La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Ofensiva contra la economía de mercado
Los economistas de izquierda, motivados por la situación expectante de Verónica Mendoza en la disputa por el segundo lugar, han salido a precisar sus propuestas. Señalan que se debe cambiar el modelo “dependiente de las materias primas” y, en seguida, se oponen al Acuerdo Comercial Transpacífico (TPP, por sus siglas inglés), arguyendo que se encarecerán las medicinas. Casi al mismo tiempo ponen un parchecito: nuestras propuestas nada tienen que ver con el chavismo ni con los proyectos “bolivarianos” de América Latina. Luego añaden que también quieren derogar la Constitución Política del Perú de 1993.
El problema con los economistas de izquierda es su falta de precisiones y la voluntad de “sacar el cuerpo” de las consecuencias de sus propuestas. Por ejemplo, si te opones al TPP de manera indirecta también te opones a los 17 TLC que ha suscrito el Perú. Es decir, se pretende acabar con todas las políticas de libre comercio, uno de los pilares del crecimiento económico que ha reducido la pobreza a solo 22% de la población.
Si a renglón seguido se sostiene que a la economía le falta mayor diversificación industrial por su “excesiva dependencia de la exportación de minerales”, sobre la marcha, se concluye que para diversificar se necesita del protagonismo estatal y de la protección arancelaria. Es la consecuencia natural de oponerse al libre comercio. ¿0 no?
Y si se oponen a la Carta de 1993 es evidente que desean acabar con el régimen económico que consagra el libre mercado, la preeminencia de la propiedad privada y la competencia, la inviolabilidad de los contratos, y el papel subsidiario del Estado en la actividad económica. Es decir, se pretende derribar las murallas constitucionales para construir un Estado empresario.
Ahora bien, en este Portal lo hemos sostenido repetidas veces: al modelo de crecimiento le ha faltado Estado, pues todos los yerros provienen del fracaso estatal. Por ejemplo, si la economía no se ha diversificado lo suficiente (pese a que experimentamos la mayor diversificación de la historia republicana) sólo se explica porque el Estado no ha avanzado en resolver los déficits de infraestructuras. Si no hay carreteras ni energía, ¿cómo van a surgir más industrias en las provincias?
Si el Estado también enfrenta clamorosos retrasos en la reforma de la educación y la salud, ¿cómo va existir capital humano que innove y desarrolle negocios creativos? Y quizá el mayor fracaso estatal es haber creado la “República del trámite” que debilita a las instituciones y desencadena procedimientos que ahogan a la inversión privada y a la sociedad.
El fracaso estatal de los últimos 25 años pretende ser usado como argumento para liquidar lo único que ha funcionado en el Perú: la economía de mercado. ¿Cómo así? Simplemente resucitando el proteccionismo, con una clara oposición al libre comercio y promoviendo el regreso de los cadáveres del Estado empresario. Si el estatismo ataca por esos lados, entonces la ofensiva contra la economía de mercado estaría en marcha.
El gran problema del estatismo es que el Perú es el precursor del los fracasos del modelo chavista: el velascato de fines de los sesenta impulsó el Estado empresario hasta el paroxismo, y los resultados fueron el empobrecimiento del 60% de la población y la hiperinflación de los ochenta. Pero no solo se trata del pasado. El proteccionismo, el Estado empresario, y el excesivo gasto público hoy hunden a Venezuela y Brasil en la recesión, mientras que la pobreza en esos países comienza a aumentar.
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