Eduardo Zapata

Cultura y política

No se debe confundir la información con el conocimiento

Cultura y política
Eduardo Zapata
27 de enero del 2021


Una de las palabras que más escuchamos entre quienes criticaban ayer al señor Vizcarra y hoy al señor Sagasti, es la palabra
gestión. “No tuvieron (ni tienen) capacidad de gestión” es el calificativo que han merecido estos últimos años de la administración pública. 

Y ciertamente razón no les falta a estos críticos. Los sobresaltos políticos, la ausencia de inversión pública y privada y la nula ejecución de obras –habiendo dinero de por medio– avalarían a quienes esgrimen este argumento. Obviamente todo ello es magnificado por la visible parálisis e ineficacia con la que ha sido abordada la pandemia. 

Como todos sabemos, una gestión eficiente requiere de información profesional, de calidad y obtenida oportunamente. La multiplicidad de consultorías y asesorías realizadas deberían haber proporcionado este insumo. Pero dado el secretismo que ha signado a ambas administraciones, no podemos saber si dichas consultorías y asesorías fueron simples refritos de la nada, copy & paste de lo ya existente o meros formulismos para dilatar decisiones. 

En cualquier caso, cabe la observación de que la información –por precisa que sea– sirve de poco a una buena gestión si no está hecha a partir de la cultura y para ejecutores que también son cultos. Es evidente que no nos estamos refiriendo aquí bajo el término cultura a externalidades artísticas o refinamientos, sino a lo que Ortega y Gasset llamaba la “dimensión constitutiva de la existencia humana”. Es decir, “el sistema de ideas de nuestro tiempo”. En términos simples la idea clara de un por qué y para qué la información. Que no se agota en la gestión inmediata sino que sabe mirar horizontes.

En los años veinte del siglo pasado, un grupo de intelectuales en los Estados Unidos –conocidos como los radicales americanos– se comprometió en la lucha política desde la cultura. Lamentablemente una serie de sucesos internos de la política norteamericana y una visión mesiánica y finalmente aristocrática de la sociedad impidieron la fecunda simbiosis entre cultura y política. Estos intelectuales terminaron así por enajenar cultura de política y dejar como virtud suprema –para sus adversarios– la gestión. De no importa por qué y para qué, pero con resultados visibles en el corto plazo. Triste fue el caso de un hombre bien intencionado e inteligente como Dwight Macdonald, quien terminó asumiendo posiciones anarquistas y postulando una elitización conceptual de política y cultura.

Ad portas de las elecciones en el Perú, resulta conveniente efectivamente evaluar la capacidad de gestión de los candidatos, sus calidades profesionales y sus cuadros técnicos. Pero, con anterioridad, pensar en cuál de los candidatos tiene más condiciones para unir cultura y política. Porque no van a manejar simplemente un negocio o una municipalidad o región, sino un país y el destino de su gente en un mundo globalizado que requiere ser comprendido culturalmente.

Por su ausencia, tal vez estemos cometiendo el error de pensar solo en gestión y resultados. El error de confundir informes de investigación con producción de conocimiento. Y la data per se no es cultura.

Eduardo Zapata
27 de enero del 2021

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