Raúl Mendoza Cánepa
¡Habla ahora!
Cuando parece mejor autocensurarse para no perder amigos

Eres correcto, nunca ofendes, no tiras piedras, te callas, sigues la línea –que es la línea de todos– te sumas siempre, sí… y quizás por eso tengas un escaño mañana y yo no tenga nada. Pero me toca ser la voz de la minoría: sí, de esa que tiene miedo de decir o maldecir, de rasparse la garganta, de esa que cree que se trata de equilibrar y no de odiar; de esa que no generaliza, de esa que desconfía de la lucha de clases (de cualquier clase), de esa que cree en la paz justa antes que en la guerra popular, de esa que se opone a la muerte del feto como a la del niño o del viejo, de esa que asume al mercado como la simiente de la prosperidad. Me toca ser la voz de quienes creen en lo que los demás no creen, de los que rezan a escondidas, de los que empuñan un rosario, de los que creen en la Constitución, de los que leen autoayuda, de los que gustan de lo que los “intelectuales” menosprecian. Me toca ser la voz de los que meditan en la sombra, de los que creen en la vida, de los que creen en la patria, en la familia, en el pasado. Digo, me toca ser la voz de los optimistas, de los ingenuos, de los que lamentan ser puñado y nunca masa…
Porque conozco personas honradas que tienen una forma de pensar (lo que es natural), pero que creen que es mejor autocensurarse para no perder amigos o callarse para no ser expulsadas de organizaciones, clubes, cenáculos, grupos, querencias; pues sin sostén no podrían sobrevivir ni mantener familias ni pretender un sueño. Porque para ser tú mismo y engrosar la voz sin temor a la piedra o al ajusticiamiento, debes ganarte la Tinka, habitar una isla, ser invisible o ponerte una máscara.
Tengo amigos que piensan en minoría (que piensan peligrosamente) y que de soltarse serían bufoneados, perseguidos o amenazados. Y digo que conozco personas que no tienen un soporte, un mecenas, una organización mientras disparen sus cañones. Conozco personas que no dicen lo que piensan por miedo, que escriben al 50 cuando podrían reventar al mundo en 100. Conozco personas que no siguen los dictados del populismo o del error y que votan secretamente por el 2%
Conozco personas que si opinaran tendrían al frente siempre a un culto pobre diablo en la trinchera de su teclado y a sus mil seguidores “lametintas” abrumando con injurias (sin un ejército propio y de lado que le sirva de contrapeso, porque pensar en minoría es estar solo y es ser vulnerable y es no tener ejércitos). Porque decir lo que nadie se atreve es ganarse la picota, comprarse el pleito; porque postear, hablar o likear puede ser un suicidio social. Pensar en minoría es peligroso si no te adoptan, si no te bancan, si no tienes la política rentada o la vida rentada o la reputación asegurada.
Pero, digamos, esa minoría puede ser mayoría alguna vez. Y entonces…
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