Raúl Mendoza Cánepa
Los centennials y nosotros
Las diversas y contrastantes generaciones que existen hoy

Ortega y Gasset le daba importancia a las “generaciones”. A la más joven la llaman “Generación Z” o centennials. Nacieron entre 1995 y el 2015 ¿Por qué escribir sobre ellos? Porque serán los artífices del mundo moderno, los que determinen la composición de la política e impongan los temas del futuro.
Son nativos digitales, no pueden vivir fuera de sus aparatos y se premunen de diversos tipos de máquina para evitar el vacío. Odian la inmovilidad. Aunque los percibamos como viciosos tecnológicos, nuestro concepto de “adicción” es rígido, centrado en las sustancias “locas” que nuestros padres, los boomers (nacidos entre 1946 y 1968); la Generación X (1969-1980) y los millennials (1981-1994) consumieron. No logramos asimilar que el uso de la tecnología es solo un nuevo hábitat, como nuevo hábitat fue el de los libros tras la invención de la imprenta. No los entendemos porque han sustituido una realidad que les es incómoda, y que nosotros les heredamos, por una virtual que les permite jugar, probar, interactuar y comunicar en un nuevo universo, a veces ajeno a nosotros.
De los blogs, que nos permitían formar opinión, pasamos al Facebook y al Twitter para comunicarnos de manera rápida, corta, sin mucho análisis y sin hacernos a las viejas filosofías. Reparamos que la fama o la reputación digital ya no tienen relación con el mérito intelectual, y que cualquier sandez vale tanto en el mercado que toda la filosofía de Platón. Pronto los emojis se masificaron y acompañaron al lenguaje casi hasta sustituirlo en su racionalidad, llámelo Instagram si quiere. Igual vamos de vuelta a las cuevas de Altamira. Lo que atrae a millennials y centennials es seguir a sus influencers y convertirse en uno de ellos. No se estudia para llegar. Es lo visual, simple, rudimentario, ligero, cool y rápido lo que importa ¿Ya se sumaron al Tik Tok? No importa qué sea lo que subas, la aceptación suena como moneda de casino. Y no necesitas leer. Gutenberg se nos fue por la cañería.
Los centennials, tanto o aún más que los millennials, son una generación hábil para el “uso” de tecnología, y necesitan fama para hacer combustión y no subsistir en ese vacío que es la vida social o la vida a secas. Sus plataformas son naturalmente simplificadoras, sensibles a los temas de moda y en ellas prefieren injuriar que debatir (aquí viejos y jóvenes entran al juego). Las dos últimas generaciones botan cada lustro al mercado electoral a una apetitosa masa de votantes. Ella es reacia a pensar la política desde la tradición constitucional, prefiere la demagogia. Montesquieu y toda parrafada principista les sabe raro. Pueden no saber historia, pero ni la necesitan. ¿Qué es la patria? ¿La religión? ¿La Constitución? Se acomodan a lo práctico desde la dicotomía funcional - no funcional, aunque sean (como los millennials) susceptibles a lo políticamente incorrecto. Lincharían a Sofocleto.
Los boomers son los abuelos. Los viejos acompañaron la era romántica de los cincuenta y la libertad sexual de los sesenta, para acomodarse luego en el confort del “conservadurismo”. Fueron al inicio permeables a las ideologías críticas, leían diarios impresos, veían tres canales en la televisión y se contentaba con su desierto de fuentes. Recibían poco sin aburrirse, carecían de horror al vacío. No existía el zapping ni el cable, tampoco el streaming; solo no se daban el trabajo de levantar el cuerpo para girar el sintonizador del viejo Phillips del canal 5 al canal 4. Veían. Eran constantes, resignados, quietos. Tiempo tenían para la lentitud.
Sus hijos, la Generación X (sí, nosotros, padres de los centennials) fuimos la del fin de las ideologías, la que vio caer el muro de Berlín, la que en el Perú creció con el terror de Sendero y celebró su derrota. Con todo, creían en el romance telenovelero y en la balada con nostalgia. A la vez, sustituyeron los “grandes relatos” por el sueño individual. Fukuyama había reemplazado a Hegel.
Difícil presagiar lo que viene, pero el descomunal chip de una nueva forma de ver el mundo que nos llama a “observar” ya fue insertado.
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