Raúl Mendoza Cánepa
Buen gobierno: ciencia y urgencia
Una nueva Constitución no cambiará la realidad

A dos días del Bicentenario en el Perú hay solo urgencias para la gente, y son estas las que prevalecen a las urgencias del poder. No son necesarias las encuestas para saber que la pandemia ha sido y es la mayor de nuestras guerras. Ninguna de estas, ni sumadas desde la Independencia, llegan al número de muertos que el Covid-19 deja y sigue dejando en su camino, más de 200,000 muertos. Quizás no le parecen tantos porque no los ve, pero 200,000 muertos llenarían la Plaza San Martín y las calles adyacentes. Ni en la peor catástrofe. Así de oídas no le espanta, pero imagine si fuera una guerra y se abultaran las víctimas que van llegando (incluidos los hospitalizados) en un espacio en el que usted los pueda ver. Cambia la impresión y el sentido de la urgencia, ¿verdad? Que no los vea no significa que no existan. El entusiasmo con las vacunas se entiende si es de quien es inyectado en el hombro y hoy le toca, pero estamos lejos de vacunar al 70% de la población y de ganarle a las mutaciones, con lo que no hay más premura estatal que la vacunación y la economía.
Vacunar es también reactivar. En una investigación personal urbana logré una aproximación: los negocios, cuando no han cerrado, funcionan hoy al 50% a 70%, y muchos suman ya a los desempleados que eran al 2019. En 2021 seis o siete de cada diez peruanos tienen una situación precaria. No tienen ingresos ni ahorros, y el futuro les es aún más negro por la incertidumbre de un cambio político que espante a los capitales. Los desempleados o autoempleados no solo no encuentran quien los contrate o quien les compre, sino que deben pagar más por lo que consumen y asumen que la situación irá para peor si los empleadores se van a Ecuador o Centro América, y tienen miedo de invertir. A más inversión más empleo, más recaudación y más políticas sociales y, desde luego menos pobres.
Otro tema es la mejora de la inversión pública, que es ineficiente y apetecible para la burocracia que medra ilícitamente de ella. Así, la sensatez del gobernante es el pragmatismo y la disposición al consejo de todos los que aporten su prudencia y sus luces desde la academia, los centros de investigación, las profesiones, el empresariado, los diversos sectores económicos. Vivimos una guerra que nos es común en la tragedia, y las guerras unen.
La sabiduría del rey es la genuina gracia de la luz. El gobernante sabio entiende desde la Historia que el Derecho no cambia la realidad (doce constituciones fundacionales y miles de leyes ineficaces lo dicen), lo que la cambia es una sabia gestión. Que el 28 de julio llame a la serenidad, la probidad, la confianza, la inclusión, la inteligencia y la promoción de la paz entre todos los peruanos; porque peruanos somos todos, ni unos más ni unos menos. Es este el principio soberano de la república. Que en la guerra que vivimos no prime la desintegración ni la materia del poder ni que sean otras nuestras urgencias.
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