Alan Salinas

La tiranía de la mayoría

Sin partidos políticos, solo quedan los caudillos

La tiranía de la mayoría
Alan Salinas
14 de noviembre del 2018

 

El vizconde Alexis de Tocqueville, en su estancia por la nueva América, vio como la democracia favorecía un espíritu y ethos público, el cual consolidaba una nueva forma de gobierno basado en la libertad e igualdad ante la ley. Anunciaba, así, que un nuevo régimen democrático haría que las mayorías puedan pronunciarse y votar periódicamente. Pero advirtió también que bajo este régimen el exceso de democracia podría generar una tiranía de la mayoría. Efectivamente, lo que Tocqueville advierte no es una tiranía con violencia, cadenas y verdugos (como en el medioevo), lo que advierte es una tiranía espiritual que sojuzga el intelecto y la voluntad, y que resulta perjudicial para la crítica y participación política en el espacio público.

Dicho esto, lo que actualmente apreciamos en el Gobierno de Martín Vizcarra, siguiendo las premisas planteadas por Tocqueville, no es más que poner en una situación crítica las instancias democráticas (léase Poder Legislativo, Judicial y partidos políticos) para contentar a la mayoría que desprecia a la clase política (incluyéndolo a él). La aceptación popular momentánea en las encuestas es una parte de la trama, no el final de la película política.

Esa mayoría silenciosa desprecia —desde hace décadas— a la clase política, pero —a la vez— se beneficia eventualmente de ella. No quiere saber nada de militancias, ni de partidos; prefiere a los caudillos, lo tutelar. Si tuvieran que elegir entre democracia y dictadura, escogerían lo segundo. Es nuestra joven democracia a la sombra de las recurrentes dictaduras. En ese esquema, Vizcarra prefiere el show antes que gobernar para fortalecer la democracia y el crecimiento económico; complacer a las mayorías criticando al fujimorismo y al aprismo, antes que gobernar planteando reformas para incentivar el crecimiento económico, frenar el crecimiento de la anemia y reconstruir el norte del Perú post fenómeno de El Niño.

Bajo este esquema, también cualquier análisis académico sensato pierde respaldo. En la tiranía de la mayoría importa más la opinión poco útil racionalmente, pero eficaz para contentar a la gente descalificando al adversario político. En la tiranía de la mayoría importa más que la gente no participe en el espacio público, lo que importa es brindarle —por la televisión y redes sociales— un espectáculo contra los políticos y las instituciones democráticas. En otras palabras, prefiere ser el presentador de un show de entretenimiento que el conductor democrático del alma nacional. En esa situación nos encontramos actualmente. No tenemos Gobierno ni educación para el soberano. Lo que tenemos es un animador que alienta el desprestigio de la política, contentando a las mayorías, sin alentar su participación y la crítica sensata.

En ese marco, ¿el referéndum contribuiría a que se gestione adecuadamente las instancias democráticas para un crecimiento económico sostenido? Lo dudo mucho. Vizcarra no es el Winston Churchill de nuestra reconstrucción nacional post Odebrecht. No gobierna, no concerta, ni alienta a la participación política.

Circo sin pan no es gobernar. Ser animador antes que conductor democrático no es concertar ni alentar a la participación política. ¡No, Presidente!

 

Alan Salinas
14 de noviembre del 2018

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