiré, sufro por su dolor; soy, por tal, el médico pobre del pueblo”.
“Soy periodista, debo impresionar con la portada engañosa. Titularé conforme a mi interés. Qué es la vida sino sobrevivir, qué es la verdad sino lo que nosotros queremos que sea. Si todos dicen que se fusile al impopular reo, que se fusile al miserable, al monstruo, para qué aguardar sentencia”. Algunos pocos periodistas sin trabajo merodearán el canal, el diario o la radio, sin lograr espacio, voz, chamba, columna porque: “Diré lo que asumo que es verdad aunque no le guste al director ni al empresario que me paga para que le eché tintas a su periódico ni a las empresas que pagan la sobrevivencia del micro o del papel ni al Estado que lo subvenciona ni a la gente…”.
“Soy un estudiante, pero si quemo la ciudad es porque me arde el capitalismo ¿Has escuchado de la llamada ‘revolución molecular disipada’? No, no es biología, es una revolución de manual, se trata de encender la chispa, de crear el caos sin líderes a los que puedan apresar. Desestabilizar, quebrar, deconstruir… ¿Los pobres? No, ellos son la circunstancia, el instrumento, los bobos útiles de la operación, el quid es la ideología. Por eso me salté la barrera del metro…”. Unos pocos, los amarillos, los “chancones”, los callados: “Estudio para construir, solo haciéndola desde mi conocimiento, cambiaré la vida de la gente, curaré, resolveré, erigiré, elegí el esfuerzo”.
Aceptémoslo, la verdad no es una sola, existe una maraña de subjetividades y tantos obstáculos para acercarnos a lo que “verdaderamente es”. Lo único que existe son los buenos y los malos espíritus, así a secas.
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