Editorial Política

Fragmentación electoral, coalición y acuerdo

Resultados que dispersan representación política

Fragmentación electoral, coalición y acuerdo
  • 26 de enero del 2020

Al cierre de esta edición se conocían los resultados preliminares de las elecciones al nuevo Congreso, que revelaban un nivel de fragmentación de la representación que no se había visto en las últimas dos décadas de democracia, en que se realizaron cuatro elecciones nacionales sin interrupciones.  Si bien la dispersión del voto entre los principales actores (Acción Popular, Frepap, Podemos, Alianza para el Progreso, Partido Morado, Fuerza Popular, Unión por el Perú, Frente Amplio, Somos Perú y Juntos por el Perú) se explica por la ausencia de un candidato presidencial que se transformara en locomotora electoral, la balcanización del sistema político era incuestionable, sobre todo considerando los resultados de las elecciones pasadas.

En este escenario, es evidente que las elecciones desarrolladas ayer generan algunas interrogantes sobre el futuro del proceso político. ¿Puede una experiencia republicana sobrevivir con este nivel de fragmentación de la representación política? ¿Cómo se organizará la necesaria mayoría para dirigir los destinos del Legislativo? ¿Acaso el próximo Congreso no corre el riesgo de caer en la intrascendencia?

Para intentar absolver estas preguntas los políticos, las élites y los analistas deben tratar de leer los resultados. Quizá una primera imagen del desenlace electoral nos señale que la mayoría de los electores está agotada con la polarizaciön fujimorismo versus antifujimorismo, que ha tensado el proceso político desde el fin del fujimorato, a inicios del nuevo siglo, hasta el presente. De alguna manera el resultado electoral y los nuevos actores que irrumpen en la escena nos señalan que la gente ha optado por distanciarse de los principales actores de la guerra política.

De otro lado, el elevado porcentaje de votos nulos, blancos y viciados, parece indicar que el descontento y el escepticismo del elector ha llegado a niveles no imaginados. No es exagerado sostener que estos comicios fueron los peores de las últimas dos décadas en cuanto a esperanza electoral. Se trata, pues, de las elecciones más desangeladas que se conocen. La gente votó sin esperar nada.

Igualmente, la emergencia de fuerzas claramente antisistemas como el Frepap y UPP –vinculada a Antauro Humala– y la continuidad del Frente Amplio parecen revelar que no solo se trata de indiferencia y escepticismo, sino que un sector del elector está dispuesto a votar en contra del establishment conocido. ¿Qué puede significar la irrupción de estos movimientos? Que la guerra que tensa el espacio público y a las instituciones, y que también se expresa en la judicialización de la política, de alguna forma está preparando el terreno para las propuestas antisistema.  Las fuerzas antisistema podrían llegar a sumar más de 50 votos, quizá cerca de la mitad del Congreso. Y si tomamos en cuenta los estallidos sociales en la región, las cosas se complican.

Sin embargo, la presencia de movimientos y partidos de trayectoria, al margen de errores presentes o pasados –tales como Acción Popular, Alianza para el Progreso y Fuerza Popular, entre otros–, en medio de la balcanización del sistema político, generan las condiciones para formar coaliciones que conduzcan la mesa directiva, enfrentar las reformas constitucionales y legales pendientes, y restablecer el equilibrio de poderes, luego del cierre del Congreso el pasado 20 de setiembre. Sin una coalición estable el nuevo Legislativo no existirá.

El solo hecho de formarse una alianza para conducir la mesa directiva del nuevo Congreso redistribuirá el poder político, hoy concentrado en el Ejecutivo. De igual manera en el Ejecutivo debería entenderse que no se puede repetir el libreto utilizado con el pasado Legislativo –extremadamente desprestigiado–, en el que Palacio de Gobierno se consideraba la principal fuerza de reforma constitucional porque las propuestas provenían de una comisión de personalidades.

Si algo así volviese a suceder sería una terrible noticia para el proceso político. Fuerzas como Acción Popular y Alianza para el Progreso enfrentarían la disyuntiva de allanarse a las presiones de un Ejecutivo en retirada, con una creciente pérdida de popularidad, o priorizar las ambiciones presidenciales de sus respectivos partidos, que demandan mantener la autonomía del Legislativo frente al Ejecutivo. Y no sería necesario abundar en argumentos para concluir que estaríamos en el escenario ideal para los movimientos antisistema.

De allí que la única manera de evitar que la guerra recrudezca –con nuevos actores, con nuevos vencedores y vencidos– solo pasa por el diálogo abierto, con agendas públicas ante el país, entre los nuevos movimientos y líderes que ha consagrado la última elección. Sin diálogo, sin entendimientos, el Perú volverá a reeditar el libreto antirrepublicano que se impuso luego de las elecciones del 2016. Y desde allí al estallido social antisistema, que desemboca en una asamblea constituyente, la distancia puede ser demasiado corta.

  • 26 de enero del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

¡A salvar el crecimiento, a salvar la República!

Editorial Política

¡A salvar el crecimiento, a salvar la República!

  La actual crisis política está a punto de inviab...

16 de mayo
¡El Congreso debe asumir su papel en la crisis republicana!

Editorial Política

¡El Congreso debe asumir su papel en la crisis republicana!

  El hecho de que en los últimos cinco años se hay...

14 de mayo
La guerra institucional y la anarquía política

Editorial Política

La guerra institucional y la anarquía política

  Las disputas entre diversos sectores del Ministerio Púb...

13 de mayo

COMENTARIOS