La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La baja productividad empresarial y el enfoque multidimensional
El ministro de Economía, Alfredo Thorne, ha planteado una meta interesante: pasar el 50% de la fuerza laboral a la formalidad. Hoy solo el 30% de los trabajadores se beneficia de la legalidad. Thorne también ha planteado que la informalidad es un fenómeno multidimensional —legislación laboral, sobrerregulación y tramitología, sistema tributario y relación en general con el Estado— y que el próximo jefe de la Comisión Nacional de Competitividad debería convertirse en una especie de zar o de zarina en la lucha contra la informalidad.
El próximo ministro de Economía tiene las cosas claras. Sin embargo, a nuestro entender, enfrentar a la hidra estatal de cien cabezas de la informalidad demanda que el propio jefe de Estado encabece el proceso. De lo contrario, todos los esfuerzos se difuminarán en guerrillas de ministerios y burócratas que buscarán mantener cuotas de poder.
Para continuar reflexionando es necesario reconocer algo trascendental: de alguna forma ya existe una masa crítica mayoritaria que se ha planteado enfrentar a la informalidad, algo que contrasta con el populismo de los principales actores de la pasada campaña electoral y las negativas a reformar la legislación laboral. Hay entonces un buen punto de partida.
Uno de los consensos, por ejemplo, debería ser el apuntar a la reforma de la legislación laboral en este quinquenio. Unos meses atrás, el Instituto Peruano de Economía (IPE), la Universidad del Pacífico, la Universidad Católica y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) se pronunciaron a favor de una reforma de las leyes laborales. Un consenso que va más allá de cualquier aproximación particular. El economista Gustavo Yamada señaló que la rigidez laboral explica por lo menos el 20% de la informalidad actual.
Uno de los aspectos más importantes de la declaración de los cinco centros de investigación fue el señalamiento de que en Perú casi no existen medianas empresas —que contraten entre 40 y 100 trabajadores— a diferencia de las economías desarrolladas en las que las empresas medias constituyen la mayoría de la masa empresarial. En el Perú entonces existen principalmente grandes y microempresas.
Las grandes empresas están constituidas por la gran inversión extranjera, las compañías que lograron reconvertirse con las reformas de los noventa, y los sectores emergentes que lograron atravesar las murallas legales y de competitividad. El resto de actores empresariales está constituido por microempresas y emprendimientos con un pie en la formalidad (casi todos tienen RUC y RUS) y otro en la informalidad, la natural respuesta a las cuasi campañas policiales de la SUNAT.
Los economistas señalan que la ausencia de medianas empresas en nuestro tejido económico se explica por la baja productividad de estas unidades económicas. Tienen absoluta razón. ¿Cómo entonces apuntamos a incrementar la productividad empresarial? Un enfoque multidimensional nos señala que la ofensiva debe ser en todos los campos: reforma laboral, reforma tributaria, simplificación de la administración pública, resolución de los problemas de infraestructuras, reforma de la educación (innovación) y del sistema de salud.
En realidad semejantes propuestas no representan ninguna novedad. Es la fórmula que han venido proponiendo el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Económica para América Latina para todos los países con baja productividad y que durante el llamado súper ciclo de los commodities consideraban que tenían todos los problemas resueltos. Es la misma fórmula que aplicaron los pocos países (alrededor de trece) que desde los sesenta lograron superar la llamada “trampa de los ingresos medios”.
¿Qué nos falta entonces? La voluntad de un jefe de Estado que lidere el proceso. Una voluntad que ponga al Estado en una disposición proformalizadora y logre persuadir a la clase política (por ejemplo, la mayoría legislativa) de que la democracia y la economía libre no tienen mucho futuro si el Perú continúa siendo una de las economías más informales de América Latina.
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