LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Por qué el Gran Hermano golpea al Presidente?
Una coyuntura de fuego y azufre
En la novela 1984 de Orwell —escrita cuando la Guerra Fría del siglo XX se intensificaba— existe la presencia omnipresente de un Gran Hermano o un Hermano Mayor, la policía del Pensamiento y el Ministerio de la Verdad, que pretenden establecer quién dice una mentira y debe eliminarse. El objetivo era crear un pensamiento único que salvara a la sociedad. Algo parecido ha comenzado a suceder con los audios que se difunden en los últimos días. Precisemos.
IDL-Reporteros difundió una oleada de audios en los que se revelaba un execrable tráfico de influencias entre miembros del CNM, el Poder Judicial y el Ministerio Público. Los audios desataron una justificada y constructiva indignación ciudadana. La clase política y el sistema judicial procesaron el incidente con relativa premura: los miembros del CNM fueron destituidos, se licenció a la Corte del Callao e incluso hubo detenidos. El Perú, entonces, agradece el logro periodístico.
Sin embargo, luego algo extraño empezó a pasar. A partir de la estigmatización de Hinostroza, un vocal supremo, quien —en un audio— habla sobre una sentencia (en el caso de una menor violada) con uno de los administrativos del Poder Judicial, se intentó vincular con la corrupción a todos los enemigos políticos y judiciales de un sector político del país.
¿Cuál fue la estrategia? Hinostroza —a estas alturas indefendible— era un vocal supremo que hablaba con operadores políticos y partidos que sostenían guerras judiciales y electorales. En este caso el Apra y Fuerza Popular. Igualmente el mencionado vocal hablaba con todos sus pares en la Fiscalía y el Poder Judicial, como suele suceder entre todos los magistrados supremos. Pero además Hinostroza destilaba fanfarronada y los conocidos giros de la criollada peruana.
A partir de los diálogos intrascendentes de Hinostroza, en los que se menciona a diversos personajes, se pretendió implicar al fujimorismo, al aprismo, al presidente Vizcarra y al nuevo fiscal de la Nación, Pedro Chávarry. Hubo un momento en que el Gran Hermano que había surgido se propuso desatar una ola de masas que cerrara el Congreso y produjera el adelanto electoral. Sin embargo, las instituciones funcionaron y el poder oscuro no logró sus objetivos.
Si la estrategia del Gran Hermano fue efectiva en una primera etapa es porque un grupo de cacatúas mediáticas demolió sin ningún espíritu crítico, sin alma de periodista —que, finalmente, es el alma de un librepensador— a todos los blancos a los que apuntaba el Hermano Mayor. Quizá los casos que quedarán registrados para mañana son los intentos de satanizar al congresista Mauricio Mulder (autor de la ley que prohíbe publicidad estatal en medios privados) y al fiscal de la Nación, Pedro Chávarry. Dos hombres decentes que a lo largo de décadas han demostrado valores que pocos cultivan. El tiempo establecerá las verdades y los tristes días vividos —por los excesos de un sector del periodismo— quedarán en olvido. Lo más grave de todo es que hoy Chávarry es el blanco perfecto de la corrupción y las economías delictivas que no pueden aceptar que un “inflexible” haya asumido la Fiscalía. Sin embargo, Gran Hermano quiso liquidarlo con diálogos intrascendentes porque no era de su facción judicial.
Poco a poco se fue desvelando para la ciudadanía las intenciones del Gran Hermano. No se trataba de eliminar la corrupción, sino de controlar instituciones. El presidente Vizcarra fue mencionado de pasada en un audio y, de repente, pareció arrimarse en la otra orilla. Nombró una comisión para elaborar propuestas de reforma —en alianza con todos los colores del sector caviar—, respaldó la movilización de masas contra el Congreso y se opuso a la legítima elección de Pedro Chávarry en la Fiscalía de la Nación. Una mención en un audio, pues, tiene enorme poder político.
Los audios con diálogos intrascendentes siguieron difundiéndose hasta que volvió a salir otro con una conversación en la que se menciona a Vizcarra. La pregunta que surge es si Gran Hermano intenta presionar al jefe de Estado. En todo caso, es hora de defender al primer mandatario, a quien se pretende emplazar por un diálogo sin importancia.
Ahora falta resolver algo fundamental en este artículo: ¿Quién es el Gran Hermano? Antes una cuestión previa. Gran Hermano existe porque parte de la ciudadanía todavía escucha a ciertas cotorras. Un demócrata no puede aceptar un audio con diálogos intrascendentes porque es violar la estricta separación entre la esfera pública y el universo privado, el sagrado derecho a la privacidad del gozan los ciudadanos en democracia. Luego de esta precisión para absolver la pregunta sobre la identidad de Gran Hermano en el Congreso se debe investigar quién es y dónde está (¿funcionarios, fiscales y policías?). Pero no se debe tocar ni molestar a los periodistas, a los mensajeros, que gozan de plena libertad para informar sobre asuntos públicos en las sociedades abiertas. Algo más. No hay Gran Hermano que sobreviva en democracia. Todos terminan mal, muy mal.
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