Se acaba de vencer el plazo legal para que el Ejecutivo reglam...
Una parte de los vagones y locomotoras donadas por Caltrain ya llegaron a Lima, e incluso rodaron por la vieja vía férrea desde Chosica hasta Lima despertando la esperanza de alrededor de dos millones de limeños que consumen cuatro horas aproximadamente para trasladarse hacia sus centros de trabajo y regresar a sus hogares. Sin embargo, los llamados trenes del alcalde Rafael López Aliaga han desatado una guerra del fin del mundo con las izquierdas progresistas que han levantado una serie de argumentos en contra del proyecto de tren más acelerado e improvisado de los últimos tiempos.
Es evidente que el alcalde de Lima no cultiva las mejores formas para tratar con sus adversarios, y seguramente no ha desarrollado los trámites institucionales necesarios, las coordinaciones obligatorias con el Ministerio de Transportes, el Ministerio de Economía y Finanzas y la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), pero de ninguna manera los peruanos de buena voluntad pueden aceptar los argumentos mezquinos y ridículos en contra de los trenes de la Municipalidad de Lima. De ninguna manera.
¿Acaso los detractores de los trenes de Chosica tienen manera alguna de ganar el debate frente a la esperanza de millones de limeños de subirse a los trenes donados por Caltrain y cambiar para siempre sus vidas y las de sus familias? Mucha frivolidad clasemediera en el progresismo. Un ciudadano de Huaycán que trabaja en la ciudad para llegar a las 8 a.m. a su trabajo debe levantarse a las 4 a.m. y salir de casa a las 5 a.m. ¿Qué sentirá ese peruano ante la posibilidad de que el tren de la municipalidad de Lima empiece a rodar y pueda llegar al trabajo en 30 minutos?
Los argumentos acerca de que los trenes son chatarra y que contaminarán por utilizar diésel no resisten el menor análisis si es que observamos los miles de combis, custers, motos, motocars e, incluso, patinetas que circulan en la carretera central. Se trata de una diferencia como el día y la noche.
¿Qué hacemos entonces para salir de este entrampamiento que ha desatado el proyecto de un tren improvisado y la lenidad de un Estado burocrático que ha creado sobrerregulaciones y oficinas para aplastar a la sociedad y empoderar a los burócratas?
Si se trata del bienestar de más de dos millones de limeños del cono este, entonces el Perú, el Ejecutivo, la Municipalidad de Lima, el Ministerio de Transportes, la ATU y los municipios distritales deben desarrollar un gran acuerdo nacional para concretar el tren de Chosica a Lima en el más breve plazo, más allá de quién es el candidato o el movimiento político beneficiados con este tipo de decisiones.
Si los trenes ya están en Lima y las vías férreas están extendidas, es evidente que las concesiones, los contratos y las inversiones para organizar la infraestructura y el servicio que viabilice el tren de Chosica a Lima depende exclusivamente de la voluntad política de los actores, de un acuerdo nacional.
En cualquier caso, se trata de una discusión sobre política que nos aleja de la destructiva judicialización de la política, de la permanente excomunión entre adversarios y de la imagen que nos señala que el Perú es un gran tribunal en donde los penalistas son los tribunos y los sabios. Una imagen que corresponde a una sociedad que se ha enfermado.
Discutir si los trenes de Chosica tienen valor para resolver el transporte y la vida de dos millones de peruanos corresponde a los grandes asuntos de una buena política. Y organizar un acuerdo nacional para superar la improvisación y viabilizar el tren de Chosica a Lima corresponde a una acción política desconocida en la última década.
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