Raúl Mendoza Cánepa

Escribir, escribir, escribir

¿Publicar en papel o en la web?

Escribir, escribir, escribir
Raúl Mendoza Cánepa
22 de diciembre del 2019


Si quieres ser escritor o compartir tu arte y tus sapiencias narrativas puedes pagarle a un editor y perder un ojo de la cara sin garantía de llegar al público en las librerías; o puedes intentarlo con una trasnacional de la edición que, de seguro no te cobrará, pero tampoco te leerá para evaluarte. Escribir para la cajonera puede ser tan insustancial como hablar a solas. El mayor impulso de un escritor es expandir su público, pero no hay público sin editor. 

Más precisamente, fuera del área de conexión social de un editor eres nada. Para ser más preciso, sin amigos eres nada. Si no la haces en la cercanía de los grandes editores, si no eres del círculo en el que conectan las trasnacionales y los principales medios, eres nada. Hace unos años, cuando trazaba letras como integrante del staff de El Dominical de El Comercio, la editora tuvo el buen tino de abrir una sección para el público, una en la que los ciudadanos “sin vínculos sociales” enviaran sus cuentos anónimos (la identidad se conocía luego de seleccionados los trabajos) y pudieran publicarlos a página completa en el suplemento cultural más leído del país. Era un cúmulo de ficciones que llegaba a la redacción cada semana, por tanto un trabajo de titanes leer tan buenos textos y determinar cuál iba y cuál quedaba para la siguiente. 

Los tiempos cambian y el papel empieza a ser una antigualla, mientras las redes sociales abren páginas que nos prestan la posibilidad de una celebridad fatua, pero alegre. Si cuesta tanto o es de difícil acceso el mundo de los lectores, bien quedan esas innumerables páginas que Facebook abre a quien quiera compartir su arte y darke unas semanas o meses de relativa fama pagando publicidad y pidiéndole like a los amigos. En esa travesía, las páginas del Face o blogs o Fanpage son campo propicio para hacerla mejor que los más rankeados del papel.

Si la estrella literaria actual vende tres mil libros, quizás quien carece de la luminaria que concede, arbitrariamente o no, el mundillo de los medios, tiene la opción de ganar de lejos si logra 15,000 seguidores lectores. En la búsqueda de publicar mi propia página de minificciones, “Pequeñas historias verdaderas” (https://www.facebook.com/Peque%C3%B1as-historias-verdaderas-106290127545016/) me encontré antes con “de todo un poco”, nimiedades sobre cocina con un millón y medio de seguidores, brebajes para la dieta (un millón de seguidores), “locuras de mi pequeño” (dos millones de seguidores). Un engranaje de “naderías”, pero que llama a la lectoría y que nos avisa de la crisis de la literatura, cuando no del pensamiento.

Ser escritor o hacerla de tal nunca ha sido fácil, ni por la mala leche de los críticos (Clemente Palma no fue tan clemente con Vallejo) ni por el carísimo, elitista o intrincado acceso a la edición. Sin embargo, no podemos desprendernos nunca de la vocación, pese a las dificultades. La narrativa nos preserva de esa mundanidad idiota que hoy lunes me relevó, por una vez, de opinar sobre política.

Raúl Mendoza Cánepa
22 de diciembre del 2019

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