Raúl Mendoza Cánepa

Deterioro mental

La aprehensión fundada ante la posibilidad de ser contagiado

Deterioro mental
Raúl Mendoza Cánepa
12 de abril del 2020


Es notable el número de situaciones que producen un quiebre psicológico. Para algunos puede ser el encierro, lo que explica que los peruanos se las ingenien para pasear o corran en tropel a los mercados, aún a riesgo de su salud; pero el encierro no es destructivo para una mente ocupada. Siempre se cita el caso de Isaac Newton, que en la peste de 1655 se enclaustró y produjo gran parte de sus propuestas sobre la óptica, el cálculo y la gravedad. De hecho, una cuarentena puede ser un hito de cambio en las decisiones personales, un reseteo o una reinvención, un breve retiro. 

Otro deterioro mental es la angustia del ingreso actual y de la continuidad laboral. El tema no solo se refiere a la paralización ahora, sino también a lo que se viene post 2020 ¿Qué harás cuando el virus deje de hacer estragos y no tengas empleo? No extraña que haya muchos que –si lo comprendemos desde la perspectiva individual– prefieran tener en la mano todos sus aportes a la AFP, porque es el único salvavidas en un mundo donde tener un capital es más razonable que tener un ahorro cuyo valor tardará en recuperarse o termine siendo un sencillo a cuentagotas para el agua y la luz. 

Sin embargo, quizás no se haya tomado en cuenta uno de los deterioros más importantes: el miedo. Llámele “agorafobia”, el temor a salir de su casa o el terror social, que es la aprehensión fundada ante la posibilidad de ser contagiado. El Covid-19 era, en su falseada versión china, un virus de baja incidencia letal, agresivo con adultos mayores y ninguneado a tal punto que se le llamó “gripe”. Era mucho más. Ha matado personas jóvenes, deportistas, gente sin comorbilidad. El número asusta más que el porcentaje. Se dice que las partículas que dejamos en el aire al estornudar, toser o hablar, se quedan suspendidas y logran espacios de impacto mayores a los que podríamos imaginar. Las notas nos invaden ¿Alguien tiene una respuesta científicamente definitiva? Podría sobrevivir días en su teclado, en la silla pública donde reposa, en las manijas, en su ropa, en todo. Se dice tanto y tan variado, y se muestra tanto en simulaciones, que es fácil asumir que la velocidad de contagio (peor aún, desde los asintomáticos) podría enfermarnos gravemente o matarnos. La paranoia deja de ser una enfermedad para tornarse en un recurso de sobrevivencia y, a la vez, en un factor de estrés. 

En la modernidad tecnológica caben opciones prolongadas de autoprotección como el teletrabajo, no solo para los mayores de 50 o 60, sino también para quienes tengan enfermedades crónicas específicas (hipertensión, diabetes, asma…), dependiendo del tipo de servicio. Sin embargo, el problema no concluye tras la peste ¿Qué nos dejará ella? ¿Hipocondría? ¿Ansiedad generalizada? ¿Miedo social? ¿La muerte como una posibilidad en la que poco pensamos? La muerte banalizada: bolsas negras, cuerpos arrojados sin nombre en fosas, centenas de ataúdes alineados en Milán, Nueva York y Guayaquil. La explosión informativa nos amenaza con un sinfín de desastres, llegan como películas de terror y corren a alcanzarnos como en “La máscara de la muerte roja”, el cuento de Poe, solo que sin ficción. Lo humano, finalmente, como cuerpos por recoger de calles y casas. Nunca habíamos pensado en nuestra fragilidad y pequeñez como país o humanidad, ¿verdad?

¿Cuántos psicólogos y psiquiatras existen por cada peruano que quede afectado? La salud mental será la última línea de batalla para integrarnos como sociedad.

Raúl Mendoza Cánepa
12 de abril del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

La gente está harta

Columnas

La gente está harta

Las encuestas son fotografías: capturan un instante, pero no ga...

03 de febrero
Trump, mi wayki, mi hermano

Columnas

Trump, mi wayki, mi hermano

En 1823, James Monroe, ante el congreso americano sentenció: &l...

27 de enero
Ese otro en ti

Columnas

Ese otro en ti

La política, decía Aristóteles, es la más ...

20 de enero

COMENTARIOS