Alejandro Arestegui
El fin no justifica los medios
Las motivaciones detrás de las protestas en Turquía

Actualmente los peruanos estamos viviendo una crisis social bastante grave, sumada a la inoperancia de las autoridades y un grave problema de inestabilidad del orden público. Si nos remontamos a los últimos dos estallidos sociales de mayor relevancia (las protestas de 2020 y las que sucedieron a inicios de 2023) nos damos cuenta de que hay muchos actores involucrados que coinciden: son aquellos que buscan generar desorden y zozobra. Tres cuartos de lo mismo con las marchas contra la inseguridad de la semana pasada las cuales se politizaron de forma escandalosa. En Turquía pasa algo similar, es necesario tomar el ejemplo de este país tan lejano para poder darnos cuenta de que existe un mismo hilo conductor. Los personajes involucrados y la búsqueda política que persiguen hace que se note que estas protestas son provocadas y que siguen parámetros muy similares unos de otros.
Actualmente, Turquía está atravesando un período de tensión política significativa. En los últimos días, se han reportado manifestaciones masivas en varias ciudades, especialmente en Estambul y Ankara, tras la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoğlu, el pasado 19 de marzo de 2025. Imamoğlu es quizás en la actualidad el líder más visible de la oposición turca, a la cabeza del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP), fue arrestado en una operación policial bajo acusaciones de corrupción y presuntos vínculos con organizaciones terroristas, cargos que él y sus seguidores consideran sin fundamento. Los opositores consideran que esta es un ataque directo por parte del gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan (el cual de todas formas ya no podría volver a postularse más). Las protestas llevan ya una semana desde que empezaron y han sido reprimidas por las fuerzas de seguridad con el uso de gases lacrimógenos, cañones de agua y detenciones masivas. Según informes, más de 1,100 personas han sido detenidas desde el inicio de las movilizaciones, que desafían una prohibición gubernamental de concentraciones públicas en Estambul. El gobierno también ha restringido el acceso a redes sociales, aunque estas informan al respecto, con las opiniones fuertemente divididas.
La detención de Imamoğlu, quien es visto como el principal rival de Erdoğan de cara a las elecciones presidenciales previstas para 2028 (aunque podrían adelantarse), ha intensificado las acusaciones de que el presidente está consolidando su poder y socavando la democracia. Erdoğan, que lleva más de 15 años en el poder, ha negado que las acciones contra Imamoğlu sean políticas, pero la oposición sostiene que se trata de un intento de eliminar a un contendiente fuerte. Las manifestaciones han sido descritas como las más grandes desde las protestas de 2013, extendiéndose a más de dos tercios de las provincias turcas. Además, en materia económica la lira turca ha experimentado una caída, reflejando la inestabilidad económica que acompaña esta crisis política. Este episodio se suma a un historial de controversias durante el gobierno de Erdoğan, incluyendo tensiones con la minoría kurda, restricciones a la prensa y reformas que han fortalecido el sistema presidencialista desde el intento de golpe de estado en julio de 2016.
Ahora analicemos el alcance de estas protestas y el impacto que estas pueden tener. Recordemos que en 2023 se llevaron a cabo elecciones presidenciales en Turquía, las cuales fueron ganadas por el presidente de Erdoğan por un muy estrecho margen. Estas últimas elecciones marcaron una tendencia muy clara de disminución del poder y popularidad del actual presidente. Sin embargo, tal como lo expliqué en su debido momento (https://elmontonero.pe/columnas/alianzas-peligrosas), la oposición cometió el grave error de aliarse con la extrema izquierda (esto es, partidos socialistas, comunistas y separatistas) con tal de sacar a Erdoğan del poder, esta última jugada fue mal vista por el electorado indeciso, que terminó apoyando a Erdoğan o viciando su voto antes de apoyar a una oposición que era capaz de hacer cualquier cosa con tal de obtener el poder. El fin (sacar a Erdoğan), no justificaba los medios (ceder un espacio de poder importante a los izquierdistas y separatistas, algo nunca antes visto en el país)
Y es que hay que ser muy claros, así como muchos nos negamos a la presidenta Dina renuncie, no porque la apoyemos ni porque comulguemos con sus pésimas políticas, sino porque el nuevo gobierno de transición lo ocuparían gente nefasta e igual de incompetente que existe hoy en el congreso, lo mismo pasa en Turquía. El hecho de que Erdoğan haya presentado tendencias autoritarias (Aunque desde 2008 había ganado con contundencia todas las elecciones a las que se había presentado), un pobre manejo de la economía y un giro hacia el islamismo frente a la tradición laica de Turquía desde 1923 no significa que haya que apoyar a la oposición a ciegas. De hecho, si desmembramos los partidos y movimientos que conforman esta supuesta oposición vemos que la mayoría son socialdemócratas y gente de izquierda, por lo que no brindan ninguna solución a los graves problemas económicos que atraviesa el país ni mucho menos una conciliación frente a las divisiones sociales de los últimos años.
