Raúl Mendoza Cánepa
Encuestas y manipulación
Lo que está adelante jala por el “efecto masa”

Importa poco cómo las justifiquen técnicamente, las encuestas manipulan porque es información que crea tendencia o movimientos en el tablero en base a cálculos y al margen de los candidatos. En encuestas sobre calidad de productos, una mayoría que se incline por uno tenderá a hacer creer que el “número uno” en la percepción es objetivamente el mejor y lo comprará. Se llama “posicionamiento”, lo primero ocupa tu mente. Lo que está adelante jala porque existe un “efecto masa”. Quien sabe de marketing sabe cómo el “número uno” en una muestra genera tendencia; también la genera si se desploma. La verdadera encuesta debiera ser la elección.
Si la mayoría cree por una encuesta que la Coca Cola es mejor, habrá un “impacto propaganda”. Una encuesta tiene efectos de marketing y el marketing es una de las herramientas de la posverdad, porque sirve como una herramienta de orientación pública pre electoral, una suerte de canto de sirena que pervierte la democracia.
En política todos quieren apostar a ganador, o calculan su voto sobre las posibilidades. Así se alienta el voto ciego. “No voto por el mejor porque en la más importante encuestadora contratada por el diario más grande, ese mejor no figura. No importa si adelante va un serial killer o un caballo, entre ambos es la final y no desperdiciaré mi voto, así sea el mejor”. Además, es una falsa inducción porque no refleja necesariamente la realidad de la calle.
Dependiendo del conflicto de intereses, cuál es la confiabilidad de una encuesta si hipotéticamente un candidato del que todos hablan tiene entre sus fines terminar con los intereses del medio que las publica o los de la encuestadora ¿Será invisibilizado acaso por su “peligrosidad”? ¿Por qué debo creer? ¿Qué explica que las encuestadoras no hayan visto al FREPAP? ¿Cuántas veces fallaron? ¿Puede un encuestador tener una relación directa o indirecta con el medio? ¿Puede recibir fondos estatales o políticos? ¿Puede cualquier encuestador ocupar un cargo en el Estado o tener alguna militancia? ¿Tiene derecho al odio político? Pregunto nomás, puede ser cualquiera.
En El Nuevo Diario, de República Dominicana se lee un texto muy pertinente:
Hay la teoría de la posverdad, aplicada al manejo inescrupuloso de la información, ilustra un esquema de perversión que contrasta con la búsqueda de la imparcialidad, al utilizar una herramienta de orientación pública para corromper la verdad, estableciendo una mentira construida con argumentos falsos, que son forzados a encajar dentro de la psique del ciudadano.
Para evitar que se prostituya o contamine el proceso que sirve como termómetro de la campaña electoral, la Junta Central Electoral (JCE) acreditó un número importante de empresas dedicadas a realizar sondeos de opinión, las cuales debían operar bajo ciertas condiciones profesionales para garantizar una información con resultados diáfanos, creíbles y transparentes.
En realidad, si se pone en juego la democracia y si, además, ya no es posible creer en nadie (¿qué se dice del JNE ahora?), mejor sería alentar sucesivos debates entre los candidatos presidenciales y que cada uno saque sus propias conclusiones. Subraye: sacar sus propias conclusiones, escuchando debates y no viendo encuestas. Estas no aportan a la democracia. La democracia informada no es la que se guía por un pastor que se ve que lleva tantas ovejas, por lo que mejor es seguirlo, sino la que sabe cuáles son los mejores candidatos. Un periodista que no sabe distinguir “ubicación en las preferencias” de “calidad de las propuestas”, se dedica a apostar más que a hacer periodismo.
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