La Cancillería de la República hasta hoy, pese a...
Este 28 de julio el Perú celebrará Fiestas Patrias, un aniversario más de la independencia de la metrópoli y un motivo para preguntarse sobre cómo ha avanzado la peruanidad, la construcción del Perú, luego de más de dos siglos de fundación republicana. Y, como suele suceder en el país, hay gigantescos motivos para el optimismo, pero también un espacio para el realismo.
Las leyendas negras que se construyeron en contra del virreinato y la corona española nos impidieron ver que el mundo indígena luego de la Conquista fue esencialmente una construcción hispana. La gramática del quechua, por ejemplo, fue redactada por sacerdotes españoles y se difundió en los Andes –se hablaba decenas de dialectos– con el objeto de evangelizar a los nativos del Perú. Igualmente, el propio José María Arguedas nos señala –en una brillante tesis académica– que en las comunidades campesinas andinas, los vestidos, la música y la religiosidad eran réplicas mestizas de las comunidades de Castilla en España. Mucha ignorancia, pues, se ha regado sobre nuestro pasado virreinal.
Más tarde el imperio español fue dinamitado por dentro por las reformas de los Borbones – la dinastía que reemplazó a los Austria– y la rebelión de Túpac Amaru se hizo reclamando el buen gobierno que habían instalado los Austria en base a reinos y corporaciones –el virreinato era un reino- en contra del criterio del absolutismo francés, del criterio de los borbones. Sin embargo, al momento de la independencia, la corona española había restablecido plenamente sus relaciones con la nobleza indígena en el Perú y con el mundo andino. De allí que, en las batallas de Ayacucho y Junín, las sociedades indígenas del Perú, con una abrumadora mayoría, defendieron al virreinato en contra de los independentistas del norte. Luego del triunfo de la independencia, por ejemplo, el sur del Perú no reconoció a la república hasta después de la década del treinta del siglo XIX.
Por otro lado, el proyecto republicano era una copia del modelo abstracto francés con algunas pinceladas del republicanismo estadounidense. Bajo el principio abstracto de un ciudadano y un voto se eliminaron a las noblezas y el mundo indígena –que poseía el 80% de las tierras nacionales– se quedó sin representantes. En las primeras constituciones del país, por ejemplo, ante la presencia abrumadora de lo indígena, se reconoció el voto de los analfabetos, con la esperanza de que el sistema republicano los educara. Sin embargo, en vez de educar, en la república se produjo la mayor expropiación de tierras de la historia nacional.
El Perú post independencia, pues, nació con una fractura enorme, con un abismo que separaba a las sociedades indígenas del mundo criollo. Esta lacerante realidad llevó a los intelectuales de la Generación del Novecientos –José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde, Francisco García Calderón– a preguntarse cómo construir la peruanidad en una sociedad con dos sociedades encontradas, enfrentadas, desde el momento de fundación republicana. La conclusión de estos primeros pensadores que reflexionaron integralmente sobre el país es que la educación era el puente de la construcción de la peruanidad.
Sin embargo, en el siglo XX se produjo un fenómeno inédito en el Perú en comparación con otros países de Hispanoamérica. Masivas migraciones del campo a la ciudad despoblaron los Andes –que antes contenía al 80% de la población nacional– y convirtieron a Lima y las principales ciudades de la costa en las principales ciudades andinas del país. Surgió un país emergente que desarrolló una nueva oleada de mestizaje y cosmopolitismo sobre la herencia mestiza que nos dejó la hispanidad. Hoy, entonces, las migraciones, el mestizaje, las reformas económicas de los noventa y el surgimiento de una burguesía de origen andino nos permiten señalar que estamos más cerca de la peruanidad que en la independencia. Ya no existen los dos mundos encontrados que causaban desconcierto en los intelectuales del Novecientos.
Es cierto que la peruanidad no tiene un universo intelectual y educativo. Una verdad absoluta. Semejante proceso convierte al mundo emergente en el espacio de la informalidad y tendencias destructivas. Eso es verdad. Falta educación, cultura mestiza y valores; sin embargo, tenemos la base material y cultural de la peruanidad, y creemos que pronto surgirá la síntesis ideológica y cultural de la peruanidad en desarrollo. Por eso el país se salvó de la amenaza bolivariana y persiste en su Estado de derecho a pesar de todos los fracasos de sus políticos, a pesar de todos las ofensivas destructivas de las izquierdas.
¡Viva el Perú!
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