La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Se izquierdiza el movimiento naranja?
Las recientes declaraciones de algunos líderes del fujimorismo, que califican a la nueva administración de PPK como “proempresarial”, dibujan enormes interrogantes sobre la identidad ideológica de uno de los principales movimientos políticos del Perú del siglo XXI. El haber participado en dos balotajes y representar la mayoría absoluta del Congreso obliga a todos los peruanos de buena voluntad y al propio fujimorismo a plantear preguntas sobre el asunto de la identidad ideológica y política del movimiento naranja.
Antes una digresión. No participamos de la idea de la muerte de las ideologías y su reemplazo por un “pragmatismo” mal entendido. En el mundo, en la sociedad, en la política, todos los conceptos son conjeturas ideológicas, porque nadie tiene la verdad absoluta. Solo se tiene una aproximación a la verdad. Y en ese sentido, lo único que vale es el choque de ideas y la contra argumentación, las únicas herramientas que nos permiten acercarnos a la verdad.
Sobre esos presupuestos nos preguntamos, ¿cómo se puede representar la emergencia de los últimos 25 años —uno de los objetivos del movimiento naranja— con una cultura antiempresarial? Todas las aproximaciones nos indican que el fujimorismo —hasta ahora— es la representación más cercana del mundo popular que sigue desbordando al actual Estado. Todas las definiciones que aceptan una tendencia progresiva de la emergencia identifican este proceso con los mercados populares y los millones de emprendedores que actúan dentro y fuera de la formalidad.
¿Se puede entonces defender al pequeño empresario y criticar al grande, como creen algunos fujimoristas? Imposible. Los problemas legales, tributarios y laborales que ahogan al empresario, asfixian principalmente al pequeño. Pero son los mismos problemas que enfrentan grandes, medianos y pequeños emprendedores y que explican que el 60% de la economía del Perú se desarrolle en la informalidad.
De otro lado, el Perú vive el mejor momento de su historia: la primera República que incluye a todos los peruanos (sin sociedad criolla que excluya a la andina), voto y derecho de propiedad para todos, cuatro elecciones nacionales sin interrupciones, reducción de la pobreza a un quinto de la población y expansión de las clases medias.
Ninguno de los logros mencionados sería posible sin el poderoso sector privado que ha surgido en el último cuarto de siglo. Poderoso porque en el país se invierte anualmente el 25% del PBI, y de ese total invertido el 80% es aporte privado. Y también democratizado porque ese sector privado está conformado por grandes corporaciones y millones de empresarios que actúan en los mercados populares. Algo más. En estas décadas se ha reducido la pobreza del 60% de la población a solo un quinto, y el 80% del total de reducción de pobreza corresponde al aporte privado. ¿Cómo entonces se puede esgrimir un discurso antiempresarial?
Pero eso no es todo. Lo más rescatable de la identidad del fujimorismo está asociado a las reformas económicas de los noventa, que liquidaron el Estado empresario, el proteccionismo y los controles de precios. Sin esas reformas no se explicaría el surgimiento del poderoso sector privado de la actualidad. ¿Cómo entonces se puede negar lo mejor de esa herencia política con un discurso antiempresarial?
Y finalmente un tema que puede parecer abstracto, pero que es fundamental en la lucha de ideas. ¿En qué sociedad donde prosperan la democracia y las libertades el sector privado es minoría en la economía y la sociedad? En ninguna. Una condición de la existencia de una sociedad abierta es que el sector privado sea abrumadora mayoría en la economía y la sociedad, y que el Estado ejerza un papel supletorio. Donde no hay sector privado mayoritario no hay democracia; por ejemplo, Cuba, Corea del Norte y las teocracias islámicas. ¿Cómo entonces se puede desarrollar un discurso antiempresarial?
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