Raúl Mendoza Cánepa
Exilio interior
En la masa el grupo humano que pierde el control racional

La racionalidad debería llevar al hombre a elegir lo más inteligente; pero el ser humano es emocional y puede ir al despeñadero por rencor, ira, envidia o error. La vida lo demuestra en asuntos individuales cuando personas inteligentes hacen cosas insensatas. Con tozudez, un especialista, un intelectual o el más apto para resolver problemas complejos elige una opción que, a la larga, lo perjudica y lo destruye. El hombre-individuo puede ser brutal en momentos límite o ensayar disparates, pero el hombre masa puede ser más peligroso aún porque él elige a los gobiernos. Así, la democracia puede ser la mayor vitrina de la estupidez.
No se trata de la inocente ignorancia. El crimen reside en las decisiones que toman los supuestamente más ilustrados que guían a los otros con sus opiniones. El hombre masa (con educación o sin ella) se impone al hombre individual; y lo peor es que le impone el modelo político, el sistema de vida y hasta el Derecho. Gustave Le Bon definió a la masa como el grupo humano que pierde el control racional, se sugestiona fácilmente, imita y se contagia emocionalmente, y con menos responsabilidad porque lo hace desde el anonimato.
El auténtico liberal asume la democracia como Estado de Derecho y separación de poderes, le tiene más fe a la representación que a los llamados plebiscitarios y a las elecciones. El número no tiene la razón, tiene el poder; y el poder es peligroso sin proceso intelectual ni discernimiento. El mal puede dominar y el bien ser burlado por la demagogia. La ley apoyada por las encuestas puede esconder una arbitrariedad. Incluso, una resolución judicial puede vulnerar los principios del Estado de Derecho porque es popular, una resolución fiscal puede ser un arma como la que hizo del misericordioso Jean Valjean un fugitivo a perpetuidad del obseso inspector Javert.
Hay fuerzas tan injustas como idiotas de las que el individuo sensato y justo no puede escapar, salvo que se dé a la fuga como lo hizo Thoreau por los bosques de Walden o como Horacio Quiroga en la paz solitaria de las junglas, allí donde hasta las bestias plantean con más eficiencia su propia "civilización" y uno se impone sus propias reglas.
Alguna vez leía de la “misantropía” del expansivo intelectual Marco Aurelio Denegri, un lector voraz y un amante de la música, que halló en el refinamiento cultural una salida solitaria frente a lo burdo e idiota que se le ponía al frente, sea en la calle o en una pantalla de televisión. La misantropía es la aversión a esa masa que decide por uno atropellando a la razón y decide finalmente la predominancia del gusto y del estilo sin el auxilio de la inspiración ni la lucidez.
Hay exilios imposibles fuera y de toda excursión terrestre, pero los hay también hacia el interior, allí donde el hombre masa no llega y donde el destino personal es solo de uno, o acaso de la divinidad o el destino que finalmente nos rige.
COMENTARIOS