Luis Enrique Cam

Blanca Varela

A 99 años de su natalicio

Blanca Varela
Luis Enrique Cam
20 de mayo del 2025


Blanca Varela es una de las más grandes poetas de Hispanoamérica, autora de una obra traducida al inglés, francés, alemán, ruso, italiano y portugués. Además de escribir poesía, ejerció el periodismo y se dedicó a la traducción y a la crítica cinematográfica.

Nació en Lima el 10 de agosto de 1926, hija de Alberto Varela y de Esmeralda González, escritora y compositora de valses criollos, más conocida en el mundo artístico como Serafina Quinteras. Criada en un entorno literario, desde niña leía los libros que le prestaba su padre. Así, de manera muy natural, conoció a los autores españoles de la generación del 98, como Unamuno, Baroja y del Valle-Inclán. A los 16 años ingresó a estudiar Educación y Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

“La poesía no se elige, es un destino. Se viene al mundo con esa formación o deformación: la necesidad de la poesía… Yo comencé a escribir desde muy pequeña. Provengo de una familia en la que todos, mal o bien, han escrito siempre. Pero comencé a hacer algo que realmente podría llamarse poesía alrededor de los dieciséis años, cuando entré a la universidad”.

En la Decana de América entabló amistad con jóvenes apasionados por las artes y las letras, con quienes más adelante conformaría la llamada generación del 50. Algunos de ellos se convirtieron en sus maestros en el oficio de escribir.

“Para mí fue muy importante conocer a Sebastián Salazar Bondy. En la universidad donde coincidimos, un día me dijo ‘Usted escribe poesía’. Le repliqué evasiva de cómo lo sabía, y la cosa quedó ahí. Pero otro día le mostré versos míos y entonces me dijo ‘Usted tiene una gran influencia de Juana de Ibarbourou’. Me prestó libros, y a través de él, pude conocer a Sologuren, a Westphalen, a Eielson y a Szyszlo —con quien luego me casé—. Era un grupo de gente muy joven, todos bordeaban los veinte años. Gracias a Salazar Bondy también pude conocer a José María Arguedas, quien también influyó mucho en mí”.

En 1949, el mismo día de su boda, partió con Fernando de Szyszlo a París. En la Ciudad Luz conoció a figuras como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, André Breton y Octavio Paz, quienes la acercaron al existencialismo y al surrealismo.

“Cuando llegué, Europa salía de una experiencia terrible, como había sido la guerra. Llegué entonces a una posguerra que –como toda posguerra– estaba plagada de una serie de fenómenos muy especiales. El arte, por ejemplo, recrudece de una forma fantástica. Después de un estado así, de caos, de crisis, la gente busca a qué aferrarse. Y el arte es una manera de sobrevivir, es una tabla de salvación para muchos. Eso y, por otro lado, lo que fue para mí más importante durante esa época en Europa, conociendo a esta gente importante, personas mayores, fundadoras de una serie de cosas, fue encontrar mi identidad latinoamericana. Para mí fue esa la experiencia más importante que tuve en Europa”.

En su búsqueda de identidad escribió, en Francia, su primer poema: Puerto Supe.

“Está mi infancia en esta costa,
Bajo el cielo tan alto,
Cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
Nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
Azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
Junto a las vacas ciegas,
Junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
Mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!”

Le entregó sus textos a Octavio Paz, quien no estaba conforme con el título del libro. “¡Pero ese puerto existe!”, le replicó Varela. Paz respondió: “Ahí tienes el título de tu poemario: Ese puerto existe”.

Alejada del Perú durante la dictadura de Odría, tras su larga estadía en París, vivió en Florencia y luego en Washington, donde se dedicó a la traducción y al periodismo.

En palabras de Varela, la poesía le “permite tener acceso a una serie de estratos, digamos, más allá de la realidad de alguna manera, y al mismo tiempo me permite recrear ciertas cosas, para no tener ese contacto tan duro y tan directo, a veces, con el mundo, con la realidad.”

A su juicio:

“El aprendizaje de la poesía no es posible. Se puede aprender a escribir poesía, que es una cosa bien distinta. La poesía es algo natural, un don humano, una manera de ver el mundo. Es una interpretación permanente de las cosas de la vida. Pero el oficio se puede ir conduciendo, mejorando…”.

Nunca se consideró una poeta profesional:

“La poesía es algo que he llevado con mucha discreción, como mi otro yo. Pero creo que debo aceptar que con los años he hecho algunas cosas, que me han publicado algunos libros pequeños y que tengo muchos amigos”.

Evitaba las apariciones públicas y las entrevistas, pues decía desconfiar de la palabra hablada. Su poesía se caracteriza por un equilibrio entre pasión y razón, entre el sueño y la imaginación.

“Cuando empecé a escribir poesía de niña, de muy joven en realidad, comencé a fabular, a inventarme respuestas. Claro, las respuestas eran un poco aterradoras, a veces, pero ahí estaban, eran respuestas”.

Algunos críticos calificaron su poesía como “fuerte”, a lo que Varela comentaba:

“Poco a poco uno va descubriendo ciertas cosas con la experiencia, por ejemplo, de miseria, de dolor, de hambre, de amor, ciertas pasiones, ciertas cosas, y un poco es observar eso. Mucha gente dice que soy dura, que hago una poesía seca, hiriente. Yo creo que sí, pero en el sentido de que la trabajo, de que no soy sentimental. Pero, en el fondo, yo creo que lo que me preocupa es el ser humano”.

¿Y sobre qué escribe Blanca Varela?

“Yo creo que de las experiencias de todos los días. Un rostro, un animal, un acontecimiento callejero, a veces una película, una escena de una película, unas líneas que leo en el periódico, una de esas noticias un poco estremecedoras, o divertidas también. De ahí nacen las cosas.”

Respecto a la felicidad, declaraba:

“Hay momentos que son felices. Yo he tenido momentos muy felices. Para mí, por ejemplo, la maternidad. Cuando mis hijos eran pequeños y los oía gorjeando en el otro cuarto, yo me despertaba y decía ‘¡No puedo ser tan feliz, esto no es posible, no puedo ser tan feliz!’ Sentía una especie de gran plenitud. Plenitud que a veces me ha dado el afecto de un hombre ¿no? En una relación amorosa. O también esos momentos que encuentras en un museo viendo una buena pintura, escuchando música, o también a veces tomando un buen vaso de vino”.

En 1996, su hijo Lorenzo de Szyszlo falleció en un accidente aéreo en Arequipa. El dolor marcó profundamente su vida y su obra.

Si me escucharas
Tú muerto y yo muerta de ti
Si me escucharas

Hálito de la rueda
Cencerro de la tempestad
Burbujeo de cieno.

Viva insepulta de ti
Con tu oído postrero
Si me escucharas.

A lo largo de su trayectoria literaria, Blanca Varela publicó: Ese puerto existe (1959, con prólogo de Octavio Paz), Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto villano (1978), Ejercicios materiales y El libro de barro (ambos en 1993), y Concierto animal (1999).

Sobre el Perú, expresó con melancolía:

“Lo peruano es algo muy triste. Somos un país que no está integrado, donde jamás nos aceptamos los unos a los otros. Tenemos diferencias raciales, culturales, sociales. Hasta ahora no es precisamente lo peruano aquello que nos define. Pero superar eso conlleva el trabajo de toda una vida. Si los peruanos sintiéramos que todos somos peruanos seríamos un país más digno”.

Fue reconocida internacionalmente con importantes galardones como el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2002), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2006) y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007). Blanca Varela falleció en Lima el 12 de marzo de 2009.

Luis Enrique Cam
20 de mayo del 2025

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