Jorge Varela

La economía social de mercado: un modelo alternativo

Un efectivo sistema que en Chile se quiere desechar

La economía social de mercado: un modelo alternativo
Jorge Varela
23 de agosto del 2022


¿En qué consiste la economía social de mercado? ¿Cómo definirla? Se ha escrito que está fundada en la organización de un sistema de asignación de recursos para el funcionamiento equitativo y eficiente de ellos. Ya en 1946 Alfred Müller-Armack –quien acuñó dichos términos– había contribuido a fundamentarla junto a otros pensadores. Según su definición, el núcleo de la economía social de mercado es la “combinación del principio de la libertad de mercado con el principio de la equidad social”. Su marco referencial reside en la libertad del hombre complementada por la justicia social (Marcelo Fernando Resico.
¿Qué es la economía social de mercado?).

Müller-Armack diseñó este concepto político de economía social de mercado (ESM) como una idea abierta y no como una teoría cerrada, enfoque que permite adaptarla a las cambiantes condiciones sociales (Dirección económica y economía de mercado). 


La irrupción de la economía social de mercado
 

Otros propulsores de la ESM y de lo que se denominó ‘humanismo económico y social’ pertenecían a la Escuela de Friburgo, movimiento intelectual que se nutrió de la resistencia contra el régimen nazi organizada en el Círculo de Friburgo y el Círculo de Kreisau. Estos dos grupos de diálogo integrados por personas de diferentes ideologías, origen y formación, constituyeron la cuna de las primeras reflexiones sobre el nuevo orden de una Alemania posguerra (Marcelo F. Resico)

A muchos de esos intelectuales y políticos se los considera asociados a una corriente de pensamiento denominada ordo-liberalismo surgida de la combinación del liberalismo con el orden, lo que implicaba una síntesis entre determinados aspectos de la tradición política y económica del liberalismo junto al renacer de los estudios neo-escolásticos atingentes a una fundamentación (ontológica) sólida de la primacía de la persona humana. Estos elementos fueron considerados a la hora de elaborar la plataforma de un sistema político-económico basado en la dignidad y los derechos de la persona humana, que significara una respuesta y una prevención permanente frente al doble desafío totalitario que representaban el nazismo y el comunismo.

La economía social de mercado se desarrolló como una alternativa liberal frente a la economía planificada y como una alternativa social a la economía de mercado al estilo clásico.


Ludwig Erhard: gran impulsor de la ESM

Erhard es considerado el impulsor principal de la aplicación de la ESM y se le asocia como el padre de la idea. En su condición de ministro de Economía influyó decisivamente en la reforma económica y monetaria alemana de 1948 que liberó el racionamiento de guerra y creó una nueva moneda, constituyendo la base de la ESM en la República Federal de Alemania (RFA).

Hay que destacar que todo ello fue parte integral del proyecto político de la democracia cristiana alemana, liderada por Konrad Adenauer, cuyo proyecto de paz social tanto interna como externa llevado a cabo junto con líderes del mismo movimiento en otros países, inspiró el sistema político de la posguerra europea.

Es oportuno agregar que en el marco del Tratado de reunificación de las dos Alemanias se ha reconocido a la ESM como el orden económico vigente caracterizado por “la propiedad privada, la competencia, la libre formación de precios y la libre circulación de trabajo, capital y servicios” (art. 1, párr. 3 del Tratado).


El mercado: esa realidad indesmentible
 

Este mercado al que se hace referencia existe pues, para incentivar el intercambio y atender a productores grandes, medianos o pequeños; a intermediarios de todo tipo y a simples consumidores. Está ahí, allí, allá o acullá, y funciona. Lo principal es que funciona y es perfectible. 

Pero, ¿y el Estado? El Estado, ese aparato orgánico de gran tonelaje al que le cuesta moverse, cuya energía suele ser succionada por burócratas con frecuencia ineptos o corruptos –que deben sus cargos a su condición de miembros del partido o coalición gobernante– continúa siendo uno de los escollos que impide crecer y redistribuir con equidad los ingresos, cuando en vez de regular se convierte en el gran interventor monopólico de todas las actividades económicas y en principal fuente de trabajo. En esta circunstancia es precisamente cuando se justifica la regulación estatal para asegurar la justicia y actuar en favor de los que sufren la inequidad del mercantilismo sin freno ni control. 

De ahí que de pasada –al modo nerudiano– evoquemos a esos mercados de abastos que huelen a albahaca fresca y frutas jugosas, a carnes blancas y rojas, a peces y mariscos; a esos lugares llenos de flores perfumadas, adornados con artesanías. Es que muchos se esforzaron y se esfuerzan por inculcarnos que el mercado es de color negro y cruel.


El sistema desechado en Chile

Recuérdese que varios dirigentes responsables de la Democracia Cristiana chilena predicaban en las esquinas a todo pulmón las bondades de una vía comunitaria en estado de probeta, en tanto los disidentes proclamaban la vía no-capitalista para luego apostar sin complejos por la vía socialista. Estos rebeldes comenzaron hablando de comunitarismo para enseguida transitar al socialismo comunitario, del socialismo comunitario al socialismo genérico, del socialismo genérico al socialismo ortodoxo; y de este a la confusión doctrinaria total. 

Fueron años oscuros y tristes para Chile y la Democracia Cristiana. Primó la impostura ideológica de los rupturistas del Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu) y de la Izquierda Cristiana (IC), quienes desgajados del tronco histórico quedaron atrapados en un reservorio de ideas secas que otros aprovecharon para enterrarlas en el mausoleo de la revolución socialista: un proyecto que no fueron capaces de articular juntos. 

Qué interés podía haber en aquella etapa para seguir el modelo de ‘economía social de mercado’ surgido en la Alemania de Konrad Adenauer y Ludwig Erhardt en un país como Chile, si ni siquiera el partido gobernante de su mismo signo político demostró entusiasmo por aplicarlo. Es posible que se haya entendido que la economía social de mercado era sinónimo de economía liberal de mercado y ello justificó las náuseas y arcadas. 

Como se sabe el sistema germano se sustenta en dos pilares centrales: libre competencia y estabilidad monetaria, conceptos incomprensibles durante años para la clase política de un país latinoamericano acostumbrado a vivir en medio de la inflación y la falta de competencia. Eran tiempos en que se pensaba de acuerdo al bajo peso y tamaño de nuestra economía y se seguían los dictados intervencionistas de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina). 

Si hasta el ex presidente Patricio Aylwin abominó del mercado en 1994, acusándolo de ser cruel. Años después afirmó que el modelo de libre mercado le parecía “eficiente para crear riqueza, pero no para distribuirla”. Lo que debió decir entonces, sin titubeos ni contradicciones, era que se requería un mercado social-económico regulado por principios de justicia y bien común.

Jorge Varela
23 de agosto del 2022

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