Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Fracaso de regionalización desnuda ineficiencia estatal
En este portal hemos sostenido que el principal problema del modelo económico y social vigente en los últimos 25 años —que ha reducido la pobreza a un quinto de la población y ha expandido a las clases medias— siempre ha sido el fracaso, la falta o la ausencia del Estado. En el Perú del último cuarto de siglo solo ha funcionado y cumplido su papel el sector privado, mientras que el Estado ha fracasado en todas las líneas. Sin el aporte privado de hoy el país no tendría viabilidad alguna.
La tragedia nacional —que ya afecta a alrededor de 72,000 damnificados, que ha causado más de 75 muertos, ha dañado cerca de 4,500 kilómetros de carretera, y ha afectado a todo el sistema de agua y saneamiento de las ciudades del norte y de varios distritos de Lima— simplemente ha dejado desnudo, en cueros, al fracaso estatal que comprende a los gobiernos central, regional y local. Y no solo se trata de un Estado ineficiente en la planificación de las ciudades y en la provisión de servicios, sino que la llamada regionalización ha sido uno de los peores enemigos de la construcción de una sociedad moderna.
Si el Estado no enfrenta adecuadamente la emergencia y la reconstrucción de la infraestructura nacional destrozada, no solo estará en juego la economía, sino la propia democracia, porque las fragilidades y vulnerabilidades de la administración PPK se multiplicarán a la enésima potencia. La popularidad del gobierno sigue cayendo como si se hubiese roto algo entre el jefe de Estado y la población.
Y, en cuanto a la economía, considerando que las intensas precipitaciones pluviales continuarán en las próximas semanas, no se puede predecir todavía en cuánto afectará el crecimiento del PBI en el 2017. Sin embargo, vale recordar que en los fenómenos de El Niño de 1983 la economía dejó de crecer en 10% y en el de 1998 en 6.9%. Si consideramos que ya la economía se estaba enfriando por el caso Lava Jato, las cosas —como se dice— se ponen realmente negras.
En este contexto, no se pueden enfrentar la emergencia ni la reconstrucción con el orden actual de cosas en el Estado. Si los peruanos pretendemos recuperar la planificación del crecimiento del espacio urbano, como lo hacen todos los estados modernos del planeta, es inevitable que el gobierno central vuelva a centralizar diversas funciones que habían sido transferidas a los gobiernos regionales y locales. El debate en la élite política debería definir si la recentralización es solo parte de la emergencia o forma parte de un nuevo diseño estatal.
Las ciudades costeras se han masificado en las riberas de las cuencas, organizando la tragedia que hoy contemplamos; también se ha olvidado que las calles deben tener sistemas de drenaje, porque en las zonas bajas está el océano, y al otro lado —en las áreas altas— la cordillera de los Andes. Si las cosas son así, ¿cómo la sociedad recupera el control del espacio urbano con gobiernos regionales y locales que solo reproducen los vicios y corrupción de las viejas clases políticas y que no logran gastar ni el 10% de los presupuestos de emergencia? Tremenda pregunta para el oficialismo y la oposición.
Pero no solo se trata del fracaso estatal por el descuartizamiento estatal que desencadenó la regionalización, sino que el gobierno central también se llenó de una floresta de sobrerregulaciones que lo han convertido en uno de los más burocráticos de la región. Y que explican la ineficiencia y la corrupción de la burocracia peruana.
La necesidad de recentralizar el Estado no solo nace de la necesidad de recuperar la planificación del espacio urbano del país, sino que las miles de obras pequeñas —desde la descolmatación de ríos hasta la reconstrucción de los sistemas de agua y saneamiento— requieren de un nivel de control de las autoridades nacionales. O, sabiendo cómo son las cosas, ¿estamos dispuestos a dejar el asunto solo en las autoridades regionales y locales que han fracasado en todo?
Para avanzar en algún nivel de recentralización del Estado, en primer lugar, se requiere una voluntad del gobierno. Algo de eso podría existir cuando en la administración PPK se sugiere nombrar un zar para la reconstrucción. Pero la otra condición indispensable es un nivel de acuerdo con la oposición, sobre todo con el fujimorismo, para evitar que las estrategias políticas se impongan sobre la imprescindible unidad nacional.
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