La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Del antivoto al proyecto bolivariano
El desarrollo de unas elecciones con procedimientos electorales enrevesados y con el despliegue del antivoto —que caracteriza a un sector del electorado, de una u otra manera— está colocando el debate del modelo económico y social en la agenda de la elección nacional. Si bien la preeminencia del fujimorismo en el primer lugar, con más de 20 puntos de ventaja en las encuestas sobre sus inmediatos seguidores, aleja la posibilidad de una modificación de las bases económicas y sociales que explican el crecimiento y la reducción de pobreza en el último cuarto de siglo, es evidente que la disputa entre PPK y Verónika Mendoza nos acerca a un debate de fondo sobre qué hacer con el modelo.
Y es hora de poner todos los puntos sobre las íes. Como todos sabemos, la representante del Frente Amplio propugna abiertamente el proteccionismo y el regreso del Estado empresario. En este contexto es hora de definir, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cambio de modelo? Tirios y troyanos reconocen que, en los últimos 25 años, el crecimiento económico del Perú que, sobre la base del surgimiento de un poderoso sector privado, nos ha permitido arrinconar a la pobreza a solo un quinto de la población, no ha estado acompañado de la tan necesaria reforma del Estado.
Al margen de ciertas islas de eficiencia, el Estado ha sido el mismo de los siglos pasados, con sus sobrerregulaciones kafkianas y sus expedientes cosidos con pita. No obstante que las arcas fiscales se llenaron con los impuestos que dejaba el crecimiento, el armatoste estatal fue incapaz de resolver los problemas de infraestructuras, solucionar los graves problemas institucionales y reformar los sistemas de educación y de salud. El Estado ha sido sinónimo de trámite, incumplimiento y sobrerregulación para las iniciativas del sector privado y de la sociedad. Si se entiende que se necesita reformar, cambiar o ajustar el modelo como la organización de un Estado eficiente para que acompañe los éxitos del mercado, entonces estamos apuntando al objetivo correcto.
Si bien el Estado fracasó, la economía de mercado funcionó, logró todos los éxitos y, sobre todo, permitió reducir la pobreza como nunca. Esa economía de mercado tuvo dos pilares: el libre comercio y el papel subsidiario del Estado en la economía; dos principios consagrados por nuestra Carta Política, que también reconoce la primacía de la propiedad privada, la competencia y la inviolabilidad de los contratos, y que renuncia explícitamente al Estado empresario.
Muy por el contrario, las propuestas de Verónica Mendoza apuntan, precisamente, a derribar todas esas vigas maestras y principios que explican los ciclos virtuosos de la economía en los últimos 25 años. De una u otra manera, las propuestas de Mendoza nos acercan a las recetas estatistas que hoy hunden en la recesión a Venezuela y Brasil.
Por ejemplo, se ha planteado desconocer el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas inglés), la zona de libre comercio más grande del planeta que agrupa al 40% del PBI y reúne a un universo de 800 millones de consumidores. Avanzar en la ruta del proteccionismo es pulverizar uno de los fundamentos del crecimiento económico reciente y desconocer los 17 TLC que el Perú ha firmado con diversos países de todo el mundo.
La señora Mendoza también ha planteado derogar la actual Carta Política que, tal como lo hemos señalado arriba, es una verdadera muralla constitucional contra el eventual regreso del Estado empresario mediante nacionalizaciones y “renegociaciones de contratos”, el uso político del BCR y todos los demás yerros que explican el hundimiento de los proyectos bolivarianos.
Queda claro entonces que cuando algunos hablan de cambio de modelo están hablando de una propuesta incluso más radical que la delineada en la llamada Gran Transformación, y que archivara el presidente Humala. De tanto cultivar el antivoto, algunos están permitiendo que el proyecto bolivariano vuelva a amenazar al Perú.
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