Hugo Neira

El estadista es fundamental para la época que viene

En el Perú dada dura, ni democracia ni dictadura

El estadista es fundamental para la época que viene
Hugo Neira
09 de mayo del 2022


Cuando se me ocurre una columna sobre la actualidad peruana, suelo acudir a lo que ya escribí para no repetirme. Y de paso, suelo lamentar la vigencia de nuestros problemas. Así que le entrego al amable lector unos párrafos de mi libro de comparatismo,
El águila y el cóndor, publicado hace tres años y que circula en las librerías limeñas y mexicanas.

¿Cómo podemos hablar de servidumbre voluntaria en el Perú cuando las adhesiones a los tiranos son de corto plazo? Los grandes pueblos, ha dicho Churchill, son ingratos. [...] En el caso del Perú contemporáneo, la volatilidad de las clientelas y los beneficiados. En el Perú del siglo XX nada dura. Ni democracias ni regímenes autoritarios. Al oncenio de Leguía le sigue el ochenio de Odría. El velascato fueron siete años. El fujimorismo, 1992, tras el autogolpe, al 2000, ocho años. Al tirano de turno cada vez se le acorta el tiempo. También el mandatario demócrata. Cinco años como mucho. Y llegan plebiscitados y se van cabizbajos. No me hagan explicar por qué. Todos lo sabemos. Queremos gobiernos y no queremos gobiernos. Somos alguno de los pueblos más pedigüeños de la tierra, 'peticionarios' dicen los mexicanos. Y a la vez, uno de los más ingratos. Al tipo de régimen que tenemos y que no hemos inventado, se le llama presidencialista. Pero eso será en Washington, en nosotros es una etiqueta. La realidad es otra. Un Jefe de Estado en Perú es un hombre muy ocupado, pero no en los grandes proyectos de desarrollo sino en su propia supervivencia.

"Voy al Golgotha", decía uno de nuestros mandatarios al ir cada mañana a su despacho, precisamente uno de talante democrático. Su primera ocupación fue llegar al fin del mandato, lo cual no es sencillo. Terminada la contienda electoral, y concluido el "discurso del salvador de la patria" que todos lucen antes de subir al trono, pasado el tiempo de "ponerse al corriente", y tomando en cuenta la agresividad latente del contexto, incluyendo los cercanos colaboradores, el presidente, a la vez víctima y verdugo, comienza a prever quién será su posible sucesor, es decir, el enemigo que lo perseguirá inevitablemente. No hay presidente peruano que en el curso de su mandato no haya sufrido de la paranoia del poder. Paranoia, "sentirse como perseguido". Lo que provoca como enfermedad "la hipertrofia del yo". No es necesario mencionar nombres propios. Los últimos casos son de todos conocidos.

¿Cómo no emplear buen tiempo de su gestión en descubrir maniobras y emboscadas incluso entre sus ministros? Todo esto antes de sumirse en la indiferencia absoluta del que dejó el sillón para siempre. No hay Concejos de expresidentes, los tiene México, los Estados Unidos. Nosotros no. En el Perú estigmatiza tanto subir al poder como dejarlo. A diferencia de México, no hemos tenido ni por milagro, ese culto al Señor Presidente de los mexicanos (El águila y el cóndor. México/Perú, Universidad Ricardo Palma, Lima, 2019, pp. 400-401).

¿Y qué pasa en otros lugares? He recibido un mail de Europa, de Nelson Vallejo-Gómez, ciudadano francocolombiano, como yo soy francoperuano, un pie en sendas culturas. Cuando estuvo en Lima, hicimos diversas maniobras para hacer llegar al Perú a Edgar Morin, un hombre de enorme sabiduría.  Yo estaba de director de la Biblioteca Nacional y Nelson funcionario de la Embajada francesa. Morin habló en varias universidades peruanas. Hoy Nelson tiene un cargo administrativo muy alto en París. Me estoy olvidando, pudimos invitar también a Serge Gruzinski que escribe grandes libros que dan la vuelta al planeta. Ahora en su mail se ocupa nada menos que de Michel Wieviorka, presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Y es director de la EHESS (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales) en donde se forman los especialistas del mundo entero.

Yo obtuve en dicha institución mi grado de doctor en Ciencias Sociales, en el sistema francés la sociología no es una sola disciplina sino muchas otras, incluyendo filosofía. ¿Por qué esta respuesta por mi parte? El profesor Wieviorka aprecia al presidente Macron, pero le reprocha un «populismo singular». Apenas una idea mía, junto con mis saludos: creo que todo irá bien con Macron. En los países avanzados, no se le da el poder legítimo como sí lo dieron los 32 millones de peruanos a cualquiera que se presenta. 

En líneas por venir, me extenderé más. Es cierto que de los grandes estudiosos muchos han perdido la confianza en los políticos. Cualquier país europeo, y en especial los que creemos más potentes, tiene dificultades ante las mutaciones de la economía nacional, europea y la economía mundializada, es algo que atrae a los posibles regímenes tiránicos. Yo le diría a Wieviorka, que me parece no solo un docente de alto vuelo sino valiente, que para el puesto de Presidente, creo que Macron tiene el carácter y el genio de quien deberá enfrentar los grandes desafíos que se vienen, y como estadista, los cambios probablemente difíciles pero necesarios e impostergables. Yo creo que varios de los grandes presidentes anteriores de Francia —Hollande, Sarkozy, Chirac, Mitterrand, etc—, sin duda fueron exitosos, pero la política era más serena, repetitiva. Y lo que se viene, es otra cosa. ¿No sería mejor alguien que es parte del modelo con los mismos comportamientos? Por Macron votaron porque no tiene partido. ¿Es algo riesgoso? ¿O al revés, los ciudadanos ya no creen mucho en los políticos? Los grands enjeux (lo más grande que está en juego) no estarán solo en la racionalidad sino también en lo que toca a los sentimientos, el amor a Francia, por ejemplo. Será la cultura francesa que con Macron salvará a Europa, y entonces, algo que va más allá del Estado.

Entramos en otra era. Es otra modernidad. Por eso, un personaje como Macron sabe lo que se puede hacer, pero no es solo la razón lo que salvará ese lugar del mundo.

Hugo Neira
09 de mayo del 2022

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