Eduardo Zapata

La voz

Conversar nos hace sentirnos más humanos

La voz
Eduardo Zapata
16 de febrero del 2022


La voz es una suerte de huella digital acústica. Cada quien tiene su propio timbre, tono, intensidad, línea melódica. Y finalmente, entonces, es el lazo empático que nos permite decirle al interlocutor “Yo soy”, anhelante de escuchar del otro lado un “tú eres”.

Pero me temo que esta huella indeleble y humana –que nos hace próximos– se va evanesciendo a pesar de que las tecnologías de la información modernas nos permiten hablar. Y entonces decir. Y entonces ser nosotros.

Los celulares inteligentes –llamados antes teléfonos– nos dan hoy la posibilidad de textear vía Whatsapp y jugar a través de la aplicación. Envolviéndonos en el anonimato y frialdad que hasta hace no mucho significaban en las oficinas las comunicaciones con copias múltiples. “Para todos”, también para un tú impersonal. Por fortuna muchos usuarios están acudiendo a los mensajes de voz o a las telellamadas.

No pretendo hacer aquí una evocación de lo que Umberto Eco llamaba Cahier de Doléances, a propósito de los medios masivos de comunicación. Nada más lejos de ello, pero de ese libro Apocalípticos e Integrados ante la Cultura de Masas retengo siempre –hoy más que nunca– las palabras del mismo Eco: 

Se ha establecido en la historia contemporánea una civilización de mass media, de la cual se discutirán los sistemas de valores y respecto a la cual se elaborarán nuevos modelos eticopedagógicos. Todo esto no excluye el juicio severo, la condena, la postura rigurosa: pero ejercitados respecto al nuevo modelo humano, no en nostálgica referencia al antiguo.

Dicho de otro modo, se nos urge a comprender antes de juzgar.

Tengo amigos en Washington DC y en Parma. Amigos. Y por fortuna ellos optan por la aplicación de grabar su voz o por las telellamadas. Con lo cual me siento y los siento humanos. Los acaricio, pero a distancia.

¡Claro que el Whatsapp es útil! Pero creo que lo es para cosas puntuales o para compartir un divertimento visual.

Extraño la voz. Extraño las conversaciones interminables alrededor de una taza de café. Me perturba la usurpación innecesaria de la voz porque acentúa el aislamiento y –aun cuando sea colectivo– la individualidad. Y la extraño.

Refiriéndose a aquellos que habían nacido inmersos en el mundo de los medios masivos de comunicación, ya el mismo Eco nos decía respecto a ellos: “Otras deberán ser sus vías de formación y de salvación…”. Y conste que aún Eco no estaba pensando en la influencia de la electronalidad digital sobre el formateo y cableado cerebral de los millennials y sus sucesores.

Para no sumergirnos en el anonimato de una sociedad sin rostro, hagamos sentir nuestra voz. Sobre todo a aquellos a quienes decimos querer y respetar. 

El texteo nos hace parecer siempre emisores en trance de apuro. Y la amistad y la cercanía implícitas en esa amistad y esa cercanía nos deben hacer evocar y revalorar la marca de nuestra huella digital acústica. La voz. Somos nosotros, no una prótesis artificial de ella.

Eduardo Zapata
16 de febrero del 2022

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