Eduardo Zapata

El debate excluyente e invisible

Los excesos del supuesto “lenguaje inclusivo”

El debate excluyente e invisible
Eduardo Zapata
31 de marzo del 2021


Una de las más fervientes defensoras del llamado lenguaje inclusivo tuvo que abdicar rápidamente de él. Y es que una pauta exageradamente corta del debate electoral para la intervención de los candidatos conspiraba contra los deseos de ´visibilización´ e ´inclusión´; a riesgo de tener que abdicar de decir lo que quería expresar respecto a sus propuestas electorales. Así ¡se olvidó prontamente del catecismo de género!

Pero en el fondo no fue el formato. Ocurre que el lenguaje es un instrumento de comunicación y cuanto más clara y directa sea esta, mejor. A ello se debe que exista un principio que rige la vida de las, al cual han adherido en el tiempo y en diferentes códigos lingüísticos millones de hablantes: el principio de economía del lenguaje. Con menos, más. Si una palabra o una desinencia morfológica subsume a otras, se opta por ellas. Total, el asunto del lenguaje coloquial –lo hemos dicho– es comunicar claro y directo, no excluir sentido ni oscurecer visibilidad de él.

Como sabemos, a ninguna ´autoridad´ extra usuarios de una lengua se le ha ocurrido organizar gramática, semántica, sintaxis o morfología. Todo ello se ha configurado al compás de la evolución libre y arbitraria de la lengua. El latín culto jamás pretendió ser impuesto sobre el latín vulgar, y de este nacieron las dicentes lenguas romances.

Ni con las monarquías absolutas. Cuando Luis XIII crea en 1635 la Academia Francesa, hay por cierto una tímida intención de preservar –desde fuera– la lengua francesa. Lo mismo ocurrió con Felipe V en 1713 con la Real Academia Española; pero más pronto que tarde estas Academias se convirtieron en simples registros de los usos frecuentes de la gente. Y en caso de dudas, en la formulación del valor de tal o cual categoría lingüística. Sin pretensión de poder absoluto, mesianismo o adoctrinamiento. Transitaron y transitan estas Academias no solo en el registro, sino también en los campos de la investigación semasiológica, onomasiológica y etimológica.

Pero he aquí que de un tiempo a esta parte –inicialmente con el propósito declarativo de visibilizar e incluir a la mujer en el género de las lenguas, que de siempre ha sido arbitrario– ´los niños´ dejaron de incluir a ellos y ellas, y se volvieron una manifestación del patriarcado cultural. En la lengua escrita se optó por la arroba para solucionar el problema. Pero como este signo seguía excluyendo otras preferencias sexuales se recurrió a un nuevo signo que estableciese diferenciación entre niños, niñas y ´los demás´.

Etimológicamente la palabra coerción proviene de una voz latina que significa ejercer. En buena cuenta coerción significa impedir la libertad de los hablantes, y por primera vez en la historia de la vida de las lenguas y desde los Estados y organismos internacionales, se pretende negar dicha libertad e imponer –vía una ´autoridad extra hablantes´– una nueva morfología de género.

Si el lenguaje está hecho para comunicar y constatamos que ´el enfoque de género´ perturba este fin ¿acaso no obedece este lenguaje supuestamente inclusivo a una ideología totalitaria y extra lingüística? Incoherente por lo demás, pues el nuevo signo incluido para ´los demás´ no respeta a personas individuales con su propia sexualidad. ¿No era que se pretendía visibilizar e incluir todas y cada una de las opciones de género? El género “los demás” no solo es irrespetuoso sino inoportuno. Por bonito que se simbolice.

Eduardo Zapata
31 de marzo del 2021

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