Yendo al plano económico, para las elecciones de 2023 la oposición turca había llamado al ahora ganador del premio nobel de economía Daron Acemoğlu para fungir como asesor económico. En un discurso ofrecido en la asamblea del partido CHP, Acemoğlu hizo gala de estrategias estatistas, llenas de intervencionismo y regulación de la economía; que irónicamente son parte de los males que han afectado a la economía turca los últimos años. Por añadidura, pareciera en sus propuestas que tampoco tienen una medida contundente para acabar con la inflación, ya que lamentablemente sus asesores económicos no consideran a esta como un fenómeno de eminentemente monetario. Lo que necesita Turquía en la actualidad, es alguien con propuestas económicas muy similares a las del presidente argentino Milei, y no lo digo esto de forma antojadiza, sino el propio banco mundial ha afirmado que, a este ritmo, para finales de 2025 Argentina va a tener una inflación inferior a la de Turquía. Esto sólo es posible gracias a que poseen a un presidente y un equipo económico que sabe bien lo qué hay que hacer en estas situaciones. La oposición turca solamente ofrece un mediocre gradualismo económico, que nunca ha ayudado a un país a salir de una crisis económica.
Si nos vamos al campo político la situación no mejora. Siendo sinceros, la estrategia geopolítica de Turquía en estos últimos años ha sido muy buena, ya que permitió al país priorizar sus objetivos y salvaguardar sus intereses nacionales antes que los extranjeros. Lamentablemente si la oposición gana estaba rendir pleitesía y subyugarse de inmediato a las demandas de la Unión Europea, institución que está por demás desprestigiada y que además ha perdido credibilidad en el campo político, institucional, económico e incluso militar. Un acercamiento peligroso y poco rentable hacia Europa en lugar de estrechar los lazos con las monarquías de oriente medio, negociar con los países de Asia Central y quitarle el dominio político a Rusia en esa zona, afianzarse en el Cáucaso y por supuesto llevarse bien con la administración estadounidense del presidente Trump serían jugadas geopolíticas mucho más inteligentes para Turquía, sin embargo, dudo mucho que la oposición turca siga esta agenda en caso de llegar al poder.
Como conclusión, cuando vemos que se organizan marchas multitudinarias (ya sea para protestar contra la inseguridad, contra la crisis económica o simplemente en favor de un político) hay que buscar siempre quién está detrás de la organización de las mismas. Nos podemos llevar una enorme sorpresa cuando vemos que la politización de las marchas significa el negocio para algunos, más no un beneficio para la ciudadanía. Lo peor es que si las marchas cumplen su objetivo (como sucedió en Perú en 2020), los resultados poco o nada hacen por mejorar la realidad. Otro similar parangón lo veo en las protestas de Chile del año 2019, donde una turba enfurecida obligó al gobierno chileno a impulsar un proceso constituyente, el cual no sirvió absolutamente de nada, salvo cumplir la agenda política de unos radicales izquierdistas que poco o nada les interesa el futuro de su país. Estaremos atentos sobre cómo se desenvuelven los acontecimientos tanto en nuestro país como en Turquía, pues muchas veces los casos comparativos nos pueden ser de utilidad para analizar la realidad política.
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