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Como ya lo hemos repetido infinidad de veces en este portal las corrientes del progresismo, de las izquierdas y los sectores comunistas pretenden organizar un escenario hacia las elecciones nacionales del 2026 en donde todo sea una suma de pesimismos. En otras palabras, todo está mal, todo se derrumba y, por lo tanto, surgen las condiciones o la necesidad de un cambio radical. En los últimos siglos las izquierdas y los revolucionarios jacobinos siempre han llegado al poder extendiendo el pesimismo hasta convertirlo en un sentimiento nacional.
En este portal no sostenemos que las cosas están bien en el Perú y que solo nos resta celebrar. De ninguna manera. Finalmente, luego del gobierno de Pedro Castillo y la sucesión constitucional de Dina Boluarte, las instituciones del Estado de derecho están seriamente deterioradas y el sistema republicano tiende a la anarquía política e institucional en medio de un grave vacío de poder. Igualmente, si bien la economía vuelve a reactivarse todavía no se recupera el crecimiento ni los niveles de reducción de pobreza prepandemia. Antes del covid la pobreza sumaba el 20% de la población y hoy llega al 27%.
Sin embargo, el Estado de derecho y el modelo económico de las últimas tres décadas siguen en pie, asemejándose a un edificio con las ventanas y puertas rotas y algunas paredes desportilladas. No obstante, las columnas y las estructuras del edificio están intactas para una remodelación y relanzamiento en el concierto latinoamericano y mundial.
Si consideramos que el Perú ha cometido el peor error que comete una sociedad –es decir, elegir al peor y al menos preparado–, los resultados institucionales y económicos de la actualidad demuestran una resiliencia que sorprende a cualquier observador del planeta. Si bien el progresismo consciente suele afirmar que el gobierno de Pedro Castillo era uno de un profesor improvisado, suele ocultar la enorme movilización de la inteligencia cubano-bolivariana alrededor del gobierno de Perú Libre, que se expresó en el golpe fallido, la violencia insurreccional y el intento continental de Bolivia, Colombia, Chile, México y todos los países bolivarianos de aislar al Perú ante la decisiva defensa del Estado de derecho.
A pesar de esa movilización de las izquierdas continentales en el Perú se pudo salvar la democracia y desarrollar la inevitable sucesión constitucional. Hoy las instituciones erosionadas siguen en pie en camino hacia la transición del 2026 y la economía empieza a moverse con un crecimiento de cerca 4% en el primer trimestre, que destaca en la región, con una fortaleza del sol peruano y un BCR impecable que causa la envidia de los demás países hispanoamericanos –más allá del descontrol del déficit– y la proyección de exportaciones de mineras para este año del orden de los US$60,000 millones.
Luego de elegir al peor, entonces, el Perú no se ha destruido como sucedió en Alemania y Japón en el siglo pasado, y como acaece en Venezuela en la actualidad. El Perú tiene problemas, pero con pequeños ajustes y reformas estructurales puede ser relanzado y volver a crecer a velocidad de crucero.
Todos estos hechos y posibilidades coinciden con una lección nacional que el progresismo y las izquierdas pretenden ignorar: el gobierno de Castillo ha creado un antes y un después en la relación de la sociedad con las izquierdas y las propuestas antisistema de todos los colores. Hoy la izquierda no pasa de un 25% de las adhesiones porque la ciudadanía, incluso en el sur, ubica el declive nacional con la llegada de Castillo y las izquierdas al poder. Por lo menos dos tercios de la sociedad peruana desarrolla este tipo de aproximaciones. De allí que no es exagerado sostener que el margen de maniobra de las izquierdas se ha reducido significativamente, más allá de las histerias de algunos sectores políticos.
Por todas estas consideraciones, en el Perú actual también hay un enorme margen para el optimismo, sin necesidad de eludir el realismo. La destrucción que han desatado las izquierdas asemeja a los vientos que destruyen los exteriores del edificio, pero que no pueden doblegar las bases estructurales de una sólida construcción.
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