¡América del Sur gira a la derecha! ¡Falta el Perú!

El arrollador triunfo de José Antonio Kast en Chile ratifica que Hispanoamérica, y particularmente América del Sur, ha comenzado a virar hacia la centro derecha, luego de varios años de gobiernos de izquierda marxista que destruyeron los avances económicos y sociales de los países de la región. En el caso del Perú y Chile, los dos modelos económicos más estables y viables en las últimas décadas, son los ejemplos más reveladores de los efectos destructivos de la izquierda. Luego de convertirse en milagros económicos que multiplicaban el PBI y reducían la pobreza como nunca en sus respectivas historias, ambas sociedades se frenaron e ingresaron a una mediocridad económica con gran deterioro institucional.

Es evidente e incuestionable que en la realidad de los países de la región, tiene mucho que ver la influencia negativa del eje de Venezuela y Cuba. La tragedia de los hermanos venezolanos y la migración de un tercio de la población llanera lamentablemente también ha traído el desplazamiento de una minoría corrosiva, una criminalidad desconocida en los países del área. El llamado “Tren de Aragua” es enemigo declarado del continente: desde los Estados Unidos hasta Chile.

Por otro lado, la elección de Donald Trump en la Casa Blanca, igualmente, ha modificado el panorama en la región favoreciendo las luchas por las libertades en general. El triunfo de las elecciones de medio término de Javier Milei en Argentina (Trump señaló que si no votaban por Milei Estados Unidos no apoyaba a Argentina), la decisión del presidente Rodrigo Paz en Bolivia de sacar radicalmente al país del altiplano del eje bolivariano y de restablecer el asesoramiento de la DEA en la lucha antinarcóticos y la abrumadora victoria de José Antonio Kast forman parte de esos movimientos tectónicos de la política regional. 

Sin embargo, el movimiento decisivo en esta situación ha sido la movilización del 40% de la flota naval de los Estados Unidos hacia el Caribe frente a las costas de Venezuela. La dictadura chavista tiene los días contados y todo indica que el desenlace de la situación es cuestión de días o semanas.

Todos estos hechos señalan que vientos radicalmente diferentes han comenzado a soplar en la región. En este contexto, el Perú es una pieza clave de estos cambios del tablero hispanoamericano. Si los peruanos eligen bien en el 2026 no solo garantizarán su camino al desarrollo y la consolidación de las libertades, sino que en el sur del continente habrá surgido una convergencia geopolítica de países con protagonismo mundial y planetario, con capacidad de convertirse en interlocutores propios en el concierto mundial.

Más allá de los disfuerzos en el análisis político del progresismo en el Perú no hay nada que indique que la tendencia hacia una segunda vuelta de dos centro derechas se modifique. Los días avanzan y la tragedia del progresismo, el wokismo y el comunismo ortodoxo en el país es que tendría que elegir entre dos derechas. En ese contexto, las encuestas van y vienen, ocultando lo que parece una regularidad: dos derechas encabezan las encuestas, las izquierdas son desdeñadas y no hay candidato alternativo que levante vuelo.

Sin embargo, ha llegado la hora de reflexionar sobre cómo salir de este péndulo entre gobiernos de izquierda y de derecha que parece haberse instalado en la región luego de que las izquierdas se radicalizaran y abandonaran los pactos por la democracia y el mercado; tal como, por ejemplo, ha sucedido en Chile con la involución de la zurda frente a la Concertación. Un péndulo que está llevando a la región a convertirse en el continente con el menor promedio de crecimiento del mundo.

Y la única manera de salir de este péndulo es liderando la batalla cultural en las sociedades hispanoamericanas. La gente no solo se alimenta de pan, sino también de relatos y narrativas. Por ejemplo, no son de extrañar las narrativas de odios y enfrentamientos que alentó el marxismo con la polarización entre fujimoristas y antifujimoristas en Perú, con la guerra entre uribistas y antiuribistas en Colombia, y de pinochetistas y antipinochetistas en Chile. Esas guerras, esos odios, tienen la misma intensidad de las adversidades que fomentan los fundamentalismos islámicos en contra de las sociedades occidentales.

Para revelar la nueva identidad de las nuevas derechas hispanoamericanas quizá valga señalar que ¡salvo la cultura todo es ilusión!