Luis Enrique Cam

Tayo Masías: empresario héroe

Convirtió el desierto en un vergel productivo gracias al trabajo duro

Tayo Masías: empresario héroe
Luis Enrique Cam
04 de diciembre del 2025

 

Me ha causado gran pena enterarme del reciente fallecimiento de Estuardo “Tayo” Masías, genio impulsor y motor infatigable del grupo La Calera. Un hombre capaz de convertir el desierto en un vergel productivo gracias al ingenio, al trabajo duro y a la valentía, porque la vida del agricultor en el Perú está siempre expuesta a múltiples amenazas. Buena parte del éxito del boom agroexportador peruano se debe al aporte inspirador de Tayo Masías.

Desde que conocí su historia, lo consideré un verdadero empresario héroe. Cuando pensamos en la palabra “héroe”, solemos asociarla a lo bélico: a quien empuña un arma y entrega la vida por la patria. Y aunque esto es cierto, el concepto abarca mucho más. Tayo es un ejemplo claro de ello. Por lo que le tocó vivir y por la manera en que enfrentó cada adversidad, merece con justicia ese título.

Deportista de alta competencia, representó al Perú en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. En 1961 se graduó como ingeniero agrónomo en La Molina y obtuvo una beca Fulbright para realizar una maestría en citricultura en la Universidad de California–Riverside, Estados Unidos. A su regreso se casó con su amada e inseparable esposa, Beatriz Málaga, y se mudaron al pequeño fundo algodonero de su padre en Chincha. Tayo volvió con semillas de mandarinas para reemplazar los cultivos existentes. Sin embargo, en 1967, intensas lluvias inundaron los sembríos y ahogaron los mandarinos.

Pero un buen deportista no se rinde. Tayo no se desanimó y, con un préstamo, pasó a alquilar —y luego a comprar— un fundo vecino de 500 hectáreas, a pagarse en diez años. Al quinto año de trabajo, cuando él hacía de todo por la falta de personal, la reforma agraria del gobierno militar de Velasco Alvarado le arrebató esas tierras. Con deudas y sin campos por cultivar, quedó en una situación en la que muchos habrían renunciado para siempre a apostar por el Perú.

Él no. Tras un retroceso parcial del gobierno, Tayo pudo retener apenas 80 hectáreas y volvió a empezar. Los cultivos extensivos ya no eran rentables en ese momento. Entonces se reinventó: inició la crianza de gallinas en galpones levantados entre las quebradas de los cerros. Abriendo trochas con un tractor viejo, fue creciendo en el negocio de gallinas ponedoras.

Poco después llegaron los años más oscuros del país: la violencia terrorista y la hiperinflación de los años ochenta. Lo avanzado parecía a punto de perderse nuevamente. Sendero Luminoso y el MRTA se repartieron zonas para extorsionar a los empresarios, y La Calera —alejada entre colinas y sin protección policial— cayó en el ámbito del MRTA. Tayo se enfrentó a los terroristas con metralleta y granadas cuando ingresaron al fundo para secuestrarlo o matarlo: “Si les demostrabas miedo, estabas perdido”, decía. Y salió airoso.

En los años siguientes recuperó y amplió sus tierras, generando trabajo para miles de personas. Con humildad aprendió de sus errores y de experiencias exitosas en el extranjero. Fue pionero en la tecnología de riego por goteo, en el uso del guano de gallina como abono , en la generación de energía con paneles solares y en la comprensión de que, más importante que la tierra y el agua, son el aire y el clima para las plantas. Un innovador de lo simple. Junto con su esposa Beatriz impulsó iniciativas para el desarrollo de los más de diez mil trabajadores y sus familias.

Hoy, La Calera —con más de seis millones de gallinas— produce más de 300 toneladas de huevos al día. Sus camiones, con el ya emblemático lema “Los huevos del Perú”, recorren todo el país. Por sus aportes empresariales y de innovación recibió en 2014 el doctorado Honoris causa de la Universidad Agraria La Molina y, en 2018, el premio IPAE al Empresario del Año.

La reforma agraria, la hiperinflación, el cólera, los fenómenos naturales, las plagas, el terrorismo y tantas otras dificultades no frenaron nunca el ímpetu de Tayo. La Calera es hoy un territorio fértil conquistado al desierto, con más de 2,000 hectáreas de galpones de gallinas, mandarinos y paltos.

Gracias, Tayo, por tu ejemplo inspirador. Gracias por sudar la camiseta en tiempos tan difíciles y no tirar la toalla. El Perú te lo agradece.

Luis Enrique Cam
04 de diciembre del 2025

